-¿Perdón??
-Sí. Y hace un par de semanas una sujeta saltó de espontánea a un partido de fútbol televisado a medio planeta y eso le reportó un beneficio económico estimado en 3,5 millones de dólares.
-¿En serio?
-Mira, los jóvenes apenas ven televisión; se nutren de vídeos de Youtube donde otros jóvenes les sueltan estupideces de tamaño catedralicio. Y los mayores, los que sí ven tele, contemplan mayoritariamente programas donde sujetos y sujetas de dudoso pelaje destripan sus interioridades con entusiasmo digno de mejor causa.
-Eso lo sé. Sin comentarios.
-Pero es que hay políticos españoles que repiten como un mantra las mismas palabras acabadas primero en o y luego en a. Y partidos políticos que se cambian el nombre atentando contra las normas de la gramática. Y el presidente de los USA que no hace más que vomitar por Twiter lo primero que se le viene a la imaginación, sin tener en cuenta las consecuencias ni las reglas de educación.
-Bueno? me he enterado de un majadero que ha querido demostrarse a sí mismo lo valioso que es y les ha puesto a los estudiantes valencianos un examen de matemáticas en selectividad que no resuelve ni Einstein. El mentecato en cuestión ha amargado a muchos miles de chavales y a otros les va a impedir acceder a la carrera que anhelaban, así, por su ego hinchado en tardes de placeres solitarios y frustraciones varias.
-Vaya, Pa. Te veo calentito.
-Es que me están llegando muchos mensajes de chicos valencianos indignados. Y padres, ni te cuento.
-Y chicas y madres.
-A ver, JC. No me toques el ojo del triángulo que no está el horno para magdalenas.
-Era broma, Pa. Aquí arriba aun conservamos ese género tan socorridito, el neutro.
-¡Y que dure!
-Eso me recuerda una conversación que tuve hace unos días con un santo varón que deambula de nube en nube, Carlo Cipolla, creo que se llama.
-¿Había escrito algún librito ese hombrecillo, no?
-Sí. Precisamente uno muy pertinente: «Las leyes fundamentales de la estupidez humana».
-¡Qué interesante y oportuno! Pero cuéntame, como diría Inmanol Arias.
-Pues verás, Pa. El tal Cipolla sostiene como regla numero uno que siempre, e inevitablemente, todo el mundo infravalora el número de estúpidos en circulación. Por eso los humanos se sorprenden al darse cuenta de que personas que creían cabales resultan ser rematadamente estúpidas. Y eso suele suceder en el peor momento y lugar.
-Podríamos sugerir algún método para identificarlos, no sé... un tatuaje o algo así?
-La segunda, Pa: la probabilidad de que determinada persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica. Y eso es porque uno de los grandes milagros de la naturaleza es haber distribuido la estupidez de manera equitativa por todas las clases sociales, razas y condiciones sociales. Hay estúpidos entre los obreros, los contables, los estudiantes, los notarios y los astronautas. ¿Sabías que el tal Cipolla investigó a un colectivo especial intentando hallar un grupo humano en el que no hubiera estúpidos?
-¿Lo logró?
-No. ¡Entre los premios Nobel también los hay!
-Tercera regla: un estúpido es una persona que ocasiona pérdidas a otra persona o a un grupo sin que él se lleve nada o incluso salga perdiendo. En realidad, según el costo/beneficio de los actos, las personas se podrían clasificar en varios grupos. Indefenso: pierde mientras los otros ganan. Inteligente: gana él y los demás. Criminal: gana él, pierden los demás.
-¿Y el estúpido?
-Sencillo: todos pierden.
-Regla número cuatro: los no estúpidos siempre infravaloran el poder dañino de los estúpidos.
-¿Cómo es eso?
-Evidente. La gente normal se olvida que tratar con estúpidos, donde y cuando sea, va a ser un costosísimo error. Y eso es porque la gente inteligente comete un error capital: pensar que los demás son como ellos. Y uno puede ganarle una batalla al estúpido, pero acabará sucumbiendo ante él. Porque el estúpido acabará provocando el caos, y en el caos, el que está cómodo es el estúpido.
-Y la quinta. Una persona estúpida es más peligrosa que un bandido.
-¿No es un poco exagerado eso?
-El lo explica así: un bandido obtiene un beneficio igual a lo que ha perdido la otra persona. La sociedad en su conjunto no sale perdiendo ni ganando. Si todos los miembros fuesen bandidos perfectos, la sociedad permanecería igual y no había grandes problemas. La diferencia es que los estúpidos no ocasionan equilibrio en la sociedad: simplemente, la hacen peor.
-Entonces, ¿qué es preferible? ¿Una sociedad de bandidos o una de estúpidos?
-Pues no estoy seguro. Los estúpidos son peligrosos y dañinos porque para la gente razonable es difícil imaginar y entender su comportamiento irracional. Alguien inteligente, una vez más, entendería perfectamente comprensible al bandido, pero no al estúpido, lo que los hace particularmente venenosos.
-¿Recuerdas lo que dijo Einstein?
-¿E= mc2?
-No: «Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo».