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Estrecheces ilicitanas

La realidad es una pamplina cutre (Sánchez carece de un propósito de gobierno salvo el de encadenarse al portón de Moncloa) que descarta analogías históricas estrafalarias

Estrecheces ilicitanas

Cierto articulista «desinflamatorio» cuya capacidad para mimetizarse con lo políticamente correcto supera ampliamente la de un camaleón de Madagascar ha comparado a Pedro Sánchez con Willy Brandt. Políticas de integración versus políticas de confrontación vendría a ser la moralina socialdemócrata subyacente a un hallazgo que empequeñece el de aquel periodista que apodó «el Maradona amarillo» a un japonés que al menos era zurdo. En justa correspondencia, Casado podría ser De Gaulle, ya que pretende reunificar a la derecha; Rivera, una donosa réplica de Adolfo Suárez sin denominación de origen franquista, y Pablo Iglesias, otro Aneurin Bevan, fundamentalmente porque nadie recuerda quién fue Aneurin Bevan. Como advertirán, este es un juego interminable. Naturalmente, Willy Brandt jamás habría aceptado convertirse en canciller con los votos de quienes pretendían destruir a la República Federal Alemana. La realidad es una pamplina cutre (Sánchez carece de un propósito de gobierno salvo el de encadenarse al portón de Moncloa) que descarta analogías históricas estrafalarias. Salpimentada con la intimidación (juicio en el Tribunal Supremo) y el soborno (inversiones en Cataluña), la pócima «desinflamatoria» de Sánchez se reduce a un «yo o el diluvio de la derecha».

15 martes

Antes de que la Segunda Guerra Mundial hiciera multimillonarios a sus tataranietos, Churchill fue un ilustre manirroto permanentemente apurado por las facturas. Acuñó entonces una máxima para mitigar la angustia de su esposa, que no la propia (siempre fue un optimista patológico): cuando los ingresos no cubren los gastos, la solución no es reducir los gastos sino incrementar los ingresos. Raramente funcionó y Churchill tuvo que recurrir con frecuencia a la prodigalidad de sus amistades hasta que Hitler le permitió escribir las memorias más editadas de la historia. Pero su panacea contable vale tanto para una economía doméstica como para los presupuestos de un Estado y es común que el gobernante combine una previsión cicatera de gastos con otra generosa de ingresos. La originalidad del proyecto presupuestario de Sánchez es que incrementa el gasto en lugar de congelarlo o reducirlo y consecuentemente exagera los ingresos según la fórmula quimérica «hasta el infinito y más allá». Todo esto tiene poco que ver con la economía: PP y Ciudadanos votarían en contra aunque el Gobierno admitiera sus enmiendas y Sánchez necesita comprar tiempo hasta que las encuestas del CIS acierten.

16 miércoles

«Gran Bretaña no tiene amigos: tiene intereses», fue la divisa de un premier victoriano que hoy probablemente perdería la flema. Resulta difícil seguir el trayecto del Brexit, pero al menos me consuela que a los propios británicos les ocurra lo mismo. Tengo entendido que la propuesta de May ha sido rechazada por el Parlamento, que exige una salida de la UE más favorable, y esto ha desencadenado una moción de censura inminente planteada por el líder laborista. Por simplificar groseramente, la opinión pública está dividida entre los partidarios de abandonar la UE a cualquier precio, quienes exigen más madera para esta guerra y los simplemente horrorizados por el brote de demencia colectiva. Hasta ahora, yo pensaba que la tendencia a la autodestrucción era un rasgo de la idiosincrasia española que el resto de europeos había logrado ahuyentar ( Bismarck consideraba a España la nación más fuerte de Europa ya que llevaba dos siglos intentando destruirse sin éxito), pero compruebo extasiado que la nostalgia por el «espléndido aislamiento», la «insularidad» y otras convenciones añejas también engendra monstruos.

17 jueves

Un amigo dedicado a la industria zapatera montó hace años un taller de aparado en el pueblecito jienense de su mujer. La inversión era mínima gracias a los fondos europeos, el alcalde enriquecería su currículo electoral y el municipio recibiría una transfusión económica siempre bienvenida. El aparado es una tarea tradicionalmente femenina y las lugareñas aprendieron los rudimentos con la rapidez del alumno entusiasta. Mi amigo giraba visita cada semana y desde el primer momento captó que el asunto desagradaba a los maridos. No recuerda si estaban en el paro, no era época de cosecha o trajinaban sin más con peonadas, subsidios u otras ayudas; sea como fuere, pasaban el día en el bar mientras sus mujeres se afanaban en el taller. Llegaron las elecciones municipales y el confiado alcalde fue derrotado por los aparadores consortes. El nuevo clausuró diligentemente el taller, en parte como contraprestación tácita a sus electores pero también por algunas irregularidades detectadas en la distribución de los fondos, y las mujeres regresaron tras sus celosías. He recordado este asunto mientras tres mil mujeres se concentraban en Sevilla para protestar contra el nuevo gobierno andaluz. Una de ellas empujaba un cochecito de bebé con una vagina gigante.

Aunque las noticias ortodoxas del día puedan ser la desintegración de Podemos o ese gijonés que bajó borracho unas escaleras con su coche y culpó al gps, mis inquietudes se orientan hacia la Agencia Tributaria, que, como todos los años, ha elaborado una lista de municipios según la renta disponible. Entre los que cuentan con más de 100.000 habitantes, la encabeza Pozuelo de Alarcón con 53.000 euros y la cierra mi pueblo, Elche, con 17.000. La estadística es una disciplina esencialmente compensatoria y sin duda ello explica la caravana de bólidos de lujo que desfila desde hace media hora frente a la cafetería donde estoy desayunando: yo no tengo coche. Pero, aun forzando extremadamente el rigor científico, me sorprende que los ilicitanos pasemos más estrecheces que los jerezanos o los vigueses. Desisto de seguir con el tema tras admirar el flamante BMW de un desempleado y recapitulo: mi impresión sobre la crisis de Podemos es que desde hace meses circulaban borrachos por unas escaleras y han terminado estrellándose. Obviamente, por culpa del capitalismo.

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