-Nada de eso, Pa. Algo mucho más interesante. Los vídeos del Juicio del Prusés, en el Tribunal Supremo español.
-¿Una peli de juicios?
-No es una peli, Pa. Es la realidad pura y dura. Aunque podría serlo: el bueno, el feo y el malo.
-¿En serio? ¡Qué interesante! Aunque solo te preguntare por el bueno.
-Pues es una revelación: el juez Marchena. Un santo varón que sabe imponer respeto sin aspavientos, sin levantar la voz, sin dar titulares.
-¿Como un maestro de los de antes?
-Sí, algo así. Y contrasta precisamente con algunos de los participantes en el tal juicio. ¿Sabes lo que respondió un testigo cuando le preguntaron si se habían producido insultos hacia la Policía?
-Ilústrame.
-«Sí, claro. Los insultos normales: cabrones, hijos de puta».
-¿En serio?
-Como lo oyes, Pa. Para este sujeto lo normal es dedicar a las fuerzas de orden epíteto semejantes.
-Es que se está perdiendo el respeto.
-Eres muy optimista, Pa. No se está perdiendo. Está más perdido que Moisés en el desierto. Para que te hagas una idea: en España se han producido en 2018 232 agresiones a profesionales sanitarios. Con respecto a la enseñanza, se han contabilizado 2.719 situaciones de violencia por parte de alumnos o de sus padres hacia el profesorado. Las agresiones a la policía han crecido un 7% en ese año y se han denunciado más de cincuenta agresiones a? ¡árbitros de fútbol!
-¡Por el amor de mí! ¿Qué está pasando en España?
-Bueno? no creo que tu oportuna pregunta tenga una respuesta sencilla. Aunque yo la reduciría a una palabra: educación. Lo cierto es que se han ido gestando personalidades ajenas a la frustración, personas que creen poseer todos los derechos y expectativas de conseguir cuanto la sociedad ofrece. A eso unimos una sociedad tan permisiva como incapaz de defenderse y el resultado es la falta de respeto hacia sus propios servidores.
-Es difícil de comprender, de todas maneras.
-En el caso de los médicos y el personal sanitario, los pacientes de la Seguridad Social les hacen pagar las insuficiencias del sistema y sus expectativas muchas veces exageradas de mejora.
-Hay gente que lo quiere todo y lo quiere ya.
-Con los profesores es casi peor. De la figura respetada del enseñante se ha pasado a invertir la carga de la prueba: algunos padres les culpabilizan de cualquier contrariedad que sufren sus hijos, aquello tan antiguo de «Es que el profe me tiene manía».
-¿No será todo esto un problema de autoridad, JC? ¿A que esto no pasaba con don Paco? ¿O alguien se atrevía en los años cincuenta a insultar a los guardias o a pegarle a un médico?
-No creo que sea exactamente eso, Pa. Me niego a antagonizar democracia y autoridad. Quizá sea cierto que los españoles han dado un bandazo en dirección contraria, tras cuarenta años de ciertas apreturas en ese terreno. Pero lo inteligente es volver a situarse en el centro armónico, donde los conceptos de libertad, seguridad y autoridad coexistan con normalidad, sin comerse el terreno unos a otros.
-¿Crees que eso es posible en España?
-Estoy seguro, dales un poco de tiempo, Pa.
-Esperemos, pues. Porque una sociedad que pierde el respeto a sus servidores es una sociedad condenada a la disolución.
-Qué sentencia tan adecuada, Pa. ¿De quién es?
-De tu Pa.