Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tribuna

Microrracismos

Llompart en una imagen de archivo.

Cuando pensamos en racismo en el deporte, nos vienen a la cabeza inmediatamente los cánticos e insultos que muchos jugadores reciben por su color de piel, como el que estos días denunciaba el jugador del Valencia CF Mouctar Diakhaby. En el mundo del fútbol tenemos casos muy tristemente conocidos: desde onomatopeyas que intentan denigrar a los deportistas hasta consignas que aluden a los tiempos de la esclavitud, pasando por lanzamiento de plátanos al césped y otras lindezas. En el ámbito de la Lingüística, los estudios sobre discurso de odio cuestionan si es necesario reproducir esos discursos al hablar de ellos; es decir, si yo tengo que contarles a ustedes una retahíla de racistadas para que se hagan una idea de lo que estamos hablando. Soy gran amante de los ejemplos en mis clases, pero coincido en que en este caso no hace falta. Solo les daré uno de ellos, esta vez, de las canchas de baloncesto. Hace un mes y medio, todo un campeón de la NBA, el base americano de ascendencia taiwanesa Jeremy Lin, que ahora milita en las filas de los Santa Cruz Warriors, denunció que un jugador lo llamó «coronavirus» durante un partido. Intolerable. Muchos deportistas se han involucrado activamente en la lucha contra el racismo en el deporte en los últimos años, especialmente al calor del movimiento Black Lives Matter. El caso de Jeremy Lin se inserta en una espiral de racismo contra los asiático-americanos que ya se ha cobrado varias vidas en Estados Unidos. Sin embargo, yo quería poner el foco en otro tipo de racismo, más sutil y desapercibido. Una suerte de microrracismo, que tiene que ver con la manera en la que hablamos de los deportistas en función de su color de piel. Es lo que se desprende de un estudio que publicó el año pasado un sindicato inglés de futbolistas profesionales: The Professional Footballers Association (PFA). Estudiaron distintas retransmisiones deportivas y analizaron la manera en la que los comentaristas europeos se referían a los jugadores blancos y negros a partir de más de dos mil comentarios sobre 643 jugadores en ochenta partidos de las principales ligas de fútbol de Italia, España, Inglaterra y Francia de la temporada pasada. Los resultados no les sorprenderán: hallaron que los jugadores blancos recibían más comentarios que alababan su inteligencia, versatilidad y liderazgo, mientras que los jugadores negros eran criticados precisamente por carecer de dichas capacidades. Por su parte, los negros tenían cuatro veces más posibilidades de que los comentaristas se refirieran a sus habilidades físicas, y las referencias a su velocidad se multiplicaban por siete. En resumen: blanco listo, negro fuerte.

Pero las diferencias no acaban ahí. Los periodistas tendían a resaltar el compromiso con el trabajo y el entrenamiento de los jugadores blancos; en las mismas circunstancias, los jugadores negros simplemente estaban en forma, algo que ya había aparecido en investigaciones sobre descriptores raciales en el deporte estadounidense; ese don natural de los afroamericanos para ser atléticos. Un enorme sesgo racial en la manera en la que vemos y hablamos de los deportistas que va más allá de los insultos en el campo pero que sigue destacando a los blancos por su cerebro y a los negros por su músculo.

La publicación de este estudio me ha hecho pensar mucho en el modo en que concibo a los jugadores del HLA Alicante. Si soy capaz de ver más allá de los músculos de Zohore y de la velocidad de Pitts. Si me parece que Noah Allen trae la forma física de serie o hace tantas horas de gimnasio como Chumi o Bilbao, cuya profesionalidad tantas veces he alabado. Si hay más líderes en el vestuario además de Llompart o Urtasun. En qué términos me refiero a exjugadores lucentinos como Bamba Fall. ¿Acaso esas fintas de Pitts, ese descaro para atacar, esa seguridad para buscar los tiros imposibles no son muestra de una enorme inteligencia de juego?

Esta tarde, en el partido contra Destino Palencia que se disputa en el Pabellón Pedro Ferrándiz de Alicante, tenemos una oportunidad perfecta para sacudirnos los prejuicios raciales y aprender a mirar a los nuestros con ojos nuevos. Que la victoria tenga un único color: el del Lucentum.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats