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La UA ayuda a grandes fondos a calcular el riesgo energético de sus edificios

La universidad participa en el desarrollo de una herramienta capaz de predecir cuándo habrá que reformar un inmueble y cuánto dinero habrá que invertir para evitar que se quede obsoleto y consuma más de lo permitido

Edificios en rehabilitación en la ciudad de Alicante, de archivo. |

En Bruselas han marcado un objetivo muy claro: para el año 2050 el conjunto de la Unión Europea debe ser neutra en emisiones de carbono, lo que implicará cambios en la industria y el transporte, pero también en la arquitectura y el parque de edificios existente, que en estos momentos son los responsables de aproximadamente un 40% del consumo energético. Esto significa que las exigencias legislativas serán cada vez mayores y que los inmuebles que no se adapten acabarán siendo penalizados por la vía de los impuestos o, incluso, podrían perder su cédula de ocupación.

Una realidad que trae de cabeza a los grandes operadores del sector, que deben incorporar a sus cálculos el denominado riesgo energético para saber la rentabilidad futura de sus carteras y también el valor real de los edificios que quieren comprar, teniendo en cuenta las inversiones que deberán realizar para ir adaptando sus activos, a medida que avance la legislación. El interés por anticiparse a esta realidad ha llevado a cinco universidades europeas a unirse en un consorcio para desarrollar una herramienta capaz de realizar todos estos cálculos, el CRREM (Carbon Risk Real Estate Monitor). Una tarea en la que ha participado un equipo de la Universidad de Alicante liderado por la catedrática Paloma Taltavull y del que también forman parte Raúl Pérez y Francisco Juárez, que ayer presentaron la versión en español del programa.

«Lo que hace nuestra herramienta es calcular exactamente cuándo un edificio se quedará obsoleto energéticamente, es decir cuándo sus emisiones serán superiores a lo que marque la legislación en ese momento. Pero, además, calcula el impacto económico de esas emisiones y cuánto debería invertirse para su renovación», explica Taltavull. Por ejemplo, uno de los casos analizados ayer determinaba que un hotel madrileño necesitaría acondicionar sus instalaciones en 2033 y estimaba en más de 300.000 euros el impacto de sus emisiones, lo que da una idea del presupuesto que debería destinarse para actualizarlo.

Aunque la iniciativa partió del ámbito académico y está financiada por el Plan Horizonte 2020 de la UE, rápidamente llamó la atención de los grandes fondos de todo el mundo, que ya han empezado a utilizar esta herramienta para incorporar en sus inversiones el cálculo del riesgo ambiental de las operaciones.

«Hay que tener en cuenta que en el futuro si un edificio no cumple con los límites de emisiones será penalizado fiscalmente, lo que reducirá su rentabilidad, o, incluso, ocurrirá como hoy en día con las cédulas de habitabilidad, es decir, que es muy probable que si no cumple con los estándares no se pueda alquilar o vender. Será lo que llamamos un «stranding asset» (activo varado)», explica la catedrática de la UA, que señala que ya hay acuerdos incluso fondos japoneses, a pesar de que la herramienta se diseñó para utilizarla en los países de la Unión Europea.

También particulares

Inicialmente, la intención era analizar los edificios industriales y de uso terciario pero la demanda de los fondos les llevó a incluir también los edificios residenciales. A este respecto, Taltavull señala que en los próximos años asistiremos a una nueva ola de rehabilitaciones del parque inmobiliario y no serán únicamente los grandes fondos y los inversores los que deban afrontar este gasto. «Las comunidades de vecinos, los propietarios particulares, también deberán adaptarse o afrontar el mayor coste impositivo que conllevará vivir en un edificio poco eficiente», explica la experta en Economía Aplicada.

Taltavull y el resto del equipo que ha participado en este desarrollo apuntan que «el 90% de los edificios existentes en España se construyeron antes de que existiera ninguna regulación ambiental». De hecho, el Código Técnico de la Edificación, que es el primero que incorpora claramente este tipo de criterios es de 2007. La reducción de la huella de carbono de los edificios llegará principalmente por la vía de la eficiencia económica, pero Taltavull recuerda que ya se empieza a trabajar para que haya inmuebles autosuficientes, que generen su propia energía.

La oportunidad de los fondos para la recuperación

El plan de estímulos de la UE para la recuperación económica tras el covid-19 tiene una marcada orientación medioambiental, por lo que Paloma Taltavull cree que puede ser una buena oportunidad para canalizar parte de estos recursos hacia proyectos que mejoren la eficiencia energética de los edificios. La experta prevé un notable flujo inversor en los próximos años para la rehabilitación de inmuebles con criterior ambientales.

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