La paciencia es una de las principales virtudes de un buen carpintero, profesión a la que José Rojo Martín posiblemente hubiese dedicado su vida si un balón de fútbol no se hubiese cruzado en la misma. Hay quien creerá que ese esférico, esa vida de deportista es la que le otorgó el nombre por el que es conocido, pero no. Pacheta es una herencia familiar que ya ha pasado varias generaciones en Salas de los Infantes, desde el bisabuelo del entrenador del Elche que forma parte del olimpo franjiverde, al ser el quinto capaz de ascender al equipo ilicitano a Primera División.

Con su energía habitual, Pacheta suele admitir entre risas que casi nadie le llama por su nombre de pila (José) y que, por lo tanto, se ha acostumbrado al apodo que actualmente es una de las marcas en auge en el mercado de entrenadores nacionales. ¿El motivo? Todo lo que ha ocurrido desde finales de febrero de 2018, cuando el Elche le contrató.

Su camino en la ciudad de las palmeras está lleno de éxitos, pese a las numerosas dificultades que se ha encontrado en el mismo. De todas ellas ha salido fortalecido, incluso ante quien ha dudado de él. Se le exigieron resultados inmediatos y ascendió a Segunda al Elche en tres meses, perdiendo únicamente el último partido, posiblemente la derrota más feliz de su carrera. Se le dio un proyecto humilde en la categoría de plata y consiguió una permanencia sin apuros. Y el siguiente paso directamente ha sido un salto, el de ascender a Primera a uno de los presupuestos más bajos en la temporada más complicada que se recuerda en el fútbol profesional español.

Como decíamos, con Pacheta el final del camino siempre ha sido fruto del trabajo y la paciencia porque no conoce de atajos. Siempre ha preferido ir despacio y con buena letra a dejarse llevar por cantos de sirena que, a la larga, podían ser perjudiciales para su carrera. Por eso fue destituido en Cartagena liderando la clasificación. Por eso no cuajó en Alicante, a escasos kilómetros de donde ahora es idolatrado. Por eso volvió de Polonia o Tailandia, tras vivir experiencias que le endurecieron y le prepararon para gestionar momentos de máxima tensión, en el fútbol y en la vida. Nada como salir de tu país, de tu entorno, de tu espacio de confort para conocer donde están tus límites. A miles de kilómetros de su casa, Pacheta soñaba con encontrar un hogar deportivo, su sitio en el fútbol. El destino le esperaba en Elche.

Premio a la insistencia

Su estancia al calor del Mediterráneo, lejos de su Burgos natal y de su Soria adoptiva, no ha sido fácil en lo personal. Sobre todo porque se ha tenido que sobreponer a dos dolorosas pérdidas familiares que no se alivian ni con el mayor de los triunfos sobre el césped, pese a que desde entonces cada victoria, cada éxito o cada elogio sean un homenaje a quienes le cuidaron en la tierra y ahora lo hacen desde el cielo.

Insistir, insistir e insistir. Ese es lema de vida de un Pacheta que ha sabido inocular este precepto en un grupo de jugadores que, salvo rara excepción, ha rendido siempre por encima de sus posibilidades. Sólo así se entiende el escaparate que su etapa ha supuesto para jóvenes como Gonzalo Villar u Óscar Gil, ambos canteranos e internacionales sub-21. Dos futbolistas que no olvidarán a Pacheta porque son fruto de su fe y de su trabajo.

Las adversidades pueden hundirte o hacerte crecer. La covid-19 ha sido el mayor enemigo al que se ha enfrentado el mundo en los últimos meses, incluido el fútbol. Los entrenadores, entre ellos Pacheta, tenían ante sí un gran reto al que nunca nadie antes en el panorama balompedístico se había enfrentado. Y el resultado del joven que quería ser carpintero ha sido inmejorable. Una difícil preparación de vuelta a la competición, una gran capacidad de resistencia y un liderazgo del grupo que ha sido capaz de mantenerse limpio de positivos durante estos meses y fuerte mentalmente no sólo para luchar contra los elementos deportivos sino también contra los extradeportivos.

Ahora vienen a la mente esos duros momentos. Esos 20 días entrenando sin saber su futuro. Ese aterrizaje en 2018 en un club con la soga al cuello. Esos meses en Tailandia sin ver a su mujer ni a sus hijos. Ante todas esas adversidades, Pacheta nunca escogió un atajo. Siempre siguió su camino. El del trabajo y la paciencia. Así ha moldeado su presente y se ha labrado un prometedor futuro en los banquillos. Así ha llevado al Elche desde el infierno de Segunda B al cielo de Primera.

El adiós más duro

Apenas 36 horas después de materializarse el ascenso, el club hacía oficial la no continuidad de Pacheta para el proyecto en Primera División. Una decisión que, por conocida desde hace tiempo, no dejó de ser dolorosa para el técnico. Ya en las primeras declaraciones al terminar el partido en Girona se le notó emocionado, parco en palabras (algo nada habitual en él), consciente de que el final de un maravilloso viaje había llegado. Y fastidiado por no haber visto el Martínez Valero lleno, una de sus ilusiones tantas veces repetida a lo largo de los dos últimos años y medio.

Sus palabras de despedida en la sala de prensa del coliseo ilicitano, la misma desde la que inyectó su energía el primer día que habló como entrenador del Elche, cuando los ánimos de la afición y el entorno estaban casi por los suelos, rebotaron en un cuarto casi vacío por culpa de la pandemia. Una despedida dolorosa en todos los aspectos. La altura del personaje y su importancia histórica para la entidad no merecían un adiós en YouTube, por mucho que hoy en día las nuevas tecnologías sean la vía para llegar más rápido al consumidor. Era una despedida moldeada para quien quería pasar página lo antes posible, lejos de los valores propios de Pacheta: tranquilidad, paciencia y cuidado en el detalle. En este caso, el perspicaz carpintero se vio superado por la vorágine de las nuevas tecnologías.

Corazón franjiverde

El amargo adiós supone un borrón a la trayectoria de Pacheta en el Elche, pero ni mucho menos empaña el trabajo de toda su etapa franjiverde. Las decisiones empresariales no siempre se toman con el corazón y, en esta ocasión, el técnico burgalés se ha visto apartado de Primera por la falta de feeling con el gestor del nuevo proyecto prácticamente desde el primer día, allá por el mes de diciembre, cuando pensar en el ascenso era poco menos que de locos.

Los caminos de Pacheta y el Elche se separan, como antes lo hicieron los de otras leyendas del banquillo franjiverde como César Rodríguez, Roque Olsen, Felipe Mesones y Fran Escribá; los otros líderes que llevaron al club a la élite, o Roque Máspoli, el técnico de la final de Copa. Algunos de ellos vivieron más etapas en la entidad, por lo que la puerta queda abierta para Pacheta. Lo que está claro es que se marcha enterrado en agradecimientos. No es casualidad. Es bueno recordar donde ha dejado al Elche, pero nunca hay que olvidar donde lo cogió.