Anotaciones sobre la obtención de un mayor retorno con criterios de rentabilidad social a partir de los tan impacientemente esperados fondos. Que de múltiples maneras podríamos haber titulado esta sencilla reflexión, sin pretensiones, que no por conocida pierde tal receta un ápice de vigencia. La idea parte de que, tras el nuevo marco sobrevenido por el paso del terremoto pandémico y en plena segunda oleada, existe un consenso generalizado a partir del que la llegada de este nuevo Marshall en versión europea puede convertirse en un estímulo clave para la reactivación económica de nuestro país, si bien es cierto que hacen falta criterios de largo plazo para sentar las bases de una economía más competitiva y sostenible.

A pesar de las poco edificantes muestras de nuestra actual clase política debemos perseverar. Es necesario, con responsabilidad, gestar un gran pacto social, de Estado, al que siempre se invoca en momentos clave, en asuntos clave como son los que nos está tocando vivir. Un gran pacto alrededor del cual podamos garantizar que las capacidades educativas, industriales, tecnológico-científicas y sanitarias de nuestro país sean seguras destinatarias de la absorción y aplicación de aquellos fondos para que actúen como elementos transformadores esenciales de nuestros sectores productivos, de nuestras empresas, teniendo muy presente que, a pesar de su generalizado reducido tamaño, son las empresas las que crean el empleo en nuestro país. Juzguen si las empresas no forman parte esencial de ese tantas veces citado escudo social y si no aliviar las cargas impositivas de las más afectadas está acelerando su desaparición.

Una gran ventana de oportunidad se abre ante nosotros para impulsar una buena cimentación de nuestra economía y nada mejor que invertir eficientemente en intangibles como la formación, investigación y desarrollo e innovación para lograrlo y con ello obtener el retorno social que nuestro país y nuestra sociedad merecen.

Es bien cierto que en el momento actual muchas de nuestras empresas están «conectadas a respiradores» para garantizar su supervivencia y que por más tiempo los necesitarán. La prórroga de la prórroga de los ERTE aparece ya como inevitable y quizá en un escenario más realista deberían haber sido aplazados como mínimo hasta julio de 2021. Pero lo importante es no tener que llegar a los penaltis. La caducidad y exigibilidad de los avales y financiación ICO también deberá ser postergada si queremos evitar un abrupto final para muchas de nuestras empresas que sobreviven gracias a este margen temporal de oxígeno. Resulta imprescindible seguir apoyando a nuestras empresas y multiplicar las acciones para reactivar la demanda y el consumo.

Si dividiésemos el total de la asignación para España de los citados fondos europeos de recuperación entre los habitantes de nuestro país, saldríamos a unos 3.000 euros per cápita. En un plano hipotético, distribuir entregando esta cantidad a título individual, además de descabellado y fraudulento, no supondría llegar mucho más allá de aliviar algunas cargas familiares o tapar algunos agujeros que por lo demás todas las familias soportan y que con el tiempo tristemente se reproducen. Aunque pudiese tener fácil acogida, terminando de manera rápida con el debate sobre el mejor destino de los citados fondos, esta hipotética e irresponsable medida no supondría invertir de manera eficiente esta cantidad que con una buena colaboración público-privada, una estrategia definida, una adecuada programación y control podría suponer un importante revulsivo para nuestra economía real, apoyando la evolución competitiva de nuestros sectores productivos para poder llegar a generar este retorno social del que hablábamos, tornándose en fuente de creación de nuevos empleos y generación de riqueza para su redistribución, verdadera palanca para llevar por fin a cabo nuestra tan deseada transformación del modelo productivo.

Si por cada euro que se invierte en los intangibles clave (I+D, innovación, formación ) el sistema puede generar y retornar un mínimo 1,5 euros a nuestra sociedad, estaríamos invirtiendo eficientemente en nuestra reactivación económica, tal y como ocurre en las economías más avanzadas a las que aspiramos a parecernos.

Cuando mencionamos transformación, parece que el efecto tiene que ser inmediato, además de grandilocuente, espectacular, pero no necesariamente. En algunos casos supondrá auspiciar una nueva tipología de empresas más intensivas en tecnología, especializadas en tecnologías habilitadoras, con nuevos yacimientos de empleo y en otros muchos casos consistirá en implementar digitalización, automatización ( y otras tecnologías habilitadoras), innovación y formación de calidad en los sectores tradicionales, empresas maduras a la espera de esas inyecciones, no sólo de financiación, sino también de competitividad y productividad. Ahí está nuestro fértil ecosistema de innovación y emprendimiento y, por poner un ejemplo inmediato, nuestras startups, de un nivel excelente en nuestro país, deseando insuflar esos nuevos bríos a la industria tradicional, para modernizarla y relanzarla a precios y en proyectos verdaderamente competitivos.

Es tiempo de cambios, tiempo de reformas, no hay vuelta atrás. Nuestro genio hispánico ha sido por lo general poco dado a la planificación y programación racional y cartesiana, somos quizá más de diferir todo hasta el insalvable último momento, el día antes del examen para urdir el prodigio. Ese día ha llegado.

De la Gran Recesión hemos pasado pandémicamente a la Gran Reclusión sin apenas habernos recuperado de aquella. Nuestro devenir cíclico siempre ha tenido su propio ritmo, «Spain is different», y por ello aunque la onda covid alcanza al común de los mortales y a todos los países, los efectos no son los mismos. Sin restar la importancia que sin duda tiene, y sin entrar ahora a analizar porcentajes de contagios y fallecimientos por covid o la efectividad o rapidez en la adopción de las medidas sanitarias activadas en España (sin duda tiempo habrá) hoy el PIB está cayendo a un 12,8%, la tasa de paro está alcanzado el 16,8 % y el déficit y la deuda han alcanzado un volumen más que preocupante de 110,1% (déficit) y -6,45% (deuda) . De hecho, es la economía que más está sufriendo de entre las desarrolladas. Está claro que entre todos tenemos que hacer algo grande y duradero en nuestro país si queremos seguir siendo encuadrados entre las economías desarrolladas y ser aspirante con opciones al ingreso entre las avanzadas.

Ahora tenemos una gran oportunidad para invertir eficientemente y reindustrializar nuestro país, nuestra Comunidad Valenciana y nuestra provincia de Alicante bajo el paradigma Industria 4.0, para impulsar la transformación de lo analógico a lo digital, de la economía lineal a la economía circular, de la inversión material a la inversión en activos intangibles (formación, I+D, innovación ) y para modernizar procesos productivos. Además de recuperar el turismo y otros sectores productivos imprescindibles en nuestro territorio, si hacemos bien las cosas, con estrategia y a largo plazo, ¿por qué en los próximos años no pueden España, la Comunidad Valenciana y nuestra provincia de Alicante llegar a conformar la nueva región industrial más pujante del sur de Europa? Trabajemos juntos por un reto reilusionante y de re-construcción que garantice nuestra recuperación económica y futuro. Apoyemos a nuestras empresas.