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Vivir: ¿Una maravillosa odisea?

¡Hay que decidir!

A veces decidir es difícil, y parece que no debería serlo, pues cada vez conformamos una sociedad más culta, más formada.

En pocos años, de un colectivo de personas mayores que no sabía leer o escribir, que eran analfabetas, hemos pasado a conformar otro con mayor presencia cultural, en la que nuestros hijos han recibido todos formación, muchos de ellos universitaria.

Al mismo tiempo los medios de comunicación son potentes e inundan nuestras vidas. Es excepcional que no nos enteremos de que algo importante ha sucedido. Sin embargo, sí que estimo que a veces decidir es difícil.

No me refiero a si comer sopa o arroz, o cuál del par de zapatos compramos. La vida moderna nos exige tomar decisiones más complejas, y no solo a la hora de elegir la persona que queremos que nos acompañe toda nuestra vida, qué hacer con nuestros ahorros, o en qué lugar queremos vivir, cosas que incluyen hasta qué partido político votar e incluso situaciones más complejas, como puede ser tener un opinión sobre si debería regularizarse la eutanasia, o la maternidad subrogada.

Por fortuna no estamos en la situación de Abraham, que debemos sacrificar a nuestro hijo Isaac. Ni nos corresponde a nosotros decidir si debemos ir al cielo o al infierno.

De igual manera se ha puesto de moda el término empoderamiento, que de alguna manera supone tomar las riendas, dirigir, o cómo conducir tu vida; muchas mujeres han decidido que quieren ocupar un mayor espacio en la sociedad, la quieren más igualitaria, y luchan por ello.

Eso hace que ya no nos extrañe ver a personas mayores ocupando las calles con pancartas que defienden sus derechos, o lo que sucede con determinados colectivos que antes estaban infra valorados, o si se me permite despreciados, como el LGTBI; ahora se han decidido, quieren defender sus ideas, salen de lo que decíamos el armario y expresan sus derechos en voz alta. Y es que cada vez somos una sociedad más libre. Libertad es poder decidir, pero si se parte de una situación de debilidad, complica la toma de decisiones.

Muchas veces el miedo al error es el que frena nuestras decisiones.

Pero no me cabe la menor duda de que todos preferimos que sea así; hoy no podríamos vivir en una sociedad bajo una tiranía, un sistema que nos impusiera todo.

Esa dificultad en la decisión conlleva a su vez un escenario de ventanas abiertas, el poder contemplar diversas respuestas ante una pregunta; una vez más nos enriquece.

También es verdad que nos gusta que se juegue limpio, queremos conocer las consecuencias posibles de cada decisión que se pueda tomar, y ello suele ser siempre posible.

Tampoco quiero decir que siempre sea así, existen las «fake news» o la presencia e injerencia de los que tienen poder en los medios de comunicación, pero nunca en nuestro país había existido más pluralidad.

De igual manera se han creado oficios o empleos que pretenden o pueden actuar sobre nuestras decisiones. Algunos los buscamos nosotros, pueden ser psicólogos que nos ayudan a decidir cuando estamos alterados, también los «coachs», otros que se califican de asesores o politólogos y abundan en infinitos terrenos, un ejemplo de lo difícil que puede ser decidir viene reflejado por el alto número de personas indecisas a la hora de emitir su voto en las últimas elecciones generales España.

Otros son más peculiares: se llaman «influencers» y actúan por los modernos medios de intercomunicación social. Si reciben ese nombre es porque con sus actuaciones contagian a otros.

En muchas ocupaciones la decisión es clave; lo es para los jueces, que deben decidir si uno va a la cárcel, y por cuánto tiempo. También los médicos deben decidir si hay algo que amenaza nuestra vida. En ambos casos tratan de sustentarse en razones objetivas, lo que llamamos pruebas; pero no hay que olvidar que en muchas ocasiones el médico debe decidir en minutos, y su decisión puede ser trascendente.

Pero hoy se decide en muchos terrenos; yo no sé si se debe a la caída del adoctrinamiento pero el número de personas que se definen como agnósticos o ateos va creciendo, o los que asisten regularmente a las misas.

Algo que debería preocuparnos es el número creciente de personas que podrían considerarse como personajes de referencia, «role modeling», que en muchos casos lo que pueden vender son valores sociales muy pobres, son personajillos, y es penoso que grandes pensadores, que coexisten con nosotros o que han dejado reflexiones importantes a lo largo de la historia, hayan perdido influencia.

Tras la decisión viene el acierto o el error; sabemos que errar es humano, lo que nos ha hecho ser tolerantes con nuestras decisiones equivocadas.

Por fortuna el tren volverá a pasar, como también le sucederá al río; si nos equivocamos podremos rectificar, y algo que es importante saber, que podemos aprender más de nuestros errores que de nuestros aciertos.

La desinformación es uno de nuestros grandes lastres, pero también lo es la inacción. Por ello decidirse es importante. Sabe que hemos puesto de moda una palabra: procrastinar, que expresa dejar para mañana lo que puedes hacer hoy. Es algo que no es aconsejable. Por favor, ante cualquier situación reflexiona sobre las posibles actitudes a tomar, sé sensato, pero decídete. Entre lo urgente y lo importante hay que elegir siempre lo importante.

Para decidir, la razón ayuda mucho, y no es infrecuente que los sentimientos nos confundan, pero también debemos saber que cuando actuamos con ellos si hay error la situación se sobrelleva mejor. Lo que no evita que el miedo a decidir pueda bloquearnos.

En un artículo de estos hace poco le decía que la vida es cambio, lo mantengo, pero también le añado que la vida es decisión. ¡Hay que decidirse!

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