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El perfil

Un ejecutivo con alma de karateca al frente de Dialprix

El director general de Musgrave España, Luis López. antonio amorós

A pesar de que ha desarrollado prácticamente toda su carrera profesional en la provincia -primero en Alicante, donde trabajó en la oficina de la desaparecida consultora Arthur Andersen, y más tarde en Elche, donde fue escalando posiciones hasta convertirse en el director general de Musgrave, la propietaria de Dialprix-, Luis López nunca ha querido abandonar su Alcantarilla natal, donde tiene a su familia y sus raíces, y donde sigue yendo y viniendo cada día. Un trayecto de entre 45 y 50 minutos que, según explica, «es el tiempo para pensar», alejado de la vorágine que supone estar al frente de una de las mayores empresas de la zona por facturación, con una red de alrededor de 140 supermercados de todos los formatos, entre propios y franquiciados, y 19 cash & carry.

Le ayuda bastante el hecho de madrugar cada día a las seis de la mañana, lo que le proporciona el tiempo necesario para estos desplazamientos y para dedicar a una de sus aficiones, como es el deporte. Así, no es extraño verlo a las siete y media de la mañana echando una partida de squash en el Tiro de Pichón, antes de entrar a trabajar en la sede central que Musgrave, muy cerca de allí. Y es que, a pesar de no renunciar a su Alcantarilla natal, López también es ya uno más entre los empresarios ilicitanos, con los que comparte el carácter luchador y emprendedor.

Lo demostró desde joven cuando, en segundo de carrera -se licenció en Económicas en la Universidad de Murcia-, empezó a trabajar en un taller de matricería por puro «orgullo», según afirma, para que dejaran de decirle aquello de «qué bien viven los estudiantes». En teoría, era para llevar la contabilidad del negocio, pero si hacía falta se ponía a «pulir moldes» o salía a cobrar a los clientes.

Tras finalizar un máster que hizo tras licenciarse, trabajó brevemente para Zumos Juver y optó por presentarse a las pruebas que a principios de los noventa organizó Arthur Andersen para su oficina en Alicante. Pasó allí cuatro años que le sirvieron, según recuerda, para conocer de cerca el funcionamiento de un gran número de sectores, lo que le dio una perspectiva amplia del funcionamiento de la economía provincial.

Fue así como acabó participando en la operación por la que la irlandesa Musgrave adquirió Dialsur en 1995. «Querían salir de Irlanda, buscaban alguna empresa que ya tuviera experiencia en el terreno de la franquicia y, por motivos que desconozco, conocían a Salvador López», el entonces propietario de la firma.

La multinacional fichó al que era su jefe en Arthur Andersen como director financiero, que lo reclamó para su equipo. Su desembarco en la cadena de supermercados no fue fácil, porque hubo que cambiar los ritmos de una firma familiar por las exigencias de información constante de una gran compañía. «Recuerdo aún el impacto que supuso la primera vez que sacamos un informe de ventas mensual tienda a tienda, cuando ahora sabemos producto a producto lo que vendimos ayer», señala el ejecutivo.

Una transformación interna a la que se sumó la necesaria adaptación a los cambios que ha sufrido el negocio de los supermercados en estos años. Entre ellos, la irrupción de Mercadona. «De repente, llegó un jugador que empezó a comprar locales más grandes y descolocó a todo el mundo», reconoce.

Dialprix decidió apostar por su propio camino y mantuvo un formato más pequeño, de tienda de proximidad, pero con mostradores atendidos y una gran apuesta por el producto fresco. Una estrategia que le ha permitido acceder a un público que prefiere acudir varias veces a la semana a comprar lo que necesita y rehúye de las grandes compras semanales o quincenales. Su otro gran desafío fue la aparición de las marcas blancas, un segmento donde las pequeñas cadenas de distribución lo tienen más difícil para desarrollar productos competitivos. Ellos lo consiguieron, según López, trabajando codo a codo con sus proveedores.

Como jefe, asegura que es muy «dado a perdonar los errores» y que suele dejar «libertad». Casado y con dos hijos, uno de los momentos que más disfruta es cuando acude a los partidos del menor de ellos, a pesar de que no es demasiado «futbolero». De hecho, su deporte desde el instituo era el kárate, una de las renuncias que tuvo que hacer cuando empezó a trabajar en Elche. ?

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