El nueve es un número mágico. En China se asocia a la buena suerte porque suena igual que el adjetivo «duradero»; en la filosofía hindú son nueve los elementos del universo (agua, tierra, aire, fuego, éter, tiempo, espacio, alma y mente). Es un número perfecto, la culminación del sistema decimal. Nueve es el número del dragón, de su magia y de su fuerza. 

Nueve son las musas de la mitología griega o los niveles del inframundo para mayas y aztecas. Nueve círculos tiene el infierno de Dante y nueve anillos de poder conviven en el universo de Tolkien. Nueve son los coros de los ángeles y las vidas de los gatos anglosajones. El tres multiplicado por sí mismo. El dígito que obsesionaba a John Lennon; el guarismo místico por excelencia. En la religión lucentina, el nueve tiene un único dueño: Pedro Llompart, el eterno capitán.

El base mallorquín, que nació un día 9, ha disputado más de doscientos partidos con la camiseta alicantina en dos etapas distintas. En ambas lo hemos visto disparar al aro con su arma de nueve milímetros, deleitarnos con asistencias imposibles para reventar las estadísticas del baloncesto y brillar como una auténtica estrella de nueve puntas. 

Líder dentro y fuera de la pista, el nueve de oros en la baraja del Lucentum nos ha contagiado de su garra, de su energía, de su ambición. Ha espoleado a la grada cuando necesitaba el aliento de la afición y ha sido el primero en dar las gracias por el apoyo, en implicarse, en dar la cara por el equipo. No ha dudado en entregarse hasta la extenuación, en exprimirse al máximo para ser el eneágono que nos guiara hacia la victoria. Y sin embargo, no cumplirá su último año de contrato por voluntad del club.

A sus cuarenta años, no habrá un adiós por la puerta grande, una ovación atronadora y sentida, un pabellón puesto en pie para brindarle a su capitán esa novena sinfonía de la alegría que tanto nos ha regalado temporada tras temporada. El nueve se revela en su manifestación pitagórica: el fin de un ciclo y el comienzo de otro. La novena carta del tarot, en la que el ermitaño ha de retirarse del mundo y dejar atrás lo que conocía.

Líder dentro y fuera de la pista, Pedro Llompart nos ha contagiado a todos los lucentinos su garra, su energía y su ambición

Llega septiembre, el noveno mes, y no veremos a Pedro Llompart hacer la pretemporada para la que se había entrenado todo el verano. Pierde el HLA Alicante al jugador que era su máxima seña de identidad. Deja marchar al hombre que era la prolongación del entrenador en el campo, al cerebro del equipo, al verdadero carácter lucentino, ídolo sin parangón de la Kali Nord, la novena maravilla del Centro de Tecnificación. 

Pedro Llompart ha escrito su nombre en la historia del Lucentum con letras de oro. El mejor homenaje que puede ofrecerle el club es retirar su camiseta. No habrá otro igual: el nueve de Llompart es ya eterno.