Alicante cuenta con un amplio tejido empresarial, compuesto por casi 128.000 compañías, que, sin embargo, a la hora de la verdad no se traduce en un volumen de negocio igual de significativo. Es decir, que la provincia cuenta con muchas empresas pero éstas no producen al mismo nivel que el resto de las españolas y, lo que es peor, en los últimos años se han distanciado aún más de la media. Así lo refleja el Balance Socioeconómico de la Provincia 2003-2013 elaborado por Ineca, en el que se analizan las principales fortalezas y debilidades de la economía alicantina y su evolución a lo largo de última década.

Un trabajo en el que queda claro que el mismo reducido tamaño de las empresas que aporta flexibilidad y resistencia al tejido económico alicantino en los momentos de crisis, es también el que impide un mayor desarrollo de la actividad y que la provincia se beneficie de las mejoras de productividad -y, por tanto, de bienestar de la población- que se han conseguido en otros territorios gracias a la inversión en innovación o a la salida al exterior.

Las cifras son rotundas. Con el 4,1% de todas las empresas del país, Alicante sólo consigue el 3,2% de la facturación. O, lo que es lo mismo, la producción per cápita de la demarcación se sitúa alrededor de un 23% por debajo del promedio nacional.

Empresas menguantes

A lo largo de la década que analiza el informe se observan dos partes muy claras en la evolución del ecosistema empresarial. Una primera, entre los años 2003 y 2008, en la que se produce una gran expansión del número de empresas de la provincia, que pasa de 111.805 a 142.307; y una segunda de declive, a partir de ese ejercicio, en que el número de negocios decae rápidamente con la llegada de la recesión hasta los 127.748. No obstante, resulta muy significativo que el tamaño medio de las empresas de la zona empezara a reducirse mucho antes del estallido de la burbuja inmobiliaria. En concreto, tras marcar un máximo en 2004 con 5,9 empleados por negocio, la cifra empezó a caer a partir del siguiente ejercicio hasta cerrar el periodo analizado con sólo 4,7 trabajadores por compañía frene a los 5,7 del promedio nacional.

En términos absolutos, hasta el 96% de las firmas alicantinas están consideradas como micropymes -menos de 10 empleados- frente a tan sólo un 0,4% que entraría en la categoría de gran empresa. Además, en la provincia se da una prevalencia mucho mayor que en otras zonas de las empresas que se corresponden con personas físicas. Es decir, autónomos, que suponen el 49,8% de todos los negocios.

Una de las principales consecuencias de este enanismo empresarial es la mayor dificultad para abrir mercados en el exterior, algo que se ha agravado con la falta de inversión en el sector industrial durante los años de la fiebre del ladrillo. Así, a pesar de la excelente evolución del último par de años, entre 2003 y 2013 las exportaciones alicantinas sólo crecieron 27,39% frente al 41,31% de la Comunidad Valenciana o el 69,59% nacional. La segunda gran consecuencia es la dificultad para realizar inversiones en innovación que permitan beneficiarse de los últimos avances tecnológicos, lo que lastra la productividad de la zona, según Ineca.

Otra de las tendencias que ha marcado claramente el devenir económico de la provincia durante la pasada década ha sido la pérdida de peso que han sufrido la agricultura y la industria -a la que se sumó la construcción tras el estallido de la burbuja inmobiliaria- en favor de los servicios. En el caso del sector primario su aportación al PIB provincial se ha reducido casi a la mitad en este periodo, hasta tan sólo un 1,3%, mientras que el peso de las manufacturas ha pasado del 12,8% al 10,3%, aunque si nos remontamos hasta el año 2000 la caída aún ha sido mayor, ya que entonces generaba el 15,2% de la producción provincial. En cualquier caso, una cifra que «se aleja de los valores medios de las economías más desarrolladas», según se encargan de recalcar los autores del estudio, que insisten en la conveniencia de potenciar esta actividad para garantizar la solidez de la economía alicantina.

Por su parte, la construcción pasó del 13,8% de 2003 al 15,1% en 2007, para desplomarse hasta el 9,9% en 2011. El único sector que gana claramente son los servicios, que aumentan su cuota del 59,7% al 67,6%. Además, a pesar de la crisis, emplean en estos momentos a 70.000 personas más que en el año 2003.

Poca innovación

Además del excesivo peso que ha adquirido el sector servicios, hay otro aspecto negativo: que no son los servicios punteros los que crecen. Así, lo que se conoce como «terciario avanzado» -consultorías, empresas tecnológicas, de gestión de la información, etc- lejos de aumentar, como ha ocurrido en el resto del país, ha reducido notablemente su facturación en la provincia durante el periodo analizado. En concreto, un 43,42%, según Ineca, lo que no indica nada bueno. Sobre todo porque a nivel autonómico creció un 3,72% y en el conjunto nacional avanzó un 50,67%.

Bastante mejor le ha ido al subsector del comercio, que ha resistido la recesión con bastantes menos daños colaterales que en el conjunto de la autonomía y del Estado. Así, frente a 2003 su facturación sólo ha disminuido un 5,13%, la mitad que a nivel nacional. Por su parte, el turismo también presenta un balance positivo en este periodo aunque Ineca también advierte de que en estos años ha crecido por debajo de lo que lo han hecho otros destinos. Eso sí, la Costa Blanca sigue presentando unas tasas de ocupación superiores y mantiene «una posición de liderazgo» dentro de este negocio.

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