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TRIBUNA

El Titanic

No hay una sola causa que explique el desastre del HLA, aunque desde el público se apunta claramente al entrenador

Gonzalo García de Vitoria, entrenador del HLA Jose Navarro

Pocas historias nos conmueven tanto como la del transatlántico más famoso del mundo, aquellas toneladas de lujo y prodigio tecnológico que, desde hace 110 años, descansan en el fondo del océano. Cuatro años y el trabajo de más de tres mil personas se invirtieron en construir el mayor barco de pasajeros del mundo, tan grande que tuvieron que hacer unos astilleros especiales en Belfast para poder armarlo. Contenía la última moda en comodidades, comunicaciones y diseño, estaba fabricado con los mejores materiales de la época, y apenas resistió en pie cinco días desde que partiera de Southampton. Aquella fatídica noche del 15 de abril de 1912 se hundió en las gélidas aguas del sur de Canadá. Y si yo les pregunto a ustedes cuál fue la causa del hundimiento, no dudarán un instante: el choque con un iceberg. Pero lo cierto es que esa no fue la única razón por la que el concebido como insumergible nunca llegó a Nueva York. Hubo un cúmulo de circunstancias que confluyeron esa noche y que impidieron esquivar la tragedia. Y no, no me refiero a la falta de botes salvavidas para todos los pasajeros, sino a una serie de medidas que habrían evitado la colisión

Otro buque gemelo de la misma compañía, el Olympic, había sufrido un accidente con un barco de guerra, por lo que tuvo que ser reparado, pero los daños no provocaron ninguna inundación letal. Esa idea de que el barco podía sobrevivir a cualquier choque sobrevolaba a la tripulación, que despreciaba el riesgo real del mar y navegaba a toda velocidad. El propio capitán Smith estaba convencido de que no había manera de hundir el barco. El Titanic contaba, además, con una sala de comunicaciones llamada Marconi, y el telegrafista estaba tan ocupado mandando y recibiendo los mensajes personales de los pasajeros que no prestó atención a las alertas sobre icebergs que el resto de barcos que navegaba en esa ruta mandó al Titanic. Por su parte, el vigía del barco no disponía de prismáticos debido a un error humano: estaban guardados con llave para que no se perdieran pero el oficial que los custodiaba fue enviado a otro destino y se llevó sin darse cuenta la llave. Aquellos binoculares, que habrían facilitado detectar el iceberg, nunca pudieron usarse. Pero además de eso, desde antes de partir del puerto, hubo un pequeño incendio en una de las carboneras del barco que tardó varios días en sofocarse, y que como consecuencia debilitó una de las estructuras en las que se produjo el choque con el hielo. Finalmente, las condiciones de visibilidad de aquella noche impidieron divisar la montaña de hielo con suficiente antelación. No había oleaje que chocara contra el iceberg. Para cuando el primer oficial Murdoch quiso reaccionar y activar la maniobra para esquivarlo, ya era demasiado tarde. Cinco compartimentos inferiores habían sido arañados por la gélida masa y el agua se colaba inexorablemente por ellos. Era una certeza matemática que el barco se hundiría. Y el buque más cercano, que habría llegado a tiempo de salvar a los pasajeros, tenía apagado el telégrafo y continuó navegando ajeno a la tragedia. 

Pilepic en un tiro libre AXEL ALVAREZ

En los grandes desastres no hay un único culpable. Lo mismo sucede con nuestro HLA Alicante que, como el Titanic, también se concibió en su diseño para competir con otros de su categoría. La temporada que está a punto de concluir ha visto el hundimiento del equipo jornada tras jornada, encadenando derrotas y sin cumplir el objetivo de poder entrar en los playoff de ascenso a la liga Endesa. Las causas son múltiples: el mal inicio de liga, donde no se consiguió sumar victorias hasta la quinta jornada; la acumulación de partidos en poco espacio de tiempo tras ser suspendidos debido a los contagios; el bajo rendimiento de algunos jugadores; los cambios en la plantilla tras la primera vuelta y la marcha de alguna de las piezas clave; las lesiones, la falta de consistencia del equipo y un cuerpo técnico que no ha conseguido explotar convenientemente el talento del banquillo. Todo esto y mucho más ha dado como resultado la desconexión de la afición en la peor de las temporadas de la historia reciente del club. Como en el hundimiento del Titanic, no hay una sola causa que explique el desastre, aunque desde el público se apunte claramente al entrenador. Confiemos en que la directiva tome nota de los errores, la dirección deportiva ponga en marcha un plan de salvamento para la próxima temporada y el HLA Alicante vuelva a navegar con éxito por las procelosas aguas de la LEB Oro.

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