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Deporte paralímpico

El camino de la campeona mundial de esgrima: cuatro años de dolor, superación y sonrisas

Dos meses después del accidente de tráfico en el que perdió una pierna, la viguesa Judith Rodríguez posteaba: "La vida que me espera no sé si va a ser peor o mejor, pero estoy dispuesta a descubrirlo"

Cuatro años después de su accidente, Judith se colgó el oro en una Copa del Mundo de esgrima (izda.) / A la derecha, foto que subió a su perfil de Instagram, dos meses después de su amputación.

La viguesa Judith Rodríguez se proclamaba, este pasado fin de semana, campeona de la Copa del Mundo de esgrima en silla de ruedas, en la modalidad de espada, competición que se celebró en la ciudad brasileña de Sao Paulo. Un oro que supone el mejor resultado de la esgrima paralímpica española en los últimos doce años.

La viguesa hizo sonar en Sao Paulo el himno español, en un instante especialmente intenso para ella. Y es que hace cuatro años, Judith sufrió la amputación de su pierna derecha tras un accidente de tráfico. Ese día comenzó un nuevo tramo de su carrera deportiva que ayer vivió su primer gran episodio y que espera no sea el último. “Ha sido un largo trabajo desde que tuve el accidente hasta este momento y estoy viviendo uno de los grandes días de mi vida”, declaraba tras colgarse la medalla. En su cabeza ya están los Juegos Paralímpicos de París y, a la vista de sus resultados, cada vez más cerca. Y es que este logro supone la confirmación de que Judith, una vez completada la transición a la esgrima paralímpica, está en condiciones de empezar a pelear por grandes objetivos.

Además de las referencias de sus momentos deportivos y personales que recogen los medios de comunicación desde que comenzó a competir en este deporte, su historia, de una manera más íntima, la ha autobiografiado la propia Judith, a través de las publicaciones en sus perfiles de sus redes sociales. Ahí es donde la viguesa expresa sus sensaciones, emociones y, sobre todo, la extraordinaira actitud ante la vida que ha demostrado antes, pero sobre todo después de aquel fatídico 10 de junio de 2018. Ese domingo, tras participar con el club El Olivo en el Campeonato de España por Clubes, en la localidad madrileña de Boadilla del Monte, regresaba a Vigo en el coche que conducía su padre, Manuel Rodríguez, y en el que también viajaba otra compañera del club. El vehículo se salía de la vía y volcaba en la mediana del kilómetro 72 de la autopista AP-6, a la altura de Navas de San Antonio (Segovia).

Antes del accidente

"Mirar de cerca al miedo y vencer al tedio, porque aquí quien sobrevive es quien mejor se adapta al medio, y la supervivencia no es solo seguir con vida, el alma también existe y exige una alternativa". Esta publicación en redes de la tiradora viguesa se producía meses antes del siniestro automovilístico en el que se vio implicada.

Ese tipo de citas eran habituales en Judith, que en otro de sus post en Instagram, años antes, decía: "Valora lo que tienes, supera lo que te duele y lucha por lo que quieres".

Frases motivadoras que ella siempre aplicaba a su vida personal, y al deporte que practicaba, la esgrima, en el que destacó desde muy joven, hasta el punto de convertirse en internacional, tras ser convocada en numerosas ocasiones para representar a España, en sus categorías inferiores, hasta la sub-23.

Pero esa fuerza de espíritu, esa superación, esa motivación que le ayudaba a sumar triunfos con la espada, el sable o el florete, también las consiguió poner en práctica cuando afrontó el combate más complicado de su vida. Tenía 22 años. Aquella tarde de junio, en la que Rafa Nadal disputaba una nueva final de Roland Garros, Judith iba sentada y dormida en el asiento del copiloto. Tras volcar, el coche recorrió cien metros cabeza abajo. La joven viguesa se había seccionado la pierna derecha, justo por debajo de la rodilla, y tenía otro corte desde el antebrazo al hombro. Dos agentes de policía le aplicaron un torniquete, mientras ella sujetaba su pierna, atrapada entre hierros. Cuando la excarcelaron, fue trasladada en helicóptero al Hospital Clínico de Valladolid, donde sufrió una amputación parcial.

Foto del club Olivo, dos semanas antes de lograr el subcampeonato de España en Boadilla del Monte.

La penúltima foto que compartió en su perfil de Instagram, dos semanas antes del accidente, recogía una momento del equipo de esgrima del club el Olivo, con una pose distendida y divertida, antes de viajar a Madrid para participar en el Campeonato de España de Boadilla del Monte.

Y es que las sonrisas siempre han estado presentes en las fotos y en las publicaciones de la mosquetera olívica en sus perfiles de redes sociales, sobre todo la suya. Como la que mostraba el 6 de junio de ese 2018, en una instantánea que compartía con sus seguidores, de cuando era niña. Fue lo último que subía a redes, antes de que cambiaría su vida para siempre.

El 9 de agosto de 2018, Judith volvía a sonreir. Y lo hacía ya sin su pierna derecha completa. Solo habían pasado dos meses del accidente y la joven esgrimista compartía una tierna foto con un perrito, su amputación vendada, y una silla de ruedas. A ella le acompañaba, una confesión de sus emociones durante esas últimas semanas: "Sí, soy Judith; esa chica esgrimista de 22 años que le amputaron un trozo de pierna. Esa que casi pierde la vida en un accidente de tráfico hace dos meses pero hoy está aquí. En este tiempo he llegado a sentir todo tipo de emociones y sensaciones: impotencia, rabia, odio, miedo, desesperación, tristeza, nerviosismo, inquietud, soledad, desconfianza y dolor, dolor y mucho dolor. Pero también he sentido alegría, empatía, amor, calma, asombro, felicidad, seguridad, valentía y paciencia, paciencia y mucha paciencia. Está claro que mi vida ya no va a ser como antes, y la que me espera no sé si va a ser peor o mejor, pero estoy dispuesta a descubrirlo y ver a dónde me quiere llevar el destino esta vez. Doy las gracias a todos los que me habéis animado y preocupado por mí, pero en especial a los que han estado día a día conmigo en el camino y que han vivido muchas de las sensaciones antes escritas. No me hace falta decir más; ellos lo saben. "Y sí, sigo sonriendo a pesar de todo, porque el día que deje de sonreír no estaré aquí ".

Nunca la perdió. La sonrisa. Le costó reconciliarse con la esgrima. No podía ir a ver a sus compañeros competir. Le dolía demasiado. Pero seis meses después de la amputación, ya empezó a dar los primeros pasos con "su nueva amiga", como así definió Judith a la prótesis que le acompañaría de por vida.

La rehabilitación psicológica también era clave. Y en solo dos años, volvió a dar la batalla. Los seleccionadores españoles de esgrima adaptada la querían para el equipo nacional. Una mosquetera como ella estaba destinada a seguir dando muchas alegrías a este deporte. Así que Judith recogió el guante, y solo mes y medio después de retomar el arma, se hacía con tres podios en la segunda cita del Campeonato de España disputado en Valladolid, donde se llevó el oro en florete, la plata en espada y un bronce en sable.

Comenzaba así una nueva etapa en la vida de esta mujer de sonrisa eterna, que sigue cumpliendo retos, como el último logrado este fin de semana, al colgarse el oro en la Copa del Mundo de espada disputada en Brasil. Un hito para el deporte adaptado, que la esgrima paralímpica no conseguía desde hace más de una década.

En las últimas horas, la triunfadora aterrizaba en el aeropuerto portugés de Sá Carneiro, en Oporto, donde la esperaba un puñado de amigos, familiares y compañeros del club, que la recibieron con una gran pancarta que rezaba: "Siempre nuestra campeona, ahora del mundo".

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