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Retratos urbanos

Siempre nos quedará «Parrita»

Ha sido botones de hostal, futbolista, ha trabajado con sacos de yute, marinero, pescador, alicantino y ascensorista de profesión durante cuarenta años

Jesús Parra González «Parrita». Alicante (1943). Soltero. Ascensorista jubilado. Paseante, marinero, futbolero y pescador.

La vida de Jesús Parra González, más conocido como «Parrita» para propios y extraños, siempre ha transcurrido en las tripas del centro de Alicante. Desciende de murcianos: el padre, albañil de profesión, llegó desde la serrana Moratalla; la madre, experta lavandera, nació y creció en Beniel. Es el tercero de cuatro hermanos con domicilio en la zona de Puente Villavieja, debajo del castillo de Santa Bárbara. Estudió hasta los 14 años en el colegio público Honorio Maura, situado en aquella época en el Paseíto de Ramiro, a cuatros pasos de su casa.

No quiso estudiar más. Encontró trabajo como botones en la «Residencia Manila», propiedad del médico Antonio Barbero, que ofrecía camas y comedor a alicantinos y visitantes en un viejo inmueble de la calle Gerona. Dos años estuvo el chaval en el hostal subiendo y bajando maletas. Cambio de aires. Y de oficio. Se empleó en la Fábrica de Sacos, estampando marcas sobre arpillera o yute en largas jornadas en el polígono de Babel.

Tenía pasión por el fútbol. Era rápido y escurridizo, como buen pequeñajo. En la temporada 1959-1960 y en la siguiente defendió los colores del Alicante Juvenil, en aquella época presidido por Alfonso Rocamora. Entonces los celestes competían en Segunda o Tercera División. Jugó en categorías de aficionados y en la Copa San Pedro, con la camisola del Benacantil, el equipo de su barrio. También jugó con el balón por campitos de regional con el Monforte del Cid.

Hizo el servicio militar en Alicante. Superó la talla. En 1966 cambió de actividad. De timbrar sacos pasó a trabajar con ascensores y montacargas en la compañía Schindler, que con el tiempo pasó a llamarse Zardoya Otis. Aprendió rápido el oficio de montar y desmontar elevadores en los edificios más nuevos o nobles del Alicante de una década de esplendor para una ciudad que se abría con urbanizaciones acordonando el mar con promotores como Carlos Pradel, llegado de Argelia, que levantaron grandes torres a pie de costa de La Albufereta. Ahí permaneció durante 40 años. Arriba y abajo. Durante su trayectoria rescató a decenas de personas atrapadas entre plantas en escenas de agobio y demasiado nerviosismo.

«Parrita», también es marinero y pescador. Incluso navegó con un barco que compró ya rotulado como «El agariño», palabra que significa amor o afecto hacia una persona o un animal, para practicar pesca al curricán o de fondo con amigos y conocidos.

Soltero. Tranquilo. Educado. Amable. Se jubiló recién cumplidos los 60 años. Siempre lleva la cabeza cubierta con una gorra y un puro entre sus labios. Pertenece a la barraca «Canyaeta peixet», que se alza durante las fiestas de Hogueras en honor a San Juan en la plaza del Puerto y que preside su amigo Paqui Andrés Botella, festero y veterano gruista portuario. Su figura está presente en los aledaños de la Casa Consistorial. Cualquier día de la semana y casi siempre se le puede ver paseando a su perrita o con la compra de regreso a casa o leyendo el periódico en cualquier terraza. Pues eso, siempre nos quedará «Parrita». Jesús, vamos.

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