Recuerdo que en otoño del año pasado paseaba con mi hija, Chloe (siete años) por la calle San Francisco de Alicante. En un momento determinado me preguntó cómo era esa misma calle hace años. Le dije que no existían esas enormes setas y zonas de juegos y que no existía tanto local de venta al público y de ocio en la misma. La verdad es que había olvidado cómo era esa calle antes del boom del tardeo que se inició tiempo atrás en la ciudad.

Esto me ha hecho reflexionar acerca de lo que está ocurriendo en este momento en la ciudad de Alicante y el modelo de ciudad que teníamos y, por qué no, el que podríamos tener.

A estos efectos propongo que imaginemos que el cierre actual de muchos locales de ocio y las restricciones existentes no estuviesen motivadas por el covid-19, sino por una decisión de nuestras autoridades que, deseando cambiar el modelo de ocio de la ciudad, hubiesen generado una normativa lo suficientemente exigente como para que, en base a la misma, la situación actual estuviese motivada por dicha regulación y el control del su cumplimiento. Es solo una forma de reflexionar y soy consciente de que puede parecer exagerado.

Sigamos analizando qué impactos ha tenido, en la ciudad de Alicante, esa hipotética decisión como si de un simulacro se tratase.

En la restauración y hostelería: muchos locales de ocio están cerrados (pubs, discotecas…) por imposibilidad legal de llevar a cabo su actividad. Otros locales de ocio, ante la menor afluencia de público también han cerrado (cafeterías, bares, restaurantes ). Aquellos locales que no han cerrado han reducido su facturación y, por tanto, su personal.

En los hoteles: los índices de ocupación se han reducido de forma drástica. La reducción de número de visitantes extranjeros, aunque también nacionales que, normalmente, pasaban el fin de semana en la ciudad en busca de ocio ya no vienen o lo hacen en mucha menor medida. La consecuencia es que algunos hoteles se han visto obligados a cerrar y otros han adaptado su plantilla a la menor demanda.

El comercio local: la menor afluencia de público de otras ciudades ha provocado una caída en las compras muy importante. Estamos viendo como muchas de las tiendas de la ciudad, tanto pequeñas como franquicias, están echando el cierre. De nuevo locales cerrados.

El negocio inmobiliario: se ha visto afectado con una especie de efecto dominó como bien me describía hace unos días Víctor Hernández, CEO de la inmobiliaria Monapart. La reducción importantísima de la demanda de alquiler ocasional ha provocado una reducción de ingresos no solo a grandes tenedores, sino a particulares que venían obtenido su sustento diario del alquiler ocasional de un segundo inmueble en propiedad. Se ha producido una sobreoferta de este tipo de inmuebles lo que ha hecho que algunos hayan decidido volver al alquiler a largo plazo. La oferta de alquiler a largo plazo se ha incrementado, lo que dificulta que todos alquilen o lo hagan al precio que pretendían y, por tanto, de nuevo pequeños propietarios cuyos ingresos dependen de esos alquileres han visto mermada su economía.

Es un hecho que calles emblemáticas, como la calle San Francisco y la Rambla Méndez Núñez, entre otras muchas, están de nuevo plagadas de locales cerrados.

Y esta disminución de la demanda, esta pérdida de negocio, está provocando la paralización de la inversión en la ciudad de Alicante. Es cierto que hay algún ejemplo de empresario (valiente por definición) que está iniciando algún nuevo proyecto, pero, en general, la inversión está paralizada.

Y esa paralización provoca que edificios históricos de nuestra ciudad sigan su proceso de deterioro. Que determinadas zonas del barrio donde se estaba invirtiendo y estaban siendo restauradas vean paralizadas, en muchos casos, esas iniciativas. Me atrevo a decir que la ciudad de Alicante estaba en ebullición económica, estábamos de moda y, ahora, esa situación está «congelada», en ERTE.

Según información facilitada por Ineca en junio de este año, la economía de la provincia de Alicante ha dejado de generar 30 millones de euros al día.

Por otro lado, la web especialista de empleo jobatus.es realizó un ranking de ciudades, donde se concluye que Alicante es la quinta ciudad a nivel nacional que más tardaría en recuperarse de la crisis (entre otras, razones por su dependencia del turismo internacional).

La otra parte o la otra cara de la moneda es que se ha reducido el ruido, la suciedad y, en general, las molestias que provoca el turismo y el ocio.

Y, ahora bien, la pregunta: ¿Es compatible un modelo de ciudad donde el ocio y el descanso puedan convivir? La respuesta es sí.

Y lo voy a ejemplificar con el ambicioso y, en mi opinión, excelente proyecto que Javier Reina, CEO de Custom Suits, está desarrollando en Alicante. Dicho proyecto va a unir unos espacios de trabajo de primer nivel, con una excelente ubicación frente al mar, con el ocio. En un mismo espacio se trabajará gran parte del día y, al tiempo, se podrá disfrutar del instalaciones de cuidado personal y de ocio (after work). El magnífico claim creado para dicho espacio por Idex (Miguel Quintanilla), «Live & Business», sintetiza el modelo pretendido.

Estamos en una situación muy compleja, es cierto, pero disponemos de algo de mucho valor, el tiempo. Sin prisa, pero sin pausa, podemos aprovechar para acabar de diseñar, de normar, como será el ocio alicantino del futuro. Pero del futuro inmediato. Pasada esta triste y dolorosa pandemia. Se puede y se debe hacer convivir en Alicante el ocio, el comercio y la vida. En esta maravillosa ciudad no podemos perder la oportunidad de ganar el futuro.