Gavi, Busquets Jordi Alba trataron de derribar a Vinicius en el slalom que el brasileño había iniciado desde mediocampo. El lateral cazó al madridista y la falta provocó una tumultuosa escaramuza. Rodrygo, Kroos Busquets se enfrentaron, llegando en segunda oleada un Araujo que trató de imponer hasta su enorme presencia.

Pero entonces apareció Antonio Rudiger. El alemán inmovilizó al uruguayo con fuerza y sangre fría para templar ánimos. No hizo ni amago de revolverse contra él. Se limitó a acercar su rostro al del azulgrana y le miró fijamente. Por un momento las cámaras se centraron en ellos a la espera de alguna reacción. Pero Rudiger se mantuvo impasivo a dos centímetros de Araujo marcando terreno y fue Courtois quien apareció para tratar de poner paz. “De Rudiger hay poco que decir, ya hemos visto la personalidad que tiene”, apuntó el portero al final del partido respecto a lo acontecido en la trifulca.

Refugiado en un barrio conflictivo

El alemán está acostumbrado a no arrugarse. De padre alemán, Matthias, y madre de Sierra Leona, Lily, su familia salió huyendo del país africano por culpa de la guerra con Sahr Senesie, su hermanastro. Antonio nació en Berlín y se crió en el problemático barrio de Neukölln, un distrito de refugiados donde el racismo era habitual. “No me importa quién seas, si creciste en Neukölln como yo, en los banlieues de París o en cualquier barrio de inmigrantes del mundo, conoces el código: si ves a la madre de alguien caminando por la calle cargando un montón de bolsas del mercado, dejas lo que estés haciendo y la ayudas. No me importa si acabas de pelear con su hijo en el campo de fútbol hace cinco minutos, ¡llévate esas bolsas hasta su apartamento! Este es tu deber. Existe un entendimiento de que, a pesar de que somos de diferentes orígenes y hablamos diferentes idiomas en casa, todos vivimos en este vecindario hombro con hombro. A pesar de que todos estamos un poco jodidos, todos estamos jodidos en este lugar juntos”, escribió el madridista en un artículo en The Players Tribune .

Como hijo de refugiados criado en un barrio difícil, Antonio ha tenido que enfrentarse al miedo y las amenazas durante su infancia y adolescencia: “Crecí en un lugar donde tenía que ser duro. La cosa era fácil: tú o el otro. De donde vengo la presión no es por el fútbol, es por saber si comes o no mañana (...) Tuchel me preguntó un día de dónde procedían mi agresividad y mi hambre, y le conté algunas cosas sobre mi infancia en Berlín-Neukölln y cómo solía jugar tan duro en las canchas de la calle que todos los mayores comenzaron a llamarme Rambo”.

En el artículo, Rudiger explicaba lo siguiente: “De dónde vengo, la presión no se trata de fútbol. La presión es no saber qué vas a comer mañana. Quiero decir... ¿Presión? No. Cada vez que siento la más mínima presión cuando me ato las botas antes de un partido, pienso en un recuerdo específico e instantáneamente estoy en paz (...) He pasado por todo en la vida: pobreza, discriminación, abuso, gente que duda de mí, gente que me usa como chivo expiatorio”.

Rudiger tiene una fundación con su nombre que se dedica a recaudar fondos para educar y a dar de comer a los niños de Sierra Leona, “la África olvidada”. Y cuando llega a una tángana recuerda sus años Neukölln y se hace respetar. Sin utilizar la violencia.