Patada a seguir

Crónica reposada del 6 Naciones de rugby (final): Irlanda, entre San Patricio y Sísifo

Los verdes ganan con justicia a Inglaterra y conquistan el Grand Slam - Una dudosa roja abre un debate sobre la deriva del rugby

Deslumbrante imagen en un ’maul’ de Irlanda en el partido ante Inglaterra tomada con la cámara cenital del Aviva Stadium.

Deslumbrante imagen en un ’maul’ de Irlanda en el partido ante Inglaterra tomada con la cámara cenital del Aviva Stadium.

Fermín de la Calle

Resulta desalentador ver cómo el rugby se desnaturaliza. El partido entre Inglaterra e Irlanda se acabó en el minuto 40. Olviden el color de las camisetas. Una jugada aparentemente insignificante con un balón suelo, tras un clamoroso avant, fue recogido por el zaguero irlandés Keenan, quien al ir a levantarlo del suelo se topó con su homólogo inglés, Steward, que casi de forma inconsciente se protegió chocando la cabeza del irlandés con el brazo del inglés.

Nada flagrante, ninguna intencionalidad. Pero tras seis tomas el juez de televisión y el árbitro encontraron un frame que servía de coartada para expulsarle. El portador se mete debajo del placador, quien apenas tiene tiempo para protegerse. ¿Es un lance peligroso? Tanto como otros cien que se producen en cada partido de rugby. Pero por eso es rugby, un deporte de contacto y no tenis, con los rivales separados por una red.

Una deriva del rugby en contra de su identidad

Esta deriva de nuestro deporte le está haciendo perder su identidad. El celo por proteger la salud del jugador (algo loable) ha convertido el juego en una versión edulcorada de lo que fue. Y además, la jugada en cuestión cumple varios de los preceptos que la exculpan de la tarjeta, tanto roja como amarilla:

  1. El jugador ‘infractor’ no tuvo tiempo de reajustarse
  2. Es una acción pasiva
  3. Es un choque involuntario

La expulsión no se sostiene ni desde el punto de vista normativo ni desde el sentido instintivo del juego, el que toma la decisión en base al contexto de juego. 

La cara de sorpresa al ver la roja de los jugadores de ambos equipos confirmaba el sinsentido. Ni siquiera en las televisiones irlandesas, las del jugador golpeado, había consenso. El zaguero Rob Kearney advertía: "No puede ser roja en ningún caso". El rugby debe hacérselo mirar.  

Inglaterra nunca baja los brazos

Más allá de esta preocupante deriva, el partido confirmó algo que ya sabíamos: Inglaterra nunca baja los brazos. Venía de ‘comerse’ 53 puntos ante Francia y jugó durante una parte con un jugador menos, demasiada ventaja. Pero ni siquiera esto último lo utilizaron los ingleses como excusa para bajar los brazos.

Los de Borthwick siguieron luchando y complicaron a los irlandeses la conquista del Grand Slam demostrando que ni eran tan malos como el pasado sábado ante Francia, ni tan buenos como para pensar que su camiseta gana sola los partidos. Le buscaron las cosquillas a Sexton, quien se llevó algún retardado más áspero incluso que la propia expulsión, pero el 10 no se puso nervioso.

Los del trébol siguen produciendo un volumen de juego enorme que terminó por descoser a los de la Rosa gracias a la continuidad de una delantera que gana compulsivamente la línea de ventaja y siempre encuentra apoyos. Los ‘gordos’ verdes han interiorizado en el despliegue un dinamismo desconocido hasta la llegada de Andy Farrell, y eso se concretó en el marcador con un par de ensayos del talonador Sheehan, otro de Henshaw y uno final de Herring.

Los irlandeses ponían el colofón a la fiesta de San Patricio y teñían de verde una tarde en la que previamente Francia correteó a los elefantes galeses y una Escocia coral, sin Russell ni Hogg, doblegó con naturalidad a Italia. 

Los irlandeses, en la cresta antes del Mundial

Quedan seis meses para la disputa del Mundial y los irlandeses vuelven a estar en la cresta de la ola a poco tiempo del inicio de Francia 2023. Demasiado pronto pensarán algunos, a juzgar por los precedentes de los de la isla Esmeralda, que ya en el anterior ciclo mundialista generaron mucha expectación. El dilema es si cuando llegue la Copa del Mundo no volverán a ser arrastrados por sus propias expectativas otra vez como Sísifo. 

Francia está bien encauzada para pelear por el título con un colectivo en el que Galthie ha implementado un rugby capaz de desafiar en lo físico a los irlandeses y pasar por encima a Inglaterra. Algo que les deja un paso por detrás de los sudafricanos y a la altura de los neozelandeses. Su diferencial es la dinamita que tienen atrás, donde Dupont genera mucho volumen de juego, y gana siempre la ventaja, activando a Ntamack, Fickou o Ramos, playmakers alrededor de los que siempre pasan cosas. 

Inglaterra, por su parte, no es candidata pero será juez, y a Escocia se le adivinan gestas, las mismas que no contemplan galeses ni italianos. Levanto mi Guinness por Irlanda y porque desaparezcan los nombres de las camisetas y los premios al mejor jugador del partido. Y porque nos devuelvan el rugby que conocimos. El de contacto, que es al fin y al cabo de lo que iba esto.