Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Galicia

El viaje a la felicidad de Íker y Marcos

El portero y el centrocampista del Peñasco apuran su etapa en el fútbol femenino mientras completan su transición

Íker y Marcos, de 19 años y 21 años, ayer, en el campo federativo de Coia.

Norberto Losada, el entrenador del Peñasco femenino, que milita en Segunda Galicia, sale a la banda y da instrucciones a su portero.

–Íker, Íker –reclama.

En otras ocasiones necesita rectificar el funcionamiento de la medular.

–Marcos –llama entonces a su mediocentro.

Cuando el Peñasco actúa fuera de Vigo, en lugares donde no los conocen, Norberto observa de reojo, por si en el banquillo rival alguien se intriga o protesta. Nunca ha sucedido. Íker y Marcos se sienten protegidos en un momento trascendental de sus vidas. Ambos afrontan el proceso de acomodar su anatomía y legalidad a su identidad sexualSe encuentran en plena transición. Íker ya figura como tal en su DNI. Empezó a hormonarse en octubre de 2020. Se operará en seis meses. Marcos camina algunos pasos por detrás. Se afana en las gestiones del registro. Se hormona desde agosto. Aún observa distante la operación. Los dos asumen que al final deberán renunciar a jugar en un equipo que sienten como propio. Aceptan el precio. Han emprendido un viaje hacia la felicidad y lo encaran juntos por una carambola del destino.

Íker y Marcos, en el vestuario del Federativo de Coia. R. Grobas

Íker Vidal Túñez nació hace 19 años. Lo inscribieron como Ainhoa. Pronto detectó que aquella existencia no le correspondía. “Siempre lo tuve claro, desde que era pequeño, aunque no sabía bien qué me pasaba. No tenía información ni sabía que esto era posible”, comenta. Su inquietud se aclaró cuando conoció el concepto de disforia de género: la incomodidad o angustia que experimenta la persona cuya identidad sexual no se corresponde con la que le han asignado o con ciertas características de su cuerpo. “Llegué a un punto en que me di cuenta. Lo hablé con mis padres y siempre tuve su apoyo. También el de mis amigos. Mi hermana, Ana, fue muy importante. No me quejo”.

Marcos Perfecto Arjona lo bautizaron María. Atravesó las mismas fases de desazón, exploración y descubrimiento que Íker.

–No puedo más –recuerda decirse en sus horas de zozobra.

Retiene con precisión esa epifanía. “Se me vinieron los recuerdos a la mente y todo encajó: sentimientos que tenía, cómo me sentía en determinadas situaciones... Cuando lo tuve claro, pensé: ‘Esto es’. Me pasé días y días viendo vídeos, una y otra vez, repetidos”. Su familia necesitó un “tiempo para hacerse a la idea. Es un shock”, acepta, aunque pronto lo cobijaron con igual amor que a Íker: “A mi madre, Carmen, le costó y ahora es la que más me apoya”.

Cuando eso sucedió, el fútbol ya se había convertido en una parte importante de sus vidas. Íker comenzó en el Coia a los tres años. Jugó como central hasta los 13, en que probó de portero. A los dos meses ya lo reclamaban para la selección gallega. Sárdoma, Olivo y Pereiró fueron sus siguientes equipos.

Marcos se inició a los cinco años. Su padre, José Ramón, conocido como Choco, y su hermano, Andrés, jugaban. Él, todavía María, los acompañaba, con las botas de fútbol asomándole bajo el vestido. Debutó en el equipo de fútbol sala de su colegio. Lo fichó El Olivo, donde también probaría el fútbol-7. El fútbol-11 lo conoció ya en el Sárdoma y en el Erizana. Lo dejó durante un año de estancia en Madrid. “Me apeteció volver a jugar cuando regresé. Tenía el mono”, bromea. Se enroló en el Tui de fútbol sala. En verano disputaba torneos.

José Manuel y María del Carmen, los padres de Íker, lo secundaron en su decisión de cambiar de sexo a nivel legal. Los necesitaba porque inició los trámites dos meses antes de cumplir los 18 años. “Me vino bien. Menos papeleo”; se ufana. “A las dos o tres semanas ya tenía el DNI cambiado. En el registro se portaron genial conmigo”. En ese documento figuraba al fin un nombre adoptado por consenso: “Le dije a mis padres que les dejaba que lo eligiesen, como habían hecho la primera vez. Era como volver a nacer”.

–Tengo una lista pero si no os gusta ninguno, no pasa nada.

Daniel, Hugo o Enzo figuraban entre las opciones. “Mi madre le dio muchas vueltas”, menciona. Su padre, madridista, lo supo enseguida: “Y encima, siendo yo portero...”.

Marcos está descubriendo ahora mismo cómo se deshace esa urdimbre de documentos, anotaciones y vinculaciones que se asocian a un nombre desde que nacemos. También la propia asimilación mental al sonido que nos representa. Probó primero con Hugo y así lo llamaban sus amigos, hasta encontrarse en Marcos. Atraviesa ese momento concreto en que aún debe desprenderse de los rescoldos de lo que fue y reconocerse siempre en lo suyo. Le sucedió recientemente con una profesora antigua. “Ella no sabía nada y me llamaba María. ‘¿De quién habla?’, pensaba yo”. A la vez se le hacía extraño que sus padres lo llamasen Marcos, abandonando otros apelativos: “Para habituarnos todos en casa empezaron a llamarme por mi nombre”.

“Depende de la persona. Conozco a chicos que se adaptan muy rápido. A mí me parecía raro al principio. Son muchos años”, razona Íker.

–¡Ostras, soy yo! –exclamaba si alguien, viéndolo indiferente, insistía en llamarlo.

El Pereiró femenino, en el que militaba, se deshizo en 2020. Muchas jugadoras se mudaron al Peñasco, refundado en 2014. Íker advirtió al director deportivo del nuevo club sobre su situación.

–Como mi hijo –le respondió.

Era Choco, el padre de Marcos, que lo aceptó sin problemas e incluso le pidió:

–A mi hijo le da vergüenza jugar con nosotros. A ver si hablas un día con él y lo convences.

La llegada de Íker ha sido importante para Marcos, que se unió al equipo el pasado verano, sin aclarar su identidad sexual. “Yo conocía a muchas jugadoras del Peñasco, pero como María. Me daba mucho palo. Al principio solo lo sabían la capitana e Íker. En un entrenamiento lo tuve que decir. Me costó un huevo. Pero la reacción estuvo muy bien. Es un gran grupo. Que estuviese ya Íker me ayudó”, confiesa.

El Peñasco, tras la final de la Copa Vigo que perdieron con el Sárdoma.

Seguir jugando en categoría femenina, cuando ya han iniciado e incluso completado pasos en su transición, no les resulta molesto. “Yo estoy cómodo, aunque no negaré que a veces lo paso un poco mal. Cuando nos hormonamos, tenemos más fuerza. Si ves un saque mío de puerta... ”. Tampoco ha sufrido experiencias desagradables: “Con el cuerpo que tengo y que me llamen Íker, a veces temo que alguien lo escuche y que me diga algo. Si sucediese, sé defenderme”. Marcos argumenta: “En el fútbol femenino se conoce todo el mundo. En cada equipo siempre hay alguien del colectivo. En otros aspectos me ha dado cosa lo que pensasen los demás; en el fútbol, no. En el femenino está muy aceptado. Hay más diversidad. En el masculino, por ejemplo, sigue siendo muy difícil que un jugador reconozca que es homosexual”. “Los dos son encantadores y en el equipo todo resulta natural”, asevera Norberto, el entrenador.

Ya que el portero, aunque menor en edad, ha iniciado antes el proceso, le sirve de cicerone a Marcos. Íker se ha entrevistado con el endocrino. En seis meses se someterá a la mastectomía. Está evaluando operarse por la privada: “Casi no se notan las cicatrices. Además, aprovechan y te reducen la cadera”. No se plantea una reconstrucción genital: “Lo tienen mejor las chicas trans. No te aseguran sentir placer ni que quede bien. Ahí no tengo problemas. Yo sufro mucho complejo de pecho. Ahora se me ha reducido. Hace un año no hubiera sido capaz de cambiarme en un vestuario”.

“Tienes que llevar un año de hormonas. Prefiero esperar y tener paciencia, que el cuerpo se me forme. Dará mejor resultado. Es para toda la vida”, conviene Marcos, que advierte: “Otros deciden no hormonarse. Depende de la persona. Buscamos sentirnos cómodos con nosotros mismos”. Íker tranquiliza a su amigo y le anticipa: “Hace un año pensaba que ojalá llegase el momento de quitármelas. El tiempo pasa rápido. Se te reducen, se te anchea la espalda y coges masa. Cambias muchísimo”.

La vida no se contiene en ese entorno futbolístico que los arropa. “Nos queda mucho por avanzar como sociedad”, reflexionan. Íker tuvo pareja “y muy bien. Ahora que ya no estoy con ella, tengo miedo al rechazo con otra persona”. Marcos coincide: “Con mis amigos estoy genial. Pero a otro nivel sí me que cuesta. Prefiero que pase el tiempo y si aparece alguien que me interesa...”. Pese a esos miedos, ambos han aceptado desprenderse del anonimato. No por ellos, que se sienten queridos y aceptados en su viaje, sino por los que sufren en soledad y silencio: “Que vean que esto pasa, que no están solos y hay más gente como ellos. Y que se puede ser feliz”.

Retirada, pero en el club

La Federación Gallega de Fútbol, en materia de transexualidad, se ciñe a marcos legales más amplios: el de la Constitución Española, que protege la dignidad de la persona en su artículo 1 y prohíbe la discriminación por razón de identidad sexual en el 14; también lo que el Comité Olímpico Internacional ha ido resolviendo de manera más específica. Así lo explica el secretario general federativo, Diego Batalla.

El COI, en noviembre de 2015, determinó que los deportistas que realizan la transición de mujer a hombre pueden competir en categoría masculina sin restricciones. El debate se centra en la transición de hombre a mujer por las posibles ventajas físicas. El COI ha ido variando su doctrina. El organismo fijaba que las deportistas, además de identificarse como mujeres, debían presentar niveles de testosterona inferiores a los 10 nanomoles por litro durante los doce meses anteriores a la competición.

El COI, posteriormente, ha concedido libertad de acción a los comités nacionales y federaciones. Comprende que las variaciones aceptables de testosterona pueden diferir mucho entre modalidades (de tiro con arco a halterofilia, por ejemplo). En España, sin embargo, a la espera de adecuarse a la “Ley Trans” impulsada por la ministra Irene Montero, los organismos deportivos se mantienen fieles al criterio de los 10 nanomoles.

No existen dudas con Íker y Marcos. La transición de mujer a hombre no genera controversias competitivas ni queda nada por resolver cuando se efectúa el cambio en el registro civil. Íker asume que se retirará al final de esta temporada. Ya que legalmente hombre, y tras la operación, concluye el periodo en que todavía puede competir en categoría femenina. El adiós de Marcos llegará en la próxima campaña, si se cumplen los plazos previstos.

Podrían jugar en categoría masculina. Ninguno de los dos lo considera factible. “No jugaré, aunque me da mucha pena. Veo entrenar a los chicos y son muy brutos. No controlan. Como portero, si me pegan un fogonazo...”, explica Íker. Marcos confiesa: “Lo dejaré. No lo veo”. Practicarán otros deportes (Marcos ya probó en su día natación, tenis o béisbol) y se aliviarán la nostalgia futbolística en pachangas o en los entrenamientos. Norberto le ha propuesto a Íker que forme parte de su cuerpo técnico. Para Marcos planean en el club un puesto en las categorías inferiores. Eso les permitirá seguir perteneciendo a la familia del Peñasco.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats