La exvicepresidenta y portavoz del Gobierno con Zapatero, dirige la Fundación Mujeres por África e inaugurará el ciclo de ponencias que albergará Casa Mediterráneo los días 2 y 3 de octubre.

- ¿Qué motiva su participación en las Primeras Jornadas «Las Rutas de la Seda y la Mujer en las Culturas del Mediterráneo»?

Además del especial interés personal que tengo en el tema, como mujer mediterránea que soy, lo cierto es que la igualdad, y por tanto la acción de las mujeres, es y va a ser un elemento fundamental a la hora de encarar los enormes retos que tiene planteados la región. Una región que ha sido desde la antigüedad absolutamente estratégica y en la que han convivido durante siglos distintas culturas y civilizaciones.

Luchar por frenar la intolerancia, los fanatismos, los populismos que hoy día nos amenazan pasa por poner en primer plano la riqueza de la diversidad y la universalidad de los derechos humanos y los valores democráticos. También por crear oportunidades, oportunidades económicas, oportunidades vitales, oportunidades de paz y de desarrollo. Y todo eso no se puede hacer sin igualdad, sin las mujeres. Las mujeres son hoy la gran esperanza del mundo globalizado.

- ¿Por qué es tan importante poner en marcha iniciativas como ésta?

No podemos dejar el campo libre a los discursos del odio ni dejar de alertar de que las democracias que tanto nos ha costado construir están siendo socavadas por la desigualdad, la entronización del beneficio económico y el descrédito de la política.

Hay demasiada injusticia, demasiado sufrimiento, demasiada precariedad. La sociedad tiene que ver y sentir que hay vías más justas por las que caminar y que hay muchas personas en todo el mundo luchando por ello. Es importante visibilizar ese trabajo y dejar claro que no nos vamos a quedar con los brazos cruzados.

- ¿Considera que a la Historia le cuesta reconocer el papel de la mujer en el desarrollo de la economía?

Mire, la Historia nunca ha colocado a las mujeres en el lugar que les corresponde. Aunque nos quieran presentar como actrices secundarias, las mujeres somos protagonistas, somos centrales en la economía.

Hoy en día, en los países en vías de desarrollo, por supuesto en África, siguen siendo las grandes productoras de alimentos y las que manejan la economía informal, que es la que da de comer al continente.

Aquí, en España, un tercio de los hogares lo sacan adelante las mujeres. Y nunca en la historia hemos dejado de trabajar, eso sí, la mayor parte de las veces sin remuneración. De hecho, ese trabajo no remunerado, que según la OIT representaría casi un diez por ciento del PIB mundial, y es una estimación muy conservadora, lo hacen en un altísimo porcentaje las mujeres. En definitiva, no puede haber desarrollo económico sin contar con las mujeres.

- ¿Qué le parece que haya quien opine que el empoderamiento femenino es una moda y no una realidad imparable?

Bueno, siempre hay gente sin visión, pero en este caso es muy poca. Gustará más o menos. Al patriarcado, desde luego, no le gusta nada, pero lo cierto es que el empoderamiento femenino ya no es que sea un hecho, es que es una necesidad.

Estos días hemos visto a dos magníficas mujeres, mujeres mayores, enfrentarse y pararles los pies con enorme solvencia y aplomo a dos de los gobernantes más poderosos del mundo. Gobernantes que estaban abusando y haciendo un uso antidemocrático de ese poder. Nancy Pelosi en Estados Unidos y Brenda Hale en Gran Bretaña son un ejemplo del liderazgo femenino. Ellas están en lo alto, pero también por la base son las mujeres las que con mayor fuerza se están oponiendo a las prácticas y a los abusos antidemocráticos en todo el mundo.

- La frase, «la revolución será feminista o no será», ¿qué implica?

Implica que no puede existir verdadera democracia sin las mujeres. Implica que no puede haber desarrollo sostenible ni progreso sin las mujeres. Implica que no superaremos las consecuencias del cambio climático sin las mujeres. La gran revolución que viene es la de la igualdad. Un valor del que el mundo nunca ha disfrutado y que cuando llegue a nuestras vidas, tanto en casa como en los gobiernos, en las empresas, en todos los rincones de la sociedad, supondrá una transformación absoluta, por supuesto para mejor.

- ¿Cuál es a su juicio el denominador común del papel de las mujeres en el Mediterráneo?

El compromiso. Un compromiso activo y creativo, luminoso, como lo es el propio Mediterráneo, con la defensa de la vida, con la mejora de la vida. Y el mejor ejemplo lo tenemos en la lucha por la paz. Las mujeres son las mejores mediadoras de paz, las más capaces, después de siglos de experiencia en sus propias casas y en sus comunidades.

Y la ONU lo reconoció en su resolución 1325. Una resolución que hay que impulsar, porque hasta ahora no se ha cumplido. Por eso, en colaboración con la Alianza de Civilizaciones de Naciones Unidas, la Fundación Mujeres por África ha lanzado la iniciativa Alianza de Mujeres por la Paz, un instrumento para la igualdad, un espacio para el encuentro y una plataforma de acción para la paz.

Una paz activa, comprometida con los derechos humanos y los objetivos de desarrollo sostenible. Una paz que no es sólo ausencia de guerra, sino un impulso a las libertades, a la diversidad y por supuesto a la igualdad. Y es importante que las mujeres abanderemos esta iniciativa porque nuestra lucha por la igualdad siempre ha sido también una lucha por la paz.

- ¿Qué muros son los más difíciles de derribar?

Los que se construyen en las mentes a base de prejuicios.

- Usted ha estado siempre en la primera línea política, ¿sintió alguna vez el peso del llamado techo de cristal?

Bueno, como mínimo he sentido que hay barreras, que hay obstáculos. Y si no los hay, inmediatamente los crea el patriarcado. Pero también he visto que las mujeres sabemos derribarlos, sabemos superarlos.

- ¿La igualdad de género hará más fuertes a los países que la logren? ¿Conseguirla es utópico?

Los países que no apuesten por la igualdad, por empoderar a sus mujeres, por dejar atrás la violencia que se ejerce contra ellas, no tienen futuro. La igualdad de género fortalece e impulsa a las sociedades.

Lo vemos en los países nórdicos, por ejemplo. Nuestro propio país está ganando prestigio internacional gracias a la presencia y a la reivindicación que las mujeres españolas están haciendo de la igualdad, de sus derechos. Una reivindicación reconocida y aplaudida en todo el mundo. Y es que no puede ser de otra manera.

Desperdiciar el talento de las mujeres, ignorar la perspectiva y la sensibilidad de la mitad de la población, por no hablar de la violencia que genera la desigualdad, nunca puede salir a cuenta. La igualdad no sólo es buena para las mujeres, lo es para todos, para el conjunto de la sociedad.

Y uno de los aspectos más positivos en este momento es que cada vez más hombres comparten esta certeza y se están uniendo al esfuerzo por la igualdad. Esa es una razón más por la que pensar que la igualdad llegará.

- Si tuviera la posibilidad de poner en marcha en África un proyecto inmediatamente, con toda la ayuda posible y sin ninguna traba, ¿cuál sería?

No es una respuesta fácil. ¡Hay tanto que hacer! Pero si hay que elegir, elijo sin duda la educación. La educación es donde empieza todo. Es el germen de la libertad, del desarrollo personal y social, incluso de la salud.

Se sabe que en África, cuando las mujeres cursan la enseñanza secundaria, desciende muchísimo la mortalidad infantil. Si pudiera poner en marcha ese proyecto sin trabas y con recursos, ninguna niña, ninguna mujer en África dejaría de estudiar y de formarse en aquello que quisiera hacer, desde la escuela hasta la universidad.