E n 1914, el periódico de Londres sorprendió a todos con el anuncio más enigmático que se había publicado nunca en un diario. Una extraña oferta de trabajo que no dejó indiferente a nadie. «Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. Quizá no se regrese con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito». Lo firmaba Ernest Shackleton, uno de los exploradores más célebres de todos los tiempos, que soñaba con cruzar la Antártida y para ello necesitaba reclutar una buena tripulación que llenara los dos barcos de su rutilante Expedición Imperial Transantártica. Increíblemente, más de cinco mil hombres respondieron a aquel anuncio. Tras unas entrevistas muy curiosas, seleccionó a 27 exploradores que navegarían de Londres a Buenos Aires y a continuación a las Islas de Georgia del Sur para llegar al Mar de Weddell y desde allí cruzar a pie la Antártida. Vamos, las típicas vacaciones en las que igual te encuentras a ochenta grados bajo cero. Como diría mi padre, ya son ganas. 

El caso es que a primeros de 1915, en dicho Mar de Weddell, el barco de Shackleton, el Endurance, quedó atrapado en el hielo. Durante varios meses, sobrevivieron a bordo como pudieron, confiando en poder navegar de nuevo cuando la nieve se deshiciera, pero los movimientos del hielo rompieron la nave y el barco se hundió. No les quiero ni contar el panorama. Aquellos 28 hombres se quedaron flotando en un grueso casco de hielo mientras el barco se hundía sin remedio. Un pequeño contratiempo de nada. La cuestión es que, en las condiciones más adversas posibles, Shackleton ejerció de líder y trató por todos los medios de salvar a su expedición. Dejó a 22 de sus tripulantes allí, en isla Elefante, preparó un bote y junto con cinco hombres de su máxima confianza emprendió un viaje de más de mil kilómetros por rutas desconocidas para buscar ayuda. Y lo consiguió. Tras una dura navegación, llegó a la isla Georgia del Sur y enseguida preparó el rescate de sus compañeros. Con la ayuda del gobierno chileno, cuatro meses después los 22 de isla Elefante pudieron ser rescatados por un ballenero. Todos regresaron a casa sanos y salvos. Un absoluto milagro. 

La historia de Shackleton y su gestión de la catástrofe se estudia, cien años después, como un enorme ejemplo de liderazgo en las circunstancias más extremas. Su éxito se debió a su capacidad de ejercer el mando potenciando el trabajo en equipo, confiando en sus hombres, haciendo gala de una mentalidad positiva y con un espíritu de sacrificio que contagiaba a sus expedicionarios. No dejó atrás a su equipo, a pesar de las dificultades. Nunca perdió la esperanza. Y ese es el tipo de líder que quiero yo para mi HLA Alicante. Un hombre capaz de salvar a los suyos aun en las situaciones más adversas. En su primera temporada al mando de este barco, Rafa Monclova cuenta con hombres fieros que en estas semanas de preparación han dado muestra de ese «carácter Lucentum» por el que apuesta el club. El técnico sevillano habrá de gestionar la LEB Oro más dura de la última década, asolado por gigantes como Burgos, Andorra o Estudiantes. Habrá de hacer gala de la constancia, la resistencia, que es el nombre del barco de Shackleton (endurance), si quiere llegar a buen puerto y no hundirse en las frías aguas de la parte baja de la tabla, por las que el equipo ya navegó la temporada pasada. Este fin de semana comienza la liga y el Lucentum juega fuera de casa, en Torrelavega, contra el recién ascendido Grupo Alega Cantabria CBT. Se acabaron los ensayos de pretemporada. Ahora sí comienza de verdad la aventura. Y como reza el lema acuñado en honor a nuestro héroe de la Antártica, el viaje lo es todo. Bienvenidos de nuevo a la LEB Oro.