Desde la Gran Manzana

Mi reino por un caballo

Los jugadores saludan al final del partido.

Los jugadores saludan al final del partido. / Rafa Arjones

Mar Galindo

Mar Galindo

Nunca sabremos cómo sucedió realmente, pero para eso están los genios de la pluma, para reescribir la historia e inmortalizarla desde su particular visión. En el caso de Ricardo III de Inglaterra, el último rey de la casa de York, fue el mayor de los dramaturgos de la Gran Bretaña quien se encargó de ello. En efecto, ni más ni menos que William Shakespeare recreó la muerte de Ricardo III en la batalla de Bosworth en 1485, esa que perdió frente a los Tudor. Fue así el poeta entre los poetas quien acuñó la frase «Un caballo, mi reino por un caballo» en boca del propio rey en el fragor del campo de guerra, dotando de gran dramatismo al momento de la caída de su montura y la pérdida del animal. Y es que el monarca acabó sin su corcel debido a un cúmulo de errores. Las prisas por tomar parte en el enfrentamiento bélico, movido por su ambición, no dieron tiempo suficiente a su herrero a preparar la montura. Justamente faltaba un clavo en una de las herraduras, con tan mala fortuna que la herradura se soltó y el caballo cayó irremediablemente. Necesitaba con urgencia otro animal para poder liderar a los suyos. Pero aquello no ocurrió. No hubo caballo ni hubo reino. El rey pereció en la batalla y el poder de Inglaterra quedó entonces a merced de los Tudor.

Un cúmulo de pequeños detalles se ha revelado también la causa de que el Lucentum no haya podido alargar su presencia en los playoff de la LEB Oro. Los problemas empezaron mucho antes de la serie de enfrentamientos con Zunder Palencia, uno de los favoritos al ascenso a ACB, y que se ha despachado con un contundente 3 - 0 que nos ha dejado fuera de combate. Con varias semanas de margen, no logramos amarrar la segunda fase de la competición hasta casi la última jornada, y fue a expensas de la derrota de TAU Castelló en Oviedo. Tuvimos ocasiones de luchar por una posición más ventajosa en los cruces de "play-off", pero una y otra vez caímos derrotados en los partidos: en casa, de un punto, contra Valladolid; en Almansa, la primera derrota en cinco años; contra Ourense, que solo en el último cuarto nos metió 34 puntos; contra Andorra, casi imposible volver a doblegar al líder de la liga; contra Gipuzkoa, otra vez en el Pedro Ferrándiz, por una canasta; en la última jornada, sobrepasados por Castellón. Las malas sensaciones, el desánimo, el cansancio, las molestias físicas, los fallos de cara al aro y la falta de concentración las ha pagado muy caras el equipo. Porque, a pesar de haber cumplido con el objetivo de la temporada, que era clasificarse para el playoff, ha quedado el sabor agridulce de que se podía haber hecho más. Fuimos perdiendo los clavos por el camino y llegamos casi sin herradura a la batalla campal. No alcanzaron los caballos; no hubo rey ni gloria. Habríamos dado cualquier cosa por que el último lanzamiento del viernes hubiera entrado, pero este "play-off" se perdió mucho tiempo atrás.