«Cualquier crisis significa una oportunidad, porque te atreves a hacer cosas que normalmente no harías. En Bankia lo sabemos por experiencia». Estas palabras pronunciadas hace solo tres meses por José Ignacio Goirigolzarri (Bilbao, 1954) pueden interpretarse ahora como un anticipo de lo que estaba por llegar, la fusión de la entidad que preside, Bankia, con CaixaBank que dará lugar al mayor banco de España por activos en plena pandemia por covid-19.

En lo más alto del grupo resultante, en la presidencia, estará el financiero vasco, el último miembro de una generación de primeros ejecutivos que desde la década de 1980 hasta 2019 pilotaron los grandes bancos españoles y que actualmente ya no están en primera línea de sus entidades por fallecimiento, límites de edad o problemas reputacionales, como Emilio Botín (Banco Santander), Francisco González (BBVA), Isidre Fainé (CaixaBank) o Rodrigo Rato (Bankia), entre otros.

Creyente, genéticamente optimista, demócrata liberal y admirador declarado de filósofos como Kant, Ross o Brentano, disfruta de una segunda oportunidad en la banca que no puede haberle salido mejor por ahora. Si lejos queda ya su entrada en el Banco de Bilbao como analista de planificación estratégica, en 1978, su salida forzada de la cúpula de BBVA con una indemnización millonaria huele a prehistoria. Goirigolzarri, casado y padre de dos hijos (un abogado y una cardióloga), está satisfecho de haber salido de su guarida para volver a la arena y asumir la presidencia de Bankia desde su nacionalización en 2012. La única condición que puso para aceptar el cargo es que no hubiera injerencia política y de momento lo ha logrado.

Ahora, su reto es que la creación de la nueva CaixaBank prospere. Si no se hace bien, una fusión puede ser un problema mayor, como él mismo pudo comprobar cuando la integración de Caja Madrid y Bancaja dio origen a la Bankia más turbulenta.