El empresario e ingeniero, Luis Navarro, gerente de Cubierta Solar. | david revenga

Como la mayoría de los empresarios de Benidorm, Luis Navarro tiene mucho que agradecer al sol, aunque en su caso nada tiene que ver con la adoración que sienten por el astro rey la mayoría de los visitantes de la capital turística de la Costa Blanca. Cuando casi nadie creía aún en la energía fotovoltaica, Navarro apostó por diversificar el negocio familiar a través de esta vía y, tras más de una década de duro trabajo, ha logrado convertir a la compañía Cubierta Solar en uno de los referentes del autoconsumo.

Como él mismo recuerda, los inicios no fueron nada fáciles y muchas veces se sintió pregonando en el desierto, hasta que el abaratamiento de la tecnología, las exigencias legislativas para reducir las emisiones de carbono y la innovación de su sistema coplanar para instalar los paneles le brindaron la oportunidad que esperaba. A día de hoy, la compañía ya ha completado 38 proyectos de instalaciones fotovoltaicas de autoconsumo en naves industriales, que suman una potencia instalada de 28,7 megavatios y que serían capaces de abastecer a 14.000 hogares, el equivalente a una población de tamaño medio en la provincia, como Novelda o Petrer.

En el inicio de su incursión en el mundo de las energías renovables, el objetivo de Navarro era el de aprovechar el tejado de las naves que la firma patrimonial de su grupo familiar -GET- había acumulado a lo largo de los años. Empezó a colocar paneles y, cuando ya tenía todas las cubiertas ocupadas, se dio cuenta de la importancia de aprovechar bien el espacio en este tipo de instalaciones. «Cuando haces un huerto solar, no es algo relevante, porque se ubican en terrenos rústicos, pero en el techo de una nave es distinto. Tienes un espacio limitado», señala.

Fue así, dándole vueltas a este problema, como se le ocurrió situar los paneles solares en paralelo a la cubierta, siguiendo su misma orientación, en lugar de colocarlos con una inclinación de 30 grados y mirando al sur, como es lo habitual. El resultado es que, en el mismo espacio, Navarro y su equipo son capaces de instalar el doble de potencia que con el sistema tradicional, lo que compensa sobradamente el 4% de energía solar que se pierde.

Pero, además, esta forma de colocar los paneles evita problemas con el viento y los convierte en una capa aislante, que rebaja la temperatura del interior de las naves entre cuatro y seis grados, lo que supone un ahorro adicional, por ejemplo, en las naves frigoríficas.

La mayor nave fotovoltaica

Navarro decidió llevar al extremo su idea, y en 2009 construyó las primeras naves pensadas específicamente para albergar paneles solares. Y lo hizo a lo grande, construyendo la que sería la mayor instalación fotovoltaica sobre cubierta de la Comunidad Valenciana, en el municipio castellonense de Onda, y también la mayor de Murcia, en la localidad de Alhama.

Aunque la crisis económica e inmobiliaria se lo puso complicado, lograron sacar los proyectos adelante aunque se vieron obligados a refinanciarlos alrededor de 2014. «Para entonces ya vimos que el modelo estaba cambiando. Las naves que habíamos construido eran para verter la energía a la red, pero en el resto del mundo lo que estaba en auge eran las instalaciones de autoconsumo», explica el empresario. «En España costó mucho que despegara, porque el anterior Gobierno y las grandes eléctricas se resistieron todo lo que pudieron», señala Navarro, que recuerda el «despropósito» del «mal llamado impuesto al sol, que nunca se llegó a aplicar, pero que hizo mucho daño a la imagen del sector».

Como buen conocedor de la mentalidad de los empresarios de la zona -y de la mayor parte del país-, otro de los aspectos que tuvieron claro en Cubierta Solar era que, si querían vender instalaciones, debían venderlas financiadas. «Hablamos de estructuras que valen 100.000, 200.000 ó 300.000 euros. Sabía que, si no lo poníamos fácil, siempre habría una excusa: que si no hay presupuesto, que si ahora tengo otras prioridades», explica. De esta forma, en realidad es el banco quien compra la instalación y se la arrienda al cliente mediante un leasing o un renting. Tras un periodo normalmente de siete años, pasa a ser propiedad de la empresa que lo haya contratado, aunque desde el primer momento la compañía se beneficia de la rebaja que se consigue en la factura energética.

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El covid-19, como no podía ser de otra forma, ha cambiado algo las cosas y ha provocado que se extienda el modelo de PPA. Este consiste en que es un fondo el que compra y paga la instalación sobre la cubierta de la empresa y, a cambio, firma un contrato de larga duración para suministrarle la electricidad a un precio más asequible. Antes de la crisis era un modelo que sólo se aplicaba a los grandes huertos solares, pero la situación desencadenada por el coronavirus ha provocado que los fondos hayan rebajado el importe mínimo e incluyan también instalaciones sobre cubierta.

No es el único cambio. Luis Navarro reconoce que, antes de estallar la pandemia, sus previsiones apuntaban a que en 2020 duplicarían la facturación de cuatro millones que lograron el año pasado. No lo conseguirán, básicamente porque los proyectos vinculados al sector turístico o a las industrias que dependen de él han quedado en suspenso, hasta saber cómo evoluciona la situación. Sin embargo, a pesar de ello, Cubierta Solar acabará este año con un crecimiento de más de 20% en sus cifras, según explica su máximo responsable. Además, las perspectivas para 2021 son positivas, según Navarro. Aunque la pandemia ha retrasado algunos proyectos, sus consecuencias también abren nuevas oportunidades. Por ejemplo, el impulso del coche eléctrico ha despertado el interés de los concesionarios por la fotovoltaica para abaratar la factura de las electrolineras que deben instalar. Y lo mismo ocurre con todas las empresas que ahora son más proclives a desarrollar políticas verdes para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.