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Fútbol

La nueva vida de Ernesto Valverde, el fotógrafo que se hizo entrenador

Al exentrenador del FC Barcelona le duele (y mucho) que le consideren un intruso, porque él estudió y se preparó para vivir de la fotografía, un arte que acabó siendo el complemento del fútbol.

El exentrenador azulgrana Ernesto Valverde en su exposición.

Siempre está oculto. Bueno, oculto para la mayoría de la gente. Hasta sus amigos, según me cuentan algunos de ellos, tienen serias dificultades de hacerse, cara a cara, con una de sus escasísimas sonrisas. Ve el mundo a su manera, como todos, pero Ernesto Valverde (Viandar de la Vera, Cáceres, 57 años) es de poco (nada) ruido aunque, sin duda, debe de tener su círculo más íntimo que, al leer estas líneas, pensará: "Este tipo no conoce al auténtico 'Txingurri', nuestra hormiga es una caja de música, dicharachero, campechano, colega, divertido".

Vale, aceptemos pulpo como animal de compañía. Lo cierto es que Valverde, futbolista veloz, pícaro, asistente, extremito completísimo y útil como pocos (tan pocos que casi ya no hay futbolistas como él), pasó de ser jugador de fútbol a entrenador de éxito, tremendamente educado en todo lo que hace y cómo lo hace y, por supuesto, ya muy desengañado de lo que Javier Tebas, el presidente de LaLiga, llama la industria del fútbol.

La suerte de conocer (un poco) a Ernesto Valverde te permite charlar con él sabiendo, ya de antemano, que el fútbol está (casi) prohibido. Es decir, que no me contará lo que le ocurrió (al final) en el Barça porque acabaría cayéndose, créanme, más de un mito (y gordo). Y, segundo, porque, como dice él, ya no le interesa a nadie. ¡Mentira! Le sigue interesando a muchísima gente (por ejemplo, a mí), pero, insisto, respetemos ese mundo donde perro no muerde a perro.

El entonces técnico azulgrana captó esta curiosa imagen de aficionados en un partido amistoso en Sudáfrica. Ernesto Valverde

Una afición más fuerte que la futbolera

Lo que ustedes no saben aunque, tal vez, sospechen, porque ustedes son muy, muy, listos, es que a Valverde le gustaba (gusta) más la fotografía que el fútbol. Es más, él iba para (es) fotógrafo, lo que ocurre es que le enredaron las gentes de esa industria del entretenimiento y le alejaron del arte, aunque él, como no se cansa de reconocer, siempre lleva una cámara compacta, pequeña, suficiente para ser su tercer ojo, en el bolsillo, ya desde que empezó a estudiar fotografía en el Institut d’Estudis Fotogràfics de Catalunya, en Barcelona, en la Escuela Industrial, allá por el año 86 cuando fichó por el RCD Espanyol y mucho antes de fundar, en Bilbao, el Centro de Fotografía Contemporánea.

"Me gustan las fotos que te dan un puñetazo en la cara"

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Ese Valverde que, como todo en su vida, tampoco le contó a muchos que quería ser fotógrafo y ganarse la vida como retratista (jamás se le ocurrió ir a la guerra persiguiendo un Pulitzer), ha sido capaz (esa es otra de sus virtudes secretas) de poner de acuerdo, vaya, al Athletic y a la Real Sociedad, para exponer una colección de fotos fascinantes en Bilbao y San Sebastián.

Se trata de una exposición exquisita, no exenta de dureza e impacto. Se trata de fotografiar a los que te persiguen. Es el fotógrafo que retrata a los fotógrafos furtivos. Por eso el título de su último libro, que deben comprarlo (web de la editorial Fracaso Books, 35 euros, barato para lo que suelen costar los libros de fotos, se lo digo yo), se titula 'Frontera', pues las imágenes se preguntan quienes son los habitantes al otro lado de la frontera, esa línea que separa el autobús del equipo de turno llegando al estadio de sus fans.

El ‘Txingurri’ captó esta imagen desde el bus del Barça cuando fans japoneses buscaban autógrafos y fotos en Tokio. Ernesto Valverde

Valverde, que empezó, como todos, con la fotografía analógica e, incluso, teniendo su propio laboratorio ("¡uf!, ese olor, ¡caray! esas manchas marrones en tus uñas por culpa del revelador, esa penumbra tan de laboratorio fotográfico"), ahora se maneja con la impresora y todos los trucos digitales: "Aun así, sigo prefiriendo, por encima de todo, el blanco y negro". Eso sí, cuando ve una imagen en color, pero en color rabioso, impactante, resopla y dice: "¡Vaya!, cómo habrá hecho ese tipo esa foto y cómo la habrá tratado para que sea tan preciosa".

"No oculto ni enseño mi cámara. El problema es que la gente enseguida te reconoce y eso crea cierta distancia"

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Volviendo a la frontera, cuando Valverde hizo esas fotografías en todos los clubs y países en los que ha entrenado y/o jugado, siempre tenía en mente una idea: "Yo podría ser cualquier de los retratados, me identifico con todos ellos. Es decir, esa pasión que demuestra la gente que va detrás de un equipo, que vive con intensidad la vida de su club, que idolatra a esos futbolistas, pueden ser desde un juez hasta un minero, desde una doctora a una telefonista, no están locos, no –y no pienso hablar de los ultras, de los alborotadores, no–, simplemente son unos apasionados del fútbol, de su equipo, de su club, de sus futbolistas preferidos. Y, sí, ahí podría estar yo, ¡claro que sí!, con la cámara o con el móvil, pero me veo perfectamente reflejado en ellos".

Es evidente que Valverde no se ha pasado la vida haciendo fotos, pero sí se ha pasado, se pasa, la vida con la cámara en el bolsillo. Una cámara pequeña, con un objetivo que es idéntico al ojo humano, es decir, un 35mm, a lo sumo, un pequeño zoom de 35-75 mm, capaz, simplemente, de secuestrar la misma imagen o recuadro que capta el ojo humano, en idéntico formato. Le gusta sorprender cuando hace fotos, aunque, si es necesario, pide permiso para hacerlas, no vaya a ser que sea inoportuno, cosa que el Valverde de toda la vida jamás aceptaría y consideraría una falta de educación, de urbanidad.

Ernesto Valverde fotografió a los seguidores de su Olympiacos, en las calles de Agrinio, antes de conquistar la Liga. Ernesto Valverde

Ha hecho y hace todo tipo de fotografía. "¡He fotografiado hasta a animales!", dice, como si fuese la mayor barbaridad que ha hecho. Hablando de barbaridades, últimamente se maneja en el aquí te pillo, aquí te mato. Es más o menos un fotógrafo furtivo. "Yo llevo siempre la cámara y ni la muestro ni la oculto. Mi problema es que la gente enseguida, o habitualmente, descubre quién soy y eso crea cierta distancia. En este sentido, hay algo que es muy sorprendente y es que la gente flipa, hasta duda de la autoría, cuando un profesional de cualquier otro sector, como arquitectos, actores ¡hay muchos actores grandes fotógrafos!, cirujanos, escritores o abogados tienen como entretenimiento o segunda profesión la fotografía. Es evidente que ninguno nos ganamos la vida con la fotografía, pero, cuando ves las fotos de esa gente, piensas: ‘¡Caray, podría ganarse la vida con esto!’. Yo, que en principio quería hacerlo, dejé de pensar en ello muy pronto porque enseguida me fue bien sobre el césped y, luego, he tenido continuidad en los banquillos" .

"Me gusta el blanco y negro. He sido educado en blanco y negro, aunque reconozco que el color es muy impactante"

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Le digo que papá decía que "la vida es en color, pero las fotos han de ser en blanco y negro". Valverde comparte esa sentencia, aunque no del todo, así que no me permite utilizarla como titular. "Yo veo cosas en color que son increíbles, aunque sigo prefiriendo el blanco y negro, por supuesto. El blanco y negro es algo que se sale de lo normal. No deja de ser curioso que la vida, en efecto, sea en color, que es como entran las imágenes en nuestra mente, pero nosotros hemos sido educados con la fotografía en blanco y negro. El blanco y negro es la realidad, sí, pero diferente. Repito: yo tengo el ojo educado en el blanco y negro, pero hay fotógrafos que han hecho un auténtico arte del color y eso también me parece muy meritorio".

Ernesto Valverde vivió con gran pasión el fútbol en Grecia, donde la policía, tal como refleja esta foto, siempre está alerta. Ernesto Valverde

Fotógrafo de siempre

Lo que más detesta Valverde –y eso suele ocurrir demasiado a menudo– es que se le considere un intruso, cuando él siempre fue fotógrafo. "No sé, es posible que alguien al ver mis fotos piense: ‘Vale, sí, están bien, pero dedícate a lo tuyo’. Eso me duele, me duele mucho, porque yo jamás lo diría de un arquitecto que hiciera de entrenador". Al Txingurri jamás le ha gustado incordiar, ni siquiera molestar, tal vez por eso se niega, ya desde hace tiempo, a hablar (en serio) de fútbol, así que sigamos con la fotografía, que es lo que a ustedes les interesa.

"Yo podría ser cualquiera de los fans que fotografío desde el bus de mi equipo, claro que sí. Me identifico con todos ellos"

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Y ahí es donde nos encontramos, por decir algo fuera de lo políticamente correcto, a un Valverde mucho más duro. Le pregunto qué tipo de fotografía le gusta o hace. "No me gustan las fotos complacientes, demasiado amables. Un paisaje precioso, vale, estupendo, pero visto uno, vistos todos. Me gustan las fotografías que te dan un puñetazo en la cara, que te golpean. Prefiero las imágenes duras que blandas. Me encanta que la gente se sorprenda ante una foto mía y me digan: ‘¡Joder, tío!, esta foto es impactante, diferente, sorprende’. Igual no esperaban esa dureza en mí, en alguien que es futbolista y/o entrenador y se mete a fotógrafo, pero me gustan las fotos que te ponen tenso, en guardia".

Este es Ernesto Valverde, el fotógrafo. El otro, el futbolista, el entrenador, ya está en los libros de historia del fútbol, en Google.

Y recuerden, la vida es en color, pero las fotos han de ser en blanco y negro. 

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