Una de las preguntas que nos estamos haciendo los que siempre hemos utilizado la tecnología conforme a una novedad que se había impuesto en el mercado es si ha sido la pandemia del coronavirus la que parece haber descubierto en algunas personas que la digitaliza­ ción en la Administración Pública y su potenciación en el sector privado era una mejora. Es decir, una herra­ mienta para hacernos más eficaces, no tanto en la calidad en la presta­ ción del servicio, sino en la cantidad en la obtención de resultados. Sin embargo, parece que ha tenido que ser una especie de estado de necesi­ dad de utilizar las tecnologías como mecanismo para poder seguir trabajando en época de pandemia, en lugar de apostar por la tecnología por el convencimiento de que ésta nos llevará a unas mejores presta­ ciones en la calidad y cantidad de nuestra actividad laboral.

En cualquier caso, ahora mismo no es positivo echar la vista atrás sino hacerlo en presente y en futuro; es decir, aprovechar el empuje de esta necesidad para que cuando salgamos de este problema, -que lo haremos pronto-, no volvamos a los antiguos vicios de utilizar la tecnología solamente en supuestos excepcionales, sino acomodarla a nuestra actividad laboral, para que las novedades de la tecnología nos ofrezcan unos mejores resultados en nuestra actividad profesional.

Se calcula que hemos avanzado unos diez años en implementación de digitalización a un ritmo mucho más vertiginoso que si la necesidad implantada por el coronavirus no se hubiera producido, lo cual es muy preocupante y lamentable ante una especie de conservadurismo por lo tradicional, pese a que muchos expertos en tecnología nos estaban constantemente recordando que existían ya muchos avances que mejorarían la actividad profesional en la Administración Pública. Porque si la empresa privada es capaz de enfocar su actividad por la calidad del resultado y por su cantidad, ello también puede ser un objetivo en la Administración Pública, para evitar que el ciudadano que paga impuestos vea retrasada la respuesta de cualquier servicio público.

De todos modos, la normativa que recientemente se está probando, por ejemplo la Administración de Justicia (Ley 3/ 2020, de medidas procesales para hacer frente al COVID-19 en el ámbito de la administración de justicia) apuesta decididamente por la digitalización y por la implementación de la tecnología, como la celebración de los juicios virtuales y la publicación por el CGPJ de una guía práctica para la celebración de juicios telemáticos acomodada a la normativa aprobada por el Ministerio de Justicia.

Ya no podemos permitir que a muchos profesionales la tecnología les puede dar miedo en su uso, materiali­ zándose como el miedo a lo descono­ cido, o el miedo a no saber cómo funcionaba. Y esta ha sido una reali­ dad exponencial que permitía una conservación de costumbres a la hora de trabajar que resultaba más cómodo, pese a estar convencidos de que ello les podría reportar óptimos resultados, pero también el riesgo de no saber cómo funcionaba, el miedo a fallar, y la comodidad y facilidad de conservar prácticas rutinarias, aunque estas resultarán más lentas que la digitalización en la Administración Pública.

El problema que hemos tenido hasta la fecha es que somos animales de costumbres, y la costumbre de muchas personas ha sido acomodaticia a lo han conocido en su método y forma de trabajar, constituyendo la digitalización de su trabajo una seria amenaza al mantenimiento del estatus en su forma de trabajar. Por ello, la clave que ahora tenemos es aprovechar el impulso de la situación provocada por el coronavi­ rus para que la costumbre que estamos adquiriendo de utilizar más la tecnolo­ gía se implante activamente para cuando el estado de necesidad se alce y se vuelva a esa nueva normalidad la costumbre sea la tecnología, ya que muchas personas habrán conocido y aprendido que la digitalización en la actividad laboral, y no solo en la perso­ nal, es tan beneficioso que acorta la obtención de resultados y permite una mejor respuesta profesional, permi­ tiendo un presente y un futuro mucho mejor que lo que nunca hubiéramos pensado si no hubiera sido por la nece­ sidad tecnológica que el influjo del virus ha propiciado. No hay mal que por bien no venga. Esperemos que estas líneas sean de interés para CENID y la Diputación Provincial y Universidades de Alicante y Elx que lo conforman.