El sector del calzado español ocupa el puesto número 11 del ranking mundial de países exportadores según los datos registrados en 2019. Es cierto que la distancia con respecto al primer productor, China, es tan grande como las diferencias a nuestro favor en cuestión de calidad, diseño y moda. Pero de lo que no hay duda es de la necesidad casi imperiosa de continuar apostando por la internacionalización de nuestro sector si queremos asegurar la pervivencia de una industria tan autóctona y con tanto potencial de crecimiento como la del calzado en la Comunidad Valenciana.

El calzado es un sector exportador nato. Hace muchos años que se entendió esta necesidad. En estos momentos, más allá del sector automovilístico en la Comunidad Valenciana, el calzado entra dentro de los sectores valencianos más dinámicos en cuanto a ventas internacionales. La Comunidad representa cerca del 65% del total de la actividad de toda España, y más del 40% - según el año – del conjunto de las ventas exteriores de todo el país. La mirada al exterior debe continuar para superar la situación de crisis que estamos viviendo y afrontar las caídas en el consumo de moda provocadas por la pandemia del covid-19.

Caídas que preocupan, y mucho, a este sector y que obviamente generan incertidumbre en él. Incertidumbre por conocer cómo de profundas van a ser las señales que deje este virus en la economía global, e incertidumbre por saber cuándo se reconducirá esta situación económica. Ante este panorama, no nos queda otra que contemplar la internacionalización desde todas las aristas y todos los ángulos posibles, desde una perspectiva en definitiva que cierre filas ante este problema a través de la cooperación global para minimizar sus efectos.

La exportación y la comercialización internacional de nuestros productos está entre las prioridades del empresariado. Este factor que nos ha permitido esquivar distintas crisis en la historia del sector ahora también nos ayudará a afrontar el nuevo trance económico que se abre ante nosotros. La industria debe moverse en el conjunto del planeta, no sólo en el mercado único europeo. Debemos ir mucho más allá y ser más ambiciosos. Hoy día, el 70% de nuestras ventas internacionales se producen en el mercado europeo. Esta focalización hace que muchas empresas sufran severas tensiones cuando la economía de los principales países de la UE – Alemania o Francia – se resiente, contrae su demanda y reduce su capacidad de compra. En este caso, el monocultivo europeo es un peligro para la estabilidad de nuestras empresas.

Es por ello que el proceso de internacionalización debe comprender también una clara diversificación de los mercados. No todo puede ser Europa, como no todo debe ceñirse a un único mercado. Debemos ser multipolares a la hora de enraizar en diferentes mercados internacionales. Sin duda, el mercado europeo debe ser nuestro espacio natural, pero no debemos olvidar otros escenarios. Los expertos nos apuntan a la cantidad de población de clase media y alta que se reúne en los países asiáticos, que buscan diseño, moda y calidad. Sin desdeñar para nada – a pesar de los tiempos que corren – el mercado de los Estados Unidos, Australia y el cono sur del continente americano. Esos deben ser nuestros destinos a corto y medio plazo.

Este ejercicio, en el que todos competimos, hoy es más accesible, aunque no diría que fácil. Accesible porque la digitalización de la economía, el mercado global «puerta a puerta», tanto entre clientes finales como para distribuidores, es más sencillo. Ello requiere una clara apuesta por la digitalización de los procesos de comercialización, un conocimiento profundo de los circuitos y los modos de conexión con los clientes en cada uno de los países, inversión en I+D+i para ofrecer herramientas sencillas, operativas y eficientes para su desarrollo. Y algo incuestionable y básico en este proceso de internacionalización, exportación y diversificación de mercados: un control absoluto de las operaciones logísticas.

Por ello, el sector del calzado no debe ni puede estar ajeno a los procesos de diversificación de la economía de la Comunidad Valenciana que tiene su epicentro en la provincia de Alicante. Todo esfuerzo al modo de Distrito Digital, Instituto de Inteligencia Artificial, o mejora de la nueva economía hacia la revolución 4.0 debe ser permeable a nuestro sector. El calzado debe y tiene que beber de ahí en inspiración, pero también en transferencia de conocimiento. Debemos ser capaces de incorporarnos a estos procesos público-privados para poder aprovechar estas fuentes de conocimiento en nuestra labor de internacionalización, comercialización exterior y venta.

Una venta que tiene el reto de ajustarse a los nuevos hábitos de consumo. La sostenibilidad y la mayor exigencia del cliente puede suponer un valor añadido para nuestro producto de moda. Con esta tendencia se abren nuevas oportunidades diferentes en el espacio de productos más sostenibles, de mayor respeto medioambiental. Hábitos de consumo que también reclaman agilidad y nuevas formas de hacer y desarrollar la logística en el seno de nuestras empresas. El concepto calzado de temporada se ha difuminado, porque el cliente busca una mayor reposición en sus prendas de moda y más rotación en novedades, incluso en una misma temporada. Ello tiene implicaciones en materia de distribución y logística, antes inexistentes.

Es fundamental ofrecer un producto final con las máximas garantías de calidad, lo último en diseño, ajustado a la moda de cada mercado, pero también es esencial disponer de los mecanismos para trasladar nuestro producto en tiempo y situar en el centro de nuestra estrategia comercial al cliente, escuchando sus demandas y satisfaciéndolas. El Big Data, la Inteligencia Artificial y la capacidad de establecer alianzas en los diferentes mercados será fundamental para el éxito de nuestro proceso de internacionalización. Sin duda este es el camino, y los pasos necesarios que debemos emprender y acompañar de las oportunidades que nos brinda la ventana digital que tenemos a nuestro alcance. No tengamos miedo a pasar. 