Una de las cosas que más me gusta de pasear por Central Park es fijarme en las placas que hay en los bancos del parque. Hace unos años se puso en marcha la iniciativa «adopte un banco» para recaudar fondos para el mantenimiento del pulmón verde de Manhattan.

Pagando una jugosa cantidad de dinero (unos cuantos miles de dólares), uno puede poner una inscripción personalizada en uno de los nueve mil bancos de Central Park y, efectivamente, apadrinarlo.

Esas placas albergan declaraciones de amor, recuerdos de personas fallecidas, románticas citas de escritores… y me llamó la atención un banco financiado por una empresaria multimillonaria, que había inscrito una cita del naturalista escocés John Muir, histórico promotor de los parques nacionales.

«Todo el mundo necesita belleza lo mismo que el pan». En mi cabeza resonaba el famoso eslogan de las sufragistas americanas, que reclamaban el pan y las rosas: trabajar, sí, pero también poder estudiar, cultivarse, disfrutar de la naturaleza, los libros y las cosas bellas que ofrece la vida. 

Como lucentinos también necesitamos la belleza; no solo el pan sino también las rosas. Sabemos que el encuentro de este viernes contra el Zunder Palencia tiene alicientes especiales. Es el regreso a Alicante de Pedro Rivero como técnico rival, pero también de jugadores que conocemos muy bien, como Devin Schmidt, que triunfó la temporada pasada en Cáceres, o Chumi Ortega, que es ahora mismo el jugador nacional más valorado desde que comenzó la liga.

El partido va a ser un hueso y los hombres de Rafa Monclova habrán de trabajar a fondo para ganarse el pan y seguir sumando victorias en la tabla. El Palencia de Rivero va como un rayo y el HLA Alicante habrá de presentar argumentos más convincentes que en las jornadas pasadas si quiere seguir en la zona alta de la clasificación.

Anticipamos sangre, sudor y lágrimas en la pista. Pero como aficionados, reclamamos nuestro derecho a la belleza. La necesitamos. Enamorarnos del juego del equipo. El baloncesto vistoso que pueden desplegar nuestros bases Chapela y Steinarsson. Los mates de Guillem. Los tiros de McDonell. Los triples de Blaylock. La contundencia de Gatell y Borovnjak. El empuje de Parrado y de Berg. La sonrisa de jugón de Matulionis.

La comunión entre el equipo y la grada, que en noches como esta resulta crucial para empujar a los nuestros hacia la victoria. Queremos un duro combate, sí, un duelo de banquillos, un derroche de energía en la cancha, pero también la emoción, las ovaciones, las palmas, la explosión de júbilo al unísono, la pasión del lucentinismo.

Es el verdadero alimento de la afición. Como las sindicalistas americanas, pero esta vez en el Pedro Ferrándiz, queremos el pan, pero también las rosas.