Vaya, su última noche, después de 40 años, y tenía la voz tomada, no afónico, pero casi. Ronca, lo que le daba aún un mayor aire de despedida. José Ramón de la Morena (Brunete, 1956) que, ahí donde lo oyen, perdón, le oían, era un niño del Real Madrid pero que, muy pronto, por culpa de la Tía Andrea, que era como su abuela, se convirtió a la fe colchonera hasta el extremo de que le abrieron el Wanda, de noche, de madrugada (empezó a las 23.30 horas, como siempre, y acabó a las 02.23), para hacer su redondo programa de despedida, reconoció anoche, entre carcajadas cómplices, cuando su ídolo José Eulogio Gárate (“yo de niño solo quería entrevistar a Gárate") elogió (como todos los que aparecieron en el programa) su profesionalidad, su personalidad y su trayectoria, que él “en el fondo, solo soy un impostor y, antes de que me descubran, me largo”.

La verdad es que el programa fue maravilloso. Vale, sí, claro, cómo no, tuvo un puntito de ñoño, pero todos los oyentes estábamos de acuerdo con el tono (y los elogios). Fue una manera de repasar el álbum de los recuerdos de uno de los grandes de la radio española, mejor dicho, de las madrugadas. “Hoy despedimos al último radiofonista de España, al último capaz de hacer un programa de autor”, dijo Roberto Gómez, su mejor amigo, que le agradeció su amistad y lealtad a lo largo de 42 años “y también la confianza que depositaste en mí, pero quiero recordarte que antes fui yo quien te otorgo mi confianza, pues fuiste becario mío”.

El gran Bustillo

El gran goleador Gárate, el inmenso rematador de cabeza (“yo, en el patio del colegio, era incapaz de darle al balón con la cabeza ¡incapaz!”), fue el lazarillo de De la Morena en su última noche, el hombre con el que desarrolló su última actuación. Bueno, todo el mundo sabe que el auténtico ángel de la guardia de ‘Joserra’, su compañero del alma, su asistente, el conseguidor, es el gran Carlos Bustillo. “Mira, Bustillo, para ti tengo mis últimas palabras, o casi: tú, por tus creencias religiosas, hace tiempo que te ganaste el cielo, pero la Tierra, lo que se dice la Tierra, te la has ganado de sobras con lo que me has aguantado y por lo mucho, todo, que me has ayudado en estos años”.

La primera conexión del programa fue con Joan Laporta. “Aquí estamos, tú y yo, viviendo una segunda juventud, rejuvenecidos, aún no sé por qué te vas, pero te deseo lo mejor porque a ti te gusta el ser humano, te echaré mucho de menos”, le comentó el presidente azulgrana. “Sé que te gustaría que, en este tú último programa, te dijese que hemos renovado a Leo Messi, pero no puedo decírtelo porque estamos en el buen camino, estamos tranquilos, pero aún no está firmado, no. Lo siento, de verdad”, le comentó Laporta con un tono maravilloso tras la sugerencia de Joserra de “écheme una primicia, anda”.

Mientras de fondo sonaba 'Adiós muchachos', de Carlos Gardel, apareció Rafa Nadal, recién bajado de su yate tras unas pequeñas vacaciones. El tenista aseguró haberlo pasado mal para superar su última eliminación en Roland Garros (“hace mucho tiempo que asumí que no siempre se gana”) y le agradeció al periodista “haber contado, durante todos estos años, tantos y tantos éxitos de los deportistas españoles, yo creo que nosotros sin ti no hubiésemos sido lo mismo”.

José Ramón de la Morena, anoche, en el banquillo del Wanda Metropolitano preparando su última madrugada Onda Cero

Luego, De la Morena saltó al césped del Wanda, “que es nuevo y está precioso”, para hacer una charla maravillosa con dos porteros como Abel y Esteban, que recordaron, al igual que había hecho Gárate (“los marcajes que los centrales nos hacían a nosotros sí eran marcajes, te acompañaban hasta al lavabo e iban a por ti: o daban al balón o se te llevaban por delante”) que el fútbol ha cambiado una barbaridad. “Yo recuerdo una vez, en el viejo Atocha”, explicó Abel, “que un espectador me cogió del pelo, justo cuando iba a sacar de puerta ¡Si es que la red de la portería casi entraba en la grada!” “Yo lo que recuerdo era todo lo que nos gritaban. Un día, en Sevilla, estaba calentando al ‘Mono’ Burgos y un tío desde la tribuna me gritó ‘¡pero tú, Esteban, que eres un portero o un termo, que solo sirves para calentar!”, contó el colchonero venido de Oviedo.

Todo tuvo, sí, un aire intimista como debía ser en alguien que, a veces, ha tratado de hacer poesía en la radio, aunque no siempre lo logró (insisto en el tonecito, a veces, ñoña). Pero todo fue muy real y auténtico. Apareció, claro, el ‘Cholo’ Simeone, desde su casa de Ibiza. “¿Qué cómo le explico a la gente que somos del Atlético?, pues de la única manera, Joserra, que se puede explicar, diciéndoles que somos del Atlético porque es un sentimiento”.

Y, de pronto, poco después de que sonase, a todo volumen, el casi himno del Atlético, el ‘Motivos de un sentimiento’, de Joaquín Sabina, emergió, "desde el purgatorio", tal cual, tal cual, Jesús Gil y Gil, en un montaje espectacular en el que, utilizando cortes de tiempos pasados, el monarca de Marbella mostraba su orgullo por cómo, su hijo Miguel Ángel y Enrique Cerezo, acabaron resucitando y convirtiendo en campeón a su Atlético.

Quieto, su Majestad

Y fue entonces, al menos yo, cuando nos enterados que el hijo de Gil y Gil, no solo no ve los partidos de su Atlético, sino que se pasa los 90 minutos que dura el partido, o más, yendo a iglesias y ermitas para ayudarle a ganar. Y cuando supimos que, en el minuto 89, de la final de la Champions de Lisboa (4-1 para el Real Madrid), el Rey Emérito se levantó en el palco, cuando los colchoneros ganaban 0-1, con gol de Godín, y le dijo a Cerezo “vamos, presidente, tenemos que ir bajando para entregarle la copa”. Y Cerezo, con su característica serenidad, le dijo: “No corra, su Majestad, no corra, que esto es fútbol y esto es muy largo, aún no ha terminado”. Y remató Sergio Ramos (90-3) y, luego, Bale, y Marcelo, y Cristiano Ronaldo. Cerezo, que se hizo del Atlético, porque, en el primer video club que montó, tenía como clientes a la mitad de la plantilla rojiblanca.

Enrique Cerezo, José Ramón de la Morena y Miguel Ángel Gil Marín, en el banquillo del Wanda Metropolitano Onda Cero

Acabaron, claro, regalándole una camiseta “de seda, ¡es de seda!” del Atletico, con su nombre grabado, “grabado para que no te lo quites y la vendas”, matizó Cerezo y, por supuesto, deseándole la mejor de las suertes en su nueva vida “porque, aunque no te lo creas, hay vida después de la radio”, le dijo Miguel Ángel. “Tranquilo, Miguel Ángel, que yo seguiré aquí, no apagaré el transistor, este es un vicio del que ni quiero ni me voy a quitar nunca”.

A por la parejita

Se despidieron y le desearon la mejor de las suertes y vidas, compañeros como Jorge Valdano, Perico Delgado, Manu Carreño y Juanma Castaño. “Primero”, comentó Castaño, “fui un gran fan tuyo. Luego, tuve el privilegio de ser compañero tuyo y trabajar contigo. Más tarde, fuimos hasta rivales, cosa que ¡jamás hubiese imaginado! y siempre, siempre, me he sentido muy a gusto a tu lado. Y, a partir de ahora, espero ser amigo tuyo para lo que quieras y necesites”.

Y se iban apagando 40 apasionados años de vivencias y radio de madrugada. Fue, entonces, cuando De la Morena reconoció que el momento más bestia y vibrante se produjo, en diciembre del 2007, cuando, junto a Fernando Alonso y Víctor Manuel, bajaron, 600 metros bajo tierra, al pozo Nicolasa, en las minas de Mieres, para hacer y cantar un programa con los mineros “que ellos sí son dignos de admirar” y de llevarse, probablemente, todos y cada uno de los piropos que, anoche, se llevó el último autor de la madrugada.

¡Ah!, se me olvidaba, Joserra, que se jubila porque quiere amar aún más a Laura Vázquez y a su pequeño José Ramón, anunció que, en cuanto pueda, es decir, hoy, se pone a buscar la parejita. Ya tiene curro. También de madrugada. O no.