Mirar sin ver, sin observar la verdadera medida, sin entender que la magnitud real de lo que está en juego es algo tan simple como la vida. El Día Mundial del Agua debe servir para reivindicar los modelos sostenibles de explotación de un recurso tan escaso como imprescindible. El confinamiento masivo que ha provocado algo tan minúsculo como el Covid-19 debería servir para tomar conciencia de que conservar el planeta es una prioridad que no admite peros ni negacionistas, que la libertad y el bienestar son finitos, que conservarlos en el futuro está en manos de toda la humanidad porque sencillamente nos va en ello la existencia.

En la actualidad, los datos facilitados por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) revelan que España goza de una disponibilidad media estimada de recursos hídricos, por persona y año, de 3.000 m3 para una demanda de 2.000 m3 anuales por habitante. Al final del siglo XXI, los cálculos del IPCC predicen que la disponibilidad de este bien se habría reducido a 450 m3 por persona al año para unas demandas moderadamente superiores a las actuales.

Esta reducción drástica afectaría de forma especial al territorio meridional peninsular y a la costa mediterránea, en el epicentro del cambio climático. El previsible aumento en la frecuencia de los episodios de sequía dará como resultado no solo menos lluvia, sino también una mayor evaporación.

Del mismo modo, para el año 2100, el aumento en la duración de las olas de calor oscilará, según los modelos de la Oficina Española de Cambio Climático OECC, entre el 25 y 50% en las regiones del litoral mediterráneo español. «Alicante es un ejemplo mundial porque ha pasado episodios de sequía, pero no ha pasado sed; ha sufrido inundaciones y las hemos adaptado para evitar los desastres de los años 60 y 80», ha recalcado siempre Jorge Olcina, catedrático de Geografía y director del Laboratorio de Climatología de la UA.

Cifras como que Alicante capital ha logrado disminuir el 20% de las fugas de agua desde los años 80 es un dato optimista que confirma que cuenta con una de las redes de mejor eficiencia de todo el mundo, un modelo exportable al resto del planeta.

Cambio de paradigma

En una aproximación simplista al problema del agua, se podría pensar que solo tres factores amenazan los actuales modelos de gestión integral de los recursos hídricos: la demanda, el cambio climático y los impactos directos de la actividad humana. Sin embargo, un análisis más estricto de la situación revela que existe un cuarto factor: la propia explotación de esos recursos hídricos.

Ya no basta con asegurar el suministro y la sostenibilidad frente a la demanda creciente; ahora se trata, además, de hacer frente al efecto que provoca el cambio climático en la disponibilidad de agua dulce (pérdida de reserva y calidad) y minimizar los efectos que puede provocar la gestión de los recursos hídricos en el calentamiento global (desalinizar, hoy en día, emplea una cantidad de energía muy por encima de lo que sería asumible por el planeta).

Domesticar la gota fría

Aguas de Alicante busca desarrollar las fuentes de abastecimiento -las tradicionales (superficiales y subterráneas) y las artificiales (depuración y desalinización)-; potenciar al máximo la eficiencia en las redes para reducir las fugas con monitorización continua; y defiende el establecimiento de sistemas tarifarios que penalicen el exceso de consumo, además de la sensibilización social continua acerca de los beneficios de ahorrar agua.

En relación a los episodios de lluvia torrencial, los desafíos pasan por ser capaces de construir colectores de agua pluvial de gran capacidad, depósitos pluviales y espacios públicos inundables; adecuar los sistemas tradicionales de alcantarillado a lluvias intensas; crear sistemas de alerta a las poblaciones (apps específicas en móviles); y poner en marcha sistemas de drenaje urbano sostenible.

El 40% de la población sufrirá escasez en 2050

Las proyecciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) desvelan que el 40% de la población mundial vivirá en cuencas hidrográficas con escasez de agua de aquí a 2050. También prevé que el número de personas en riesgo de inundaciones aumente de los 1.200 millones de la actualidad a alrededor de 1.600 millones en 2050 (cerca del 20% de la población mundial).

En este sentido, el Patricova (Plan de Acción Territorial sobre Prevención del Riesgo de Inundación en la Comunitat Valenciana) determina que el 7,3% de la superficie total de la provincia de Alicante está en riesgo de inundación. Las poblaciones afectadas son Almoradí, Callosa de Segura, Catral, Daya Nueva, Daya Vieja, Dolores, Formentera del Segura, Orihuela y Rafal.

Energía y alimentación

La agricultura es clave en el desarrollo económico. El Banco Mundial dice que ocupa un tercio del PIB mundial, pero es un sector que depende directamente de la disponibilidad del agua que, a su vez, es capital para generar electricidad. Esta interrelación construye una ecuación que, con una previsión de incremento poblacional y de reducción de los recursos hídricos, se antoja uno de los mayores, si no el mayor, desafío del hombre.

El aumento incontrolado de la temperatura en el planeta, pese a que el Acuerdo de París (2015) estableció compromisos para limitarlo a 1,5 grados o, como mínimo, mantenerlo por debajo de 2, incide en la cantidad y calidad del agua, aviva el deshielo (inundaciones) y, a su vez, provoca sequías más intensas y frecuentes.

Tarifas más realistas

Los datos publicados por la Asociación Española de Abastecimiento y Saneamiento (Aeas) indican que el 41% de las redes de distribución tiene más de 30 años. A ello se une que la inversión ha ido cayendo fruto de la crisis. Esta dificultad se ve agravada por la «insuficiencia de las tarifas» del agua.

Según Aeas, el precio en España se sitúa de media en 1,77 €/m3, muy por debajo del promedio de la Unión Europea (3 €/m3). Con estos niveles, según los expertos, la tarifa del agua española cubre, en el mejor de los casos, los costes operativos, pero no los destinados a infraestructuras, lo que impide avanzar en la recuperación de costes. El poco dinero que paga el usuario, cree Aeas, no contribuye a que tome verdadera conciencia del valor real que tiene el bien que consume y lo mucho que cuesta hacérsela llegar sin que se pierda por el camino. El futuro empieza ya.