Es el instrumento rey. Con sus 88 teclas y sus siete octavas, con sus blancas y sus negras, con su secular historia. El piano se sitúa en la cúspide de la producción musical y nos regala melodías tan inmortales como el Imagine de John Lennon. Cómo no visualizar a Freddy Mercury cantando Bohemian Rhapsody al piano en aquel mítico concierto de 1985 en el estadio de Wembley. A Billy Joel con su armónica y su Piano Man. Incluso a Tom Hanks saltando sobre las notas en Big. De Beethoven a Clara Schumann, de Ernesto Lecuona hasta Alicia de Larrocha, grandes genios han sucumbido ante el enorme magnetismo de su sonido y su presencia.

Un buen piano precisa de una afinación perfecta; una tensión específica de sus cuerdas para que vibren a las frecuencias adecuadas y puedan ser tocadas a una o varias manos, con distintas intensidades, timbre y resonancia según la madera, las piezas y la estructura. Y para sacar el máximo rendimiento del instrumento, el pianista ha de saber hacer sonar las 88 teclas. No solo las claras y agudas; también las graves y oscuras. 

A menudo decimos que un equipo de baloncesto es como una orquesta en la que el entrenador tiene la batuta. También es como un piano en el que las notas han de ser combinadas, presionadas en su justa intensidad y afinadas en la frecuencia correspondiente. Y hay que saber leerlas y tocarlas para interpretar la melodía del momento. En las últimas jornadas, el piano del HLA Alicante no ha sonado muy afinado. Notas discordantes, falta de intensidad en algunas teclas y cuerdas que no han sabido vibrar a la frecuencia óptima. Se escapó la victoria contra Granada y durante tres cuartos pensamos que podría pasar lo mismo la semana pasada contra el Real Murcia. Sin embargo, hoy tenemos una oportunidad de oro. Liderando de nuevo nuestro grupo de la LEB Oro, la victoria contra Canoe esta noche nos daría una plaza para disputar la Copa Princesa en enero. Pedro Rivero tendrá que hacer valer su papel en el banquillo siendo capaz de hacer sonar el piano en toda su magnitud. Las blancas y las negras. Sostenidos y naturales, de la primera a la última octava, con la intensidad que implica un choque como este. Haciendo brillar a los solistas y coordinando un gran acompañamiento a la melodía principal, la melodía de la victoria. Porque este Lucentum, como ningún otro equipo de esta liga, conoce tan bien esa sucesión de notas y acordes que hacen sonar la música de los campeones. Intensidad, ritmo, vibración, compás. Rivero es nuestro hombre del piano y la afición solo desea una cosa. Tócala otra vez, Pedro.