¿Qué le pasa a la banca? No ha transcurrido ni una década desde la reestructuración financiera y el rescate y posterior desaparición de las cajas de ahorros y ya vuelve a tener problemas. Serios. La fusión entre CaixaBank y Bankia, herederas de dieciocho cajas, entre ellas la valenciana Bancaja, y un banco, el de Valencia, que cayó en la primera entidad,parece que va a ser el primer movimiento, si no se tuerce a última hora, de un proceso que va a seguir en los próximos meses en España y toda Europa. ¿Por qué? ¿Cómo puede encontrarse en esta situación tras varios años de crecimiento económico y después de que los contribuyentes sanearan a estas entidades con casi 66.000 millones de euros, de los cuales 22.400 fueron a parar a Bankia y cerca de 6.000 al Banco de Valencia?

Las fuentes consultadas aseguran que la pandemia del coronavirus ha sido el detonante, pero que la carcoma ya estaba ahí, en buena parte por motivos exógenos al sector. El director adjunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), Joaquín Maudos, traza un paralelismo entre la banca y el automóvil: «Están asistiendo a una transformación brutal, en el segundo caso por el tránsito del motor de gasolina al eléctrico, y les ha pillado con el pie cambiado». Maudos habla de un «cocktail explosivo» sustentado en varias patas y cuyo eje esencial es la pérdida de rentabilidad. Fuentes del sector consultadas por este diario aseguran que «todo negocio debe ser rentable y hace tiempo que toda la banca europea está mal, con su rentabilidad más baja que nunca». El también catedrático de Análisis Económico de la Universitat de València pone números. El ROE, un indicador que mide la relación entre el beneficio neto de una compañía y su cifra de fondos propios y que establece la capacidad que tiene para remunerar a sus accionistas, está en torno al 2% en Bankia y ligeramente por encima del 4% en CaixaBank, cuando «los accionistas exigen un 10% para que el negocio sea rentable. Por eso están tan mal en Bolsa. Antes del anuncio de fusión, los mercados decían que Bankia valía el 30% de lo que decía su valor contable. ¿Por qué? El inversor veía que el negocio no era rentable y no quería entrar».

Ciertamente, el entorno no es nada propicio. Los bancos viven de prestar a largo plazo y financiarse a corto, pero, como consecuencia de los tipos de interés por los suelos, «la diferencia entre uno y otro nunca había sido tan baja. Por tanto, no tienen margen para ganar dinero, porque las comisiones no dan lo suficiente», apunta Maudos. Además, como dicen en el sector, las entidades, en el marco también de la competencia de las fintech, han tenido que hacer una «inversión muy grande en su digitalización sin coste para los clientes en la mayoría de los casos», lo que ha comportado una pérdida de capital, en un momento en el que los bancos seguían con una estructura sobredimensionada, «con más oficinas y personal que en otros países europeos, lo que supone también un importante consumo añadido de capital» y uno de los principales objetivos de la fusión anunciada y de las que vengan: ante la incapacidad de generar ingresos, solo queda recortar gastos, así que la red y las plantillas pagarán el pato en primer lugar.

Además, el pasado no se ha ido. Pese a la ingente cantidad de dinero que se invirtió para salvar al sistema hace ocho años, «una parte del capital se ha destinado a seguir pagando los excesos de la burbuja inmobiliaria», tanto en la limpieza de balances como en los costes de mantenimiento de los activos adjudicados, aseguran fuentes financieras. Otras fuentes del sector admiten que Bankia tiene el problema de un balance con mucha hipoteca heredada de Bancaja y Caja Madrid, que aqueja también a CaixaBank, aunque el banco catalán lo compensa con «mucha empresa, seguros y planes de pensiones». En relación con todo esto, el catedrático emérito de Historia e Instituciones Económicas y exconsejero de Bancaja, Jordi Palafox, apunta que no había alternativa a la citada fusión, «teniendo en cuenta la discutible calidad gerencial que los banqueros españoles vienen mostrando desde la crisis de 2008», en el sentido de no haber sabido adelantarse a los acontecimientos en la estructura de costes y las líneas de negocio.

Maudos opina que el rescate bancario «sirvió para solventar el problema en aquel momento, y, de hecho, la rentabilidad se recuperó hasta el 7% de media, pero no para prever lo que está sucediendo, que es algo inédito e histórico que lo ha cambiado todo». Se refiere, claro, al covid-19, con un impacto «equiparable a la Gran Depresión». Por un lado, porque va a retrasar sine die, seguramente, la ansiada subida de los tipos de interés, que los banqueros llevaban tiempo augurando para el año siguiente pero que nunca llegaba. Por otro, porque «la morosidad va a crecer mucho. En los créditos hipotecarios, en cuanto terminen los ERTE, pero también en las empresas, que van a tener dificultades para hacer frente a sus compromisos con la banca. Por ejemplo, cerca del 30% del riesgo en los créditos ICO dados en esta pandemia los asume la banca». Las entidades ya han hecho provisiones millonarias, pero la cosa irá a peor y la presión sobre la cuenta de resultados crecerá y los inversores huirán... De ahí que el Banco Central Europeo haya presionado para las fusiones, y que Bankia y CaixaBank hayan dado el primer paso.