Pepe quería hacer algo especial para la misa del gallo. Era la Nochebuena de 1818, y él, vicario de la parroquia de San Nicolás, en Oberndorf (muy cerquita de Salzburgo), tenía un poemilla que había escrito un par de años antes que podría quedar bien con la música apropiada. Hacía poco que estaba en Oberndorf, pero conocía a Paco, el organista del pueblo de al lado, Arnsdorf, que también era el maestro de la escuela. Así que, ese mismo día, le pidió que pusiera música a aquella letra; algo sencillo que pudiera acompañar a la guitarra, porque el órgano de la iglesia había quedado dañado tras las inundaciones y no podrían usarlo. El desbordamiento del río no solo acabaría con el órgano, sino con la iglesia entera, pero aquella conjunción de Pepe y Paco en un remoto pueblo de los Alpes austríacos daría como fruto una de las canciones más famosas del mundo. Poca broma con la tierra de Mozart.

Pepe, el padre Joseph Mohr, había escrito en 1816 un poema llamado «Stille Nacht» en su alemán natal. Una suerte de «noche tranquila, silenciosa», tan necesaria después del sufrimiento que habían traído las guerras napoleónicas. Así que aquellos versos que hablaban de una noche en calma, sagrada, donde se puede dormir con paz celestial, venían que ni pintados para cantarlos en la misa. Solo les faltaba el toque de Paco, a la sazón Franz Xaver Gruber, para acompañar y cantar a dos voces con el coro. Al padre Mohr le encantó la propuesta de Gruber, y aquella Nochebuena de hace doscientos años se cantó, por primera vez, el villancico más célebre: «Noche de paz».

A dos mil kilómetros de allí, nuestro San Nicolás ya tiene órgano. En un mes volverá a sonar en la concatedral. Y los equipos alicantinos, Hércules y Lucentum, tienen estos días su noche de paz después de la guerra que vienen librando.

Hércules y Lucentum tienen estos días su descanso después de su intensa batalla

El Hércules, con la vista puesta en el ascenso a Segunda y la misión de mantenerse entre los tres primeros puestos arañando todos los puntos posibles de cara a la segunda fase; el Lucentum, ya finalista de la Copa Princesa y apuntando a la ACB. En un mes el HLA Alicante se disputa la copa en Lugo contra Leche Río Breogán, mientras sigue ajustando cuentas con el grupo B de la LEB Oro. Y en estos días de descanso, en estas noches de paz, resuena más que nunca la máxima latina militar: «Si quieres la paz, prepara la guerra». Los herculanos regresan a los entrenamientos el día 28 de diciembre para preparar el encuentro del día 10 con La Nucía en lo que será el primer partido de 2021.

El Lucentum, tras el partido pospuesto contra Girona, se enfrenta el día 30 al Lleida, que viene de perder contra Almansa. Días de paz para preparar la guerra que se avecina. La pugna por salir de Segunda B es cruenta. El ascenso a la ACB solo cuenta con una plaza. El HCF tiene que recuperar toda la artillería para poder plantar batalla a los aspirantes al trono de segunda y necesita disponer de las huestes completas.

Los lucentinos han de reforzar el juego interior en el mercado de invierno para afrontar con solvencia la segunda vuelta de la primera fase, y arrastrar una ventaja de oro cuando toque enfrentarse al temido grupo A. Para poder pasar en paz el verano de 2021, hay que preparar bien la guerra que se libra este invierno. Y para ello nada mejor que un seguro de vida como Falcón bajo palos y la destreza de Moyita en el centro del campo a la espera de que se recupere Acuña en la delantera. Una contienda en la que siempre encontrarán a Chumi Ortega y a Jorge Bilbao, máximos guerreros del Lucentum. Porque en noches de paz se preparan grandes guerras, permítanme que parafrasee a Camarón. En el Rico Pérez o en el Pedro Ferrándiz, jugando en casa o a mil kilómetros, a la guerra que tú vayas, yo me voy a ir contigo.