Fiel reflejo de los tiempos que nos está tocando vivir es la rapidez de los cambios. Es en efecto un rasgo distintivo, hay quien incluso habla de cambio de época más que época de cambios. 24 horas es hoy un plazo más que suficiente para que se introduzca en el imaginario colectivo una suerte de euforia y crezca hasta empezar a hacer tambalear por fin el sentimiento de angustia y fatalidad que no sin razón se había afianzado en el mundo y lo que es peor en nuestro propio fuero interno.

Es lo que ha ocurrido desde que el pasado 18 de octubre publicásemos nuestro artículo en este mismo medio «Formación e innovación como palancas de transformación». No es que el tiempo haya desautorizado lo que allí diagnosticábamos y proponíamos para reactivar nuestra economía y sobre la forma de proceder a propósito de la tan ansiada llegada de los fondos europeos de recuperación, o de la actitud y planificación que como país y como sociedad debemos mostrar para que los cambios vayan en la buena dirección de generar un cambio de modelo productivo perdurable. También decíamos que resultaba y resulta clave el apoyo a nuestras pymes si queremos que ciertamente exista recuperación económica. Todo ello sigue plenamente vigente y nos remitimos a lo que allí reivindicábamos.

Pero es evidente que algo reseñable ha ocurrido, aunque la onda pandémica sigue su trágico curso y nos hemos malacostumbrado a interpretar y digerir las aparentes causas del constante vaivén de aterradoras cifras de contagios y fallecimientos causadas por ese virus covid que incluye el 19 en su denominación, pero que quedará por siempre vinculado a 2020.

Además de la pronosticada prórroga de ERTE y de la financiación a las empresas a través de avales ICO ( el sentido común termina por imperar) bastaron dos anuncios sobre los rápidos progresos e inminente disponibilidad de dos de las vacunas que compiten en la más disputada carrera por ser los primeros (sin olvidar que es más importante ser los más efectivos) en esa pugna por el Nobel Social de aplacar los terroríficos datos epidemiológicos actuales. Fue suficiente el primer resultado de las elecciones presidenciales de EE UU ( antes de los interminables y litigiosos recuentos) que deberían ser planetarias, para que aquellos cambios comenzasen a asentarse en nuestra percepción de las cosas, en la manera de comenzar a atisbar un principio de soluciones globales, para que la esperanza, en suma, comenzara a apropiarse de nosotros. Las cosas, las situaciones son susceptibles de cambiar y, por lo visto, incluso de mejorar.

Tenemos por delante todavía entre tres y seis meses muy duros y complicados, pero voces autorizadas de la ciencia y de la empresa sentencian : en estos diez meses de pandemia hemos adelantado diez años. Sabido es que las guerras, además del desastre y ruina que arrastran, han propiciado notables avances en el mundo de la ciencia, la tecnología. No se me ocurre mejor calificativo que el de guerra para definir la situación que mantenemos frente a la pandemia. El impulso a la ciencia, a la innovación y avances tecnológicos debería ser constante, creciente, porque mejoran nuestra esperanza y calidad de vida. Pero lo triste es que los esfuerzos se maximizan y canalizan bajo estado de necesidad como el que vivimos. ¿ Qué más tiene que ocurrir para que el apoyo a la ciencia y, por ende, a los avances tecnológicos e innovación sea algo prioritario, creciente e indiscutible para nuestra sociedad, y así se haga exigir a nuestros poderes públicos? Vendrán nuevas pandemias, nuevos desafíos globales, tragedias colectivas ante las que la ciencia no deba ser invocada, buscada porque ya esté allí, incluso anticipándolas.

Decíamos en Fempa el pasado 7 de septiembre con motivo de la inauguración del curso académico 2020-2021 de Formación Profesional, con la destacada participación del director general de Formación Profesional, Manuel Gomicia, y del secretario general de la CEV, Miguel Javaloyes, que la formación es el mejor antídoto contra las crisis y sus desastrosas consecuencias en materia de empleo. Exponíamos que los grupos poblacionales con mayor exposición al desempleo y a su perpetuación son precisamente las que adolecen de una menor y más precaria formación. Que es necesario un decidido plan, impulsar la colaboración público-privada para incrementar el nivel de las cualificaciones profesionales, para prestigiar la FP, impulsar la FP Dual y para maximizar las opciones de empleabilidad a través de una Formación Profesional de calidad, adaptada a las necesidades reales de nuestras empresas inmersas en un mercado competitivo y en constante cambio. También hablamos de que afortunadamente está cambiando la percepción social sobre la FP superando viejos estereotipos erróneos y complejos intrafamiliares y sistémicos porque las empresas han necesitado y necesitarán siempre a los titulados de FP para mejorar su competitividad y crecer. Los últimos datos del observatorio de Formación profesional así lo corroboran.

Hablamos allí de competencias digitales y de la importancia de la formación en tecnologías habilitadoras, de la necesidad de apostar por una formación integral del alumno incluyendo la inteligencia emocional y las denominadas «Soft Skills», la importancia del emprendedurismo e intraemprendedurismo, también de la FP Dual y de las novedades en ciernes en nuestra Comunidad Valenciana en esta materia fruto del trabajo realizado por la Conselleria de Educación y en la que el mundo empresarial también tiene su espacio y protagonismo. Son tiempos en los que la flexibilidad y agilidad en la respuesta por parte de los poderes públicos serán cruciales en un año de excepcionalidades que requiere de medidas excepcionales. Ningún proyecto, ninguna iniciativa con efecto multiplicador y arrastre positivo para alumnos y empresas ( venga de dónde venga) puede quedar varado y atrapado en la maraña burocrática que da al traste con todo avance y que condena a la parálisis. No es esto lo que nuestra sociedad necesita, ahora más que nunca. El nuevo Plan Valenciano de Formación Profesional nace con estrella, tiene los ingredientes necesarios para ser buena muestra de todo ello. Esperemos que se cuente con los agentes sociales en su desarrollo y, en concreto, con las organizaciones empresariales que somos conscientes de nuestra responsabilidad y mostramos nuestro compromiso.

Y por supuesto, aquel día de comienzo oficial de curso hablamos en Fempa de que las empresas necesitan el talento del que son portadores los estudiantes de FP y universitarios para acometer su transformación, adaptación y crecimiento. La competitividad y productividad empresarial va en ello. Hablamos del 100% de la inserción laboral alcanzada por los ciclos de FP de la Escuela de Fempa y de la importante movilización de recursos para que cualquier alumno o alumna puedan cursar nuestros grados oficiales con independencia de su nivel económico. Cerca de 200.000 euros se distribuyen cada año y se otorgan en forma de becas en favor de aquellos alumnos para que se adentren en las ventajas indudables de la FP como factor de empleabilidad decisivo. La responsabilidad social empresarial informa e impulsa todas estas aportaciones sin las cuales muchos quedarían fuera de este nuevo mundo de oportunidades.

Pero hace falta también implantar en nuestras empresas y trabajadores la cultura de la formación continua, el aprendizaje constante que nos ha de acompañar durante toda nuestra vida laboral garantizando nuestra adaptabilidad y empleabilidad presente y futura. En este sentido, Fempa está presente en los dos subsistemas de formación actualmente existentes; formación profesional para el empleo (Labora y Sepe) y formación profesional que tradicionalmente denominamos reglada (Educación), y es titular de los planes sectoriales de formación continua y ocupacional de Labora y Sepe más completos en nuestra provincia y Comunidad.

En Fempa no nos conformamos con que hayan pasado, sólo en 2019, por nuestros centros casi 5.000 alumnos, entre Formación Profesional, Certificados de Profesionalidad, formación continua, ocupacional y otros muchos cursos bonificables de reciclaje e in Company que componen una oferta diversa, renovada y adaptada a las necesidades empresariales. Nuestros alumnos deben, además, orientarse hacia la excelencia. En la actualidad trabajamos en el ámbito de la FP en proyectos para introducir progresivamente módulos de emprendimiento e innovación, así como talleres e iniciación a la Inteligencia Artificial en ciclos superiores de FP, en el lanzamiento de nuestro nuevo Máster Industria 4.0 que hemos completado con la oferta más avanzada en tecnologías habilitadoras, en la programación de una nueva plataforma para promover la excelencia entre nuestros alumnos en conexión con las empresas de nuestro sector, en una propuesta a la Alianza para la FP Dual y en un ilusionante proyecto de largo alcance en el que nos damos cita todos los agentes del rico ecosistema innovador de la Comunidad Valenciana, con REDIT, CSIC, CEV y Generalitat Valenciana, a través de Inndrómeda.

Queda mucho camino por recorrer, pero los cambios en los que estamos inmersos y que nos determinan, nos animan a progresar. Empiezan a soplar vientos positivos. Ahora más que nunca es el momento de invertir en las personas, los verdaderos protagonistas de los cambios.

Dice el escritor japonés Ryunosuke Satoro: «Individualmente somos una gota. Juntos, somos un océano». Pues eso.