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Atletismo

Las noches sin huella de Gonzalo Basconcelo

El atleta vigués ha entrado en Alcohólicos Anónimos y habla de su lucha contra esta adicción: “Me siento muy fuerte y supermotivado”

Gonzalo Basconcelo se impone en la Carreira Nocturna de San Xoán. Marta G. Brea

“Abro hilo para contar el reto más grande al que me he enfrentado nunca”, escribe en Twitter Gonzalo Basconcelo, mediofondista estelar del Celta durante la última década. Al preámbulo no le sigue la marca que pretende o la victoria que sueña. El vigués, de 27 años, relata juergas desaforadas y afectos quebrados; la angustia de no reconocerse y no recordarse. Gonzalo se declara adicto a la bebida. Ha contactado con Alcohólicos Anónimos y ya ha participado en reuniones. Encadena una semana sin probar gota, todavía pronto para entusiasmarse pero suficiente para reafirmarse en su decisión: “Tengo muchas ganas de seguir con esto que me he propuesto”.

Hacer pública su situación no formaba parte del plan. Gonzalo aceptó su condición alcohólica en la intimidad, mirándose al espejo tras la última parranda. Decidido el cambio de rumbo, uno de los primeros desafíos es siempre enfrentarse a los antiguos hábitos. Gonzalo se reúne el jueves con unos amigos en un bar.

–Una Coca-Cola –le pide al camarero, que hasta hace escasos días le hubiera oído decir “una cerveza”.

–¿Qué te pasa?–le preguntan los colegas.

“No quería contarlo. Es una decisión que había tomado hace poco y no sabía cómo iba a afrontarla. Puse una excusa”, confiesa el joven. “Ahora que lo veo como algo serio, con lo que estoy comprometido, quería evitar volver a tener esa conversación”. Eligió una red social para anunciarlo: “Sabía que se enteraría todo el mundo, pero se ha viralizado mucho más de lo que pensaba. Me ha hablado gente por privado contándome que les pasaba lo mismo. Me parece estupendo. Si alguien ve ese hilo y le ayuda a darse cuenta de que tiene un problema como yo y como muchísima gente, será superútil”.

El valor de su historia es precisamente su cotidianeidad, de un alcoholismo sin poesía ni drama. Empezó a beber recién traspasada la mayoría de edad, con el desahogo de la adolescencia. No se le ha descolgado la tripa, tampoco le tiemblan las manos ni se ha desarraigado. “A nivel físico nunca sufrí nada. No estoy en una fase avanzada ni mucho menos. Tengo relaciones sociales sanas. Voy al trabajo todos los días y cumplo. Hago deporte”, detalla.

Los síntomas, sin embargo, eran perceptibles bajo esa aparente normalidad: “Alcohólico no es solo aquel que ves tirado en la calle. No es necesario beber todos los días. Alcohólico también soy. Salgo de fiesta o voy un martes a tomar algo y no soy capaz de parar. Empiezas con una cerveza y pasas a chupitos, copas… Nunca tienes fin. El problema es el primer trago. No sabes controlar ni frenar. Esto es una enfermedad”.

La descripción podría adjudicarse a muchos que no se reconocen en tal condición. “El alcohol es de las drogas más duras que hay. Como está socialmente aceptada y es legal, de forma natural se le quita importancia”, reflexiona el atleta. “No sé si una persona que bebe todos los fines de semana es alcohólico si mantiene un control. No se debería normalizar beber ocho cubatas el viernes, el sábado... Pero no me quiero meter en si es alcoholismo. Para mí era normal emborracharme cada vez que salía, a sabiendas de que en realidad no era así”.

Para Gonzalo, aquellas tremendas borracheras de la adolescencia se habían acabado convirtiendo en la trama ineludible de sus andanzas, luego apenas recordadas de manera borrosa o totalmente fundidas a negro como los días sin huella narrados por Billy Wilder. “Uno de los síntomas del alcoholismo son las lagunas mentales. Desde hace cuatro o cinco años no tengo una noche en la que me acuerde absolutamente de todo y tengo noches en las que no me acuerdo de nada”.

Eran otros los que le testimoniaban sus desmanes, mayormente con desagrado. “Hyde”, dice Gonzalo de sí mismo por esa expresión degradada del personaje de Stevenson; más desatado que desinhibido, sin límites morales ni sociales. Otros lo padecían. “Esta enfermedad no solo la sufres tú. También todos los que te rodean”, conviene. “Algunos domingos me he levantado sabiendo que había hecho algo malo pero no qué, con esa sensación o esa presión de saber que la había liado. He pedido perdón sin tener ni idea y luego me lo han contado”.

“La gente a tu alrededor lo sufre”, sentencia. “Algunos deciden sufrirlo mucho tiempo. Tengo amigos de los que he recibido reproches y reproches. Y siguen ahí. Otros te conocen menos o se han cansado de soportarlo y se alejan de tu vida como es lógico; es irreprochable. Tener alguien así a tu lado es muy complicado. No tienes que acomodarte en que siempre habrá una segunda oportunidad. No siempre la habrá”.

La recurrencia al alcohol inevitablemente ha terminado pasando factura al atleta campeón gallego de 1.500 que fue; al ganador de tantas pruebas populares. A poco que el reloj ha avanzado, su cuerpo se ha resentido. “Antes lo soportaba más. No me lesionaba. Bebía y al día siguiente salía a entrenar sin problema. Compaginaba entrenamientos y resultados de cierto nivel con salir de fiesta”, recuerda. “Ahora me resulta imposible. Desde hace unos años empiezo a lesionarme más. Esta enfermedad te afecta físicamente. El alcohol te deshidrata, te destroza el hígado”. Gonzalo bajó su rendimiento, le cicateó a la preparación. Describe: “Dejé de entrenar durante etapas, de competir. Te alejas de lo que te mantiene en el lado sano y es la perdición. Dispones de más tiempo para salir y tomar algo.”.

Así, rodando por tal pendiente, llega al fin esa última resaca, el arrepentimiento y la penitencia en su autoconfesión. No esa promesa que durará lo que la jaqueca, sino la firme decisión que lo llevará a buscar el contacto de Alcohólicos Anónimos en internet. Sucedió hace una semana, al lunes siguiente. “En el mundo hay más de 90.000 grupos. En Vigo todos los días hay alguno que se reúne. Contactas fácil. Llamé y al momento me atendieron”, agradece.

–¿Por qué no paras de beber? –le habían reclamado a veces.

“La filosofía de Alcohólicos Anónimos es que quien mejor te puede ayudar a abandonar esta vida es otro alcohólico. La gente que no es alcohólica no comprende por qué no tienes fin”, expone Gonzalo. En los dos corros a los que ha acudido hasta el momento ha encontrado la confirmación de su dolencia y una vía –los doce pasos– para sanar. “Cada uno cuenta cómo se siente ese día, cómo lo afronta, se lee una reflexión o algo del libro de la comunidad, que se edita desde 1935”.

En el caso de Gonzalo, el retorno al atletismo se incluye en el proceso. Este domingo salió a trotar por primera vez desde el 22 de julio. “En verano me tocaría descansar, pero llevo bastante tiempo sin correr. No tengo un plan muy firme de entrenamiento. Voy cuando me apetece”, anticipa. “Volver al deporte de cierto rendimiento es duro. Te ves alejado de lo que eras multiplicado por mil. Mi estado de forma es lamentable. Pero correr me apasiona y me encantaría recuperar esa motivación. Es una de las cosas a las que me voy a aferrar para abandonar este modo de vida”.

Apenas ha comenzado el camino. “Este fin de semana me encerré un poco en casa. Lo que no puedo hacer ahora es meterme en un bar con mis colegas y que todo sea como antes. A lo mejor conseguiría no beber nada pero puede apetecerme y no quiero pasar por ahí de momento”, acepta. Pero no duda de que cruzará la meta alzando los brazos como tantas veces: ”Estoy supermotivado y me siento muy fuerte”.

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