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Retratos urbanos

La memoria del fútbol alicantino

Le gusta tocar el papel tintado con la pasión de su vida: el fútbol. Durante sesenta años ha custodiado un floreciente archivo de las cosas del balompié alicantino y sus protagonistas.

José Juan Barceló Moreno. Alicante (1954). Casado. Hijo e hija. Impresor jubilado anticipadamente. Coleccionista e historiador del fútbol.

A los cinco años ya recortaba los periódicos de su padre para guardar en una carpeta noticias deportivas, especialmente de fútbol y de equipos alicantinos. Creció en las calles de Benalúa y en el barrio José Antonio, ahora Miguel Hernández, con la pasión por los futbolistas y sus cosas. Perteneciente a una familia popular, el padre de José Juan Barceló Moreno construyó miles de toneles para el vino en la empresa Congost, ya desaparecida; la madre trabajó durante cuarenta años en la vieja Fábrica de Sacos.

Antes de concluir los estudios elementales, José Juan decidió ponerse a trabajar. Su primer empleo fue como mancebo en la farmacia de Rafael Devesa, situada en la calle del Teatro. Tenía 13 años. Entre la rebotica y el mostrador sólo aguantó dos años. El negocio abría los domingos y el chaval se perdía los partidos del Hércules en el campo de La Viña y de otros conjuntos alicantinos, como el Alicante Club de Fútbol. Decidió cambiar de aires. Fue aprendiz de artes gráficas. Oficial en varias imprentas, como la de Cirilo, en Ciudad de Asís, Drac, en Villafranqueza. Recién casado cerró el primer taller de impresión. Tenía 26 años. Especialista en impresión indirecta, sistema offset, las sucesivas crisis que sufrió el sector le enviaron en cuatro o cinco ocasiones al paro. La última depresión ya le apeó del oficio de estampar tintas de cuatro colores sobre el papel. Su último destino fue la mercantil Heliocrom. Se jubiló anticipadamente hace un lustro tras varios cursos como humilde pensionista.

Nunca ha dejado de reunir recuerdos del tiempo pasado del fútbol, no sólo del Alicante y Hércules, sino también de otros equipos de la provincia como el Elche, el Alcoyano, el Eldense y el Villena, entre otros. Cualquier día se le puede encontrar husmeando entre montañas de retales de la historia en forma de libretos, cromos o en cualquier formato por rastrillos, mercadillos o en librerías de lance.

Es un coleccionista e historiador del fútbol más cercano y de sus entrañas; obsesivo en las cosas del deporte: de sus éxitos y fracasos, de las victorias y de las derrotas. Todo lo guarda.

Dos habitaciones de la vivienda familiar están repletas de libros, álbumes de recortes y fotografías de futbolistas muertos, viejos, veteranos y actuales. También guarda cabeceras de periódicos deportivos ya desaparecidos, como Jornada, Deportes y un amplio fondo gráfico sacado de aquí y de allá, que mantiene en carpetas bien archivadas y ordenadas en un espacio dominado por estanterías que sostienen todos los recuerdos de José Juan, desde 1930. Por su casa han pasado viejos futbolistas, como José Manuel Asensi y Marcial Pina.

Como buen impresor le gusta tocar el papel: sentir y palpar su gramaje y su textura. La informática la tiene abandonada. Usa lo justo el ordenador. No dispone de correo electrónico. Papel y lápiz, asegura haber escrito una veintena de libros, que aún están sin editar, como «Futbolistas de la A a la Z» o «El Hércules en sus tres campos».

Tiene una imagen en su mente: la del ascenso herculano frente al Cartagena a finales de los años sesenta, en un emocionante partido de alta tensión en el que los voluntarios camilleros de Cruz Roja tuvieron que trasladar al hospital a ocho aficionados, al parecer por ataques a sus corazones albiazules.

Nunca ha jugado con el balón. Se ha dedicado a contemplar este deporte por campos de toda la provincia. Es la memoria del fútbol alicantino. Pero ha inculcado su pasión por este deporte a su nieto, que se forma en la cantera del Jove Español de San Vicente.

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