«¿Tú sabes si tu banco está financiando a alguna empresa de fabricación de armamento o a alguna que esté explotando a sus trabajadores en el tercer mundo? Pues yo sé que el mío no». Con este argumento tan rotundo explica Esther Roig la importancia de la banca ética y por qué cada vez más gente participa en este tipo de entidades, que garantizan que sus créditos solo irán a parar a proyectos con un impacto social positivo. Un subsector que abanderan marcas como Triodos Bank o la Banca Fiare y que ya mueve en España alrededor de 1.800 millones de euros y cuenta con 200.000 clientes. Ayer, la Red Enclau, que preside Roig, realizó una jornada de divulgación en Alicante en colaboración con el Ayuntamiento de la ciudad y el Gobierno valenciano, firme impulsor de esta banca alternativa.

Baja esta denominación genérica se esconden, en realidad, muchos modelos distintos, que van desde los más restrictivos que aplican algunas cooperativas de servicios financieros, que únicamente prestan dinero a empresas de la denominaca «economía social» -sociedades laborales o centros especiales de empleo- hasta la interpretación más amplia que realiza la citada Triodos, un banco en toda regla, sometido a las mismas reglas que cualquier otro. ¿Qué les diferencia? «A la hora de dar préstamos, además de hacer una evaluación financiera del proyecto, también miramos su rentabilidad social. Es decir, que el diner se invierta en algún proyecto de carácter social, cultural o medioambiental», asegura su responsable en la Comunidad, Juan Antonio Sanchís. En el caso de los particulares, por ejemplo, las hipotecas no reducen el diferencial por contratar más productos con el banco, lo hacen según la eficiencia energética de la casa. Y su modelo funciona, la morosidad media de la banca ética ronda el 7% frente a la tasa de más del 10% del resto del sector.