Balonmano

50 años de la primera Liga del Calpisa

El 9 de marzo de 1975 el club alicantino recibió el trofeo de campeón de Liga, el primero de una retahíla de títulos que tocó máximos con la Recopa de Europa de 1980. El conjunto liderado por Pitiu, repleto de jugadores internacionales por la inyección económica de la célebre constructora, no dio opción a sus rivales en el campeonato nacional durante cuatro años

El Calpisa, en la 74-75.

El Calpisa, en la 74-75. / Perfecto Arjones

Ramón Pérez

Ramón Pérez

Ambicioso, fugaz, atronador, exitoso. El Calpisa irrumpió en el balonmano español con tanta fuerza que aún hoy, cinco décadas después de su exitoso lustro, ningún entendido duda en afirmar que aquel equipo dejó un testigo que nadie recuperó jamás. En 1974 el club alicantino Obras del Puerto, que había sido fundador de la primera división del balonmano nacional en 1958, mutó en el Calpisa tras un potentísimo patrocinio de la constructora que presidía Juan Bautista Torregrosa.

Aquella inyección económica cambió de arriba abajo al equipo y, por extensión, a la élite del balonmano español. En el verano de 1974 el Calpisa fichó a varios jugadores internacionales (Perramón, Santos Labaca, Lafuente, Goyo, Mario, Tauré, Albisu...) y apostó por un modelo que resultó triunfante desde el primer día. Aquel equipo sustentado por la constructora de Torregrosa, presidido por Andrés Muñoz y liderado en la pista por Pitiu Rochel fue líder de principio a fin.

La temporada 74-75 comenzó el 15 de septiembre con una victoria ante el Arrate en el pabellón que años después sería bautizado con el nombre de su santo y seña. Desde aquel fin de semana el Calpisa comandó la liga con puño de hierro: 21 victorias y una sola derrota. En marzo de 1975 cantó el alirón en un escenario ideal, en Magariños y contra el Atlético de Madrid, uno de los huesos del torneo. No importó el rival, cedieron todos ante el Calpisa: Barcelona, Granollers… Únicamente el Marcol valenciano pudo doblegar en una ocasión a los alicantinos en aquel campeonato espléndido que celebró dos jornadas antes de terminar.

Ante las cámaras de TVE y en directo para toda España por la segunda cadena, el Calpisa levantó el primer título nacional de un equipo alicantino. Fue un anticipo de lo que vendría: cinco años de liderazgo sin oposición. Aquel equipo que entrenaba el militar Gerardo López Cuadra todavía alzó otro título en aquella inolvidable 74-75: la última edición de la Copa del Generalísimo, en la que se impuso por 16-13 al Granollers.

Fue el primer doblete de tres consecutivos, aunque los siguientes ya serían bajo la batuta de Miquel Roca, extécnico del Granollers, que elevaría al Calpisa a un rendimiento inigualable, culminado en 1980 con la victoria de la Recopa de Europa ante el Gummersbach alemán.

En total, en aquellos cinco años rutilantes el Calpisa obtuvo cuatro Ligas, cuatro Copas y la citada Recopa. En 1986, renombrado ya como Tecnisán, el equipo alicantino de balonmano ganaría otra Copa. Era el principio del fin de una era en la que Alicante disfrutó de un equipo como jamás tuvo en otra disciplina deportiva.

En 1977 el periodista Alfredo Relaño titulaba así un artículo en El País: «El Calpisa solo existirá mientras sea el mejor». Aquel texto fue premonitorio, con el paso del tiempo la ilusión en torno al Calpisa perdió fuelle. «El presidente, Andrés Muñoz, asegura que las taquillas que arrojan los partidos del equipo en Alicante no alcanzan más que para pagar los viajes», reflejaba Relaño. Los emolumentos de los jugadores, por tanto, salían íntegramente del bolsillo de la empresa constructora, que a cambio obtenía una amplia publicidad. Hasta que el grifo se cerró.

En 1982 el equipo cambió su nombre por el de Tecnisa, un año después por el de Tecnisán y en 1988 compitió bajo el patrocinio de Helados Alacant. La campaña 92-93 perdió el patrocinio y aceptó la oferta del Ayuntamiento de Benidorm para jugar allí. Fue la última temporada en la élite de aquel club que cambió el paso al balonmano español y puso aún más en el mapa al deporte alicantino.

El Calpisa es hoy un recuerdo dorado para una generación de alicantinos y alicantinas que ya peina canas. Muchos de los protagonistas de aquella proeza deportiva, como Perramón (el mejor portero español del momento), se quedaron a vivir en una ciudad que ha homenajeado a varios de ellos con calles a su nombre.

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