El Rayo es como uno de esos boxeadores que tiene swing, buenos pies y sabe moverse. Pero le pesa poco la derecha. El Atlético es, por contra, un púgil con más oficio, de esos que guardan la distancia, nunca descubren la guardia y cuando ven un hueco aplican con poderío su medicina. Así que sus duelos tienen el atractivo de ver si los vallecanos meten alguna mano que haga tambalearse a los rojiblancos y se rompen las distancias. Y este, como muchos anteriores, concluyó con el final predecible. Una vez besó la lona el Rayo, suficiente para que el Atlético ganase a los puntos.

No es el equipo de Irola un rival cómodo al que medirse, ni siquiera para un Atlético en franco crecimiento que se ha estabilizado en la zona Champions tras refundarse en un cholismo que nunca debió abandonar. Son un contendiente difícil de descifrar porque manejan registros suficientes para proponer partidos muy largos, con Isi y Álvaro García en los espacios, o apostar por el buen pie de sus futbolistas y tejer el juego desde atrás desactivando las cortinas defensivas rivales. Aderezado todo por la audacia característica del club, y del barrio, desde hace años.

Sin Koke, lesionado, Simeone apostó por blindar la medular con un trivote formado por Kondogbia, Witsel y De Paul. Griezmann, a su aire, y Morata, de mascarón de proa, conformaban la propuesta ofensiva. Un ataque que los atléticos ya recitan de memoria. El Cholo quería el partido lejos de su área y allí mandó a los suyos para sondear la consistencia de los vallecanos, que habían colocado a Falcao de delantero boya para sortear el mediocampo colchonero con balones largos.

El hambre de Griezmann

Veinte minutos duró de pie el Rayo. Lo que tardó Griezmann, que va a llegar de dulce al Mundial, en robar una pelota a Fran García y ponerle una pelota con música a Morata, que de primeras abrió el marcador. Este Atlético ha vuelto a recuperar esa agresividad defensiva que le permite penalizar cada error rival. Y así lo hizo ante el entusiasmo de un Simeone al que le gusta lo que ve en los últimos partidos. Se le hacía enorme el Metropolitano al Rayo, un púgil venenoso en su ring de Vallecas. En esos espacios aparecía siempre oportunamente un Griezmann mayúsculo al que se le ve disfrutar y sonreír de nuevo con la camiseta atlética. 

Se levantó de la lona el Rayo con decisión y no dio síntomas de resentirse del directo de Morata. El resto de la primera mitad los vallecanos bailaron alrededor del Atlético, que, plantado en el mitad del cuadrilátero, esperaba con paciencia el momento de volver a contactar con la mandíbula de los de Iraola. No hubo nada reseñable antes de que el bisoño Iglesias Villanueva (Javier, no su hermano Ignacio), mandase a todos al descanso. El balance de los del Cholo era inmaculado, como en San Mamés: un tiro a puerta, un gol. Máxima efectividad o efusividad, tanto da.

Obligado por le marcador salió enrabietado el Rayo en la segunda parte. Y pudo equilibrar el duelo con un cabezazo de Pathé Ciss. La actitud proactiva de los vallecanos provocó que los rojiblancos apostasen por el bloque abajo y salir a la contra buscando la sentencia. Sentencia o sorpresa, ese era el dilema. No terminaba de decantarse el encuentro en uno de los dos sentidos, lo que mantenía la incertidumbre y el planteamiento de un Simeone que no movía ficha (más allá de la entrada de Carrasco por el lesionado Lemar).

Camello rompe el partido

Morata tuvo el segundo en un córner, segundos antes de ser sustituido. Cholo apostaba por futbolistas de calle para un partido de barrio, como era este ante el Rayo. Correa y Cunha salían a buscarle las cosquillas a los vallecanos y en la primera pudieron sentenciar el duelo, pero el brasileño fue egoísta y no asistió al argentino. Iraola también estiraba a su equipo con Comesaña y Camello por Valentín y Pozo. Los dos se metían en la distancia del rival. Nada hacía presagiar que el partido terminase como estaba.  

Y apareció deslumbrante Camello, el canterano rojiblanco al que Rayo ha regalado su escaparate para que se luzca. Un primer disparo del joven, que salió rozando el palo de Grbic, y una jugada llena de magia en la que asistió a Falcao, que no pudo concretar el remate, animaban el choque. En el Atlético no hay placer sin agonía y la dosis de sufrimiento aparecía en esos minutos finales del partido. Marcó Griezmann, que está al nivel Valverde o Lewandowski, pero estaba adelantado unos milímetros. El duelo finalizó con las áreas abiertas, los equipos entrando con todo y las defensas temblando en cada arreón rival. Y en esas se produjo una jugada que concluyó en penalti de VAR de Giménez por mano tras remate de Nteka. Falta máxima con la que Falcao premiaba el empuje vallecano. El Tigre hacía justicia ante su antigua parroquia. Un merecido empate que recuerda al Atlético que sigue sin ser buena idea dejar a los rivales vivos en el ring. 

FICHA: ATLÉTICO 1- RAYO VALLECANO 1

ATLÉTICO: Grbic; Molina, Savic, Giménez, Reinildo; Lemar (Carrasco 39’), Witsel (Correa 60’), Kondogbia, De Paul (Saúl 75’); Griezmann, Morata (Cunha 60’)

RAYO: Dimitrievski; Balliu, Abdul Mumin, Catena, Fran García; Pathé Ciss (Nteka 86’), Valentín (Camello 60’); Pozo (Comesaña 46’), Isi Palazón (Unai 86’), Álvaro García (Pablo Muñoz 79’); Falcao

GOLES: 1-0, Morata (20’), 1-1, Falcao, de penalti (91’)

ÁRBITRO: Iglesias Villanueva. Amonestó a Savic, Correa y Giménez

ESTADIO Civitas Metropolitano.