Decía mi abuela que más vale un «por si acaso» que cien «pensé que». Que mujer prevenida vale por dos. Poder anticiparnos al futuro, o al menos contemplar la posibilidad de que tengamos que enfrentarnos al más remoto de los futuros posibles. Estar preparados para sobrevivir en los escenarios que a priori no esperamos pero que pueden suceder. Porque a veces, como dicen en inglés, «shit happens». Cuando menos te lo esperas, puede cambiar tu suerte.

El partido que disputa este domingo el HLA Alicante en Cáceres ante un equipo plagado de bajas se antoja relativamente asequible. A pesar de que ambos sumaron su primer triunfo en liga esta semana, con la carga de moral que eso supone, el conjunto local llega a la cita en el Multiusos Ciudad de Cáceres con las lesiones de Pablo Sánchez y Carlos Toledo, los contratiempos personales de jugadores como Kaspars Vecvagars y la ausencia del americano Markus Kennedy. Uno podría pensar que es la oportunidad perfecta para que el Lucentum vaya apuntalando su posición en la tabla, y ciertamente lo es. Pero mucho cuidado con estos equipos que están tocados o lo parecen, porque el instinto de supervivencia es tan grande que en realidad representan el mayor de los peligros. Es un regalo envenenado. Acuérdense del peor momento del HLA la temporada pasada, cuando apenas había jugadores disponibles para competir porque estaban todos lesionados y tuvimos que echar mano de media cantera para salir a pista. Fuimos capaces de ganar a todo un Zunder Palencia en su casa, que se jugaba el puesto de la clasificación para el playoff. Cáceres ya fue capaz de remontar 19 puntos en Oviedo el otro día y saldrá a por todas en su casa. Nada une más a un vestuario que crecerse ante la adversidad. Y resultaría muy doloroso haber podido prever esta circunstancia y no hacer nada para evitarla, como le pasaba a Casandra, la hija de los reyes de Troya a la que Apolo concedió el don de la profecía y la maldición de no ser creída. Casandra ya avisó hasta la extenuación de que la ciudad sería destruida mientras contemplaba, impotente, cómo los troyanos rompían con sus propias manos los muros de la ciudad para poder recibir aquel gran caballo regalo de los griegos. Nada pudo hacer. Ya sabemos que aquello acabó como el rosario de la aurora.

Los hombres de Rafa Monclova están avisados: cuidado con Cáceres. Más vale no bajar la guardia, no confiar en una victoria fácil, porque no lo será. Habrá que combatir como héroes para regresar victoriosos a casa y apuntar la segunda en el casillero. Como ya dijo Laocoonte, el sacerdote de Apolo en Troya, no me fío de estos griegos ni aunque me traigan regalos.