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Sensatez liberal

Revuelto y parece que con ganas de tirar al monte anda el centro derecha español, a tenor de la catarata de declaraciones, intervenciones y ocurrencias que trufan los informativos en los últimos días. La inenarrable intervención anteayer de Dolores Montserrat (toda una exministra del Gobierno de España, que amenaza con que olvidemos a Rafael Hernando en un plis-plas, poca broma) en el Congreso de los Diputados con un batiburrillo atropellado que dio un poco de vergüenza ajena, ha sido la última de una serie de acciones, a mitad de camino entre el folclorismo y el catastrofismo, que más que una estrategia parece una táctica apresurada y atropellada para coger el sitio perdido tras la salida inesperada del Gobierno y el recambio del que había sido su líder durante los últimos 18 años. De Rivera ya sabíamos que siempre quiere ser el más listo de la clase, pero Casado quiere demostrar día tras día -respaldado por Teodoro García, un secretario de organización rudo como el que más- que sabe de todo y a todas horas: de historia, de derecho, de política, de deporte: de lo que sea€ La peor frase es la nunca dicha, y a fe que no hay día que no nos sorprenda con una.

Por el contrario, la intervención ayer de Juan Rosell, en el Foro del Club INFORMACIÓN, demostró que desde posiciones económicas liberales o de centro derecha se pueden exponer ideas y argumentos racionales sin necesidad de que nos carguemos este país en cada frase. Sin aspavientos ni agravios innecesarios el presidente de los empresarios españoles explicó la necesidad de reformas (con las que se puede o no estar de acuerdo) permanentes y necesarias para que España y Europa sigan siendo una de las zonas de mejor nivel de vida del mundo, que hay que apostar por la innovación, la formación y la inversión, que tenemos un problema con el gasto público debido al dinero que se dedica a las pensiones y a las prestaciones por desempleo, y que hay un exceso reglamentista que nos pasa factura frente a otras economías.

Y lo dijo todo aportando datos y perspectiva temporal, sin echar mano de victimismos, y de una manera clara, sensata y entendible y prácticamente de corrido y sin leer un papel, cosa que el auditorio agradeció. Todo desde un liberalismo económico (que no le prohíbe mojarse en tratar de aportar su granito de arena al problemón catalán, visitando a Junqueras en la cárcel: vade retro, a ver si resulta que la Ceoe está dirigida por un peligroso antiespañol€) con el cual se puede o no estar de acuerdo, pero que permite el debate, la controversia, el matiz. Y sin agredir ni ridiculizar, ni faltar a la inteligencia de nadie.

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