Las infames costras de plásticos que flotan en océanos, mares y ríos han removido conciencias, despertado a legisladores y puesto en zafarrancho de I+D a toda una industria. El nuevo clima de opinión en favor de una economía verdaderamente circular motiva nuevas leyes que intentan estrechar la entrada de plásticos en el mercado, favorecer su reutilización por los compradores e impulsar el todavía bisoño sector de la recuperación y el reciclaje. Aunque la forma en que se fomentan las tres erres -reducción, reutilización y reciclaje- en las directivas europeas de residuos y plásticos de un solo y en el anteproyecto de ley de residuos es insuficiente para muchos ecologistas, para el sector del plástico supone un reto sin precedentes.

Tienen una década para producir con menos plástico tradicional y más materia prima de fuentes hoy secundarias o casi experimentales. Y deben hacerlo sin violar las normas del ecodiseño, la logística y la seguridad alimentaria. El 22% de las 4.200 empresas de fabricación de productos de plástico del país se concentra en la Comunidad Valenciana y alrededor de la mitad de ellas se localizan en la provincia, especialmente en la comarca de la Foia de Castalla. «Nunca hemos recibido tantas consultas problemáticas y sobre necesidad de cambio en la industria como este año», asegura Eva Verdejo, responsable de Reciclado y Medio Ambiente del instituto tecnológico del plástico, Aimplas.

Exigencia y realidad

Las directivas de residuos y de plásticos monouso se incorporan en la legislación española en la nueva ley de residuos y suelos contaminados, en fase de anteproyecto y con entrada en vigor a partir de enero. 

Así, el nuevo año comienza para el sector con la seguridad de que en julio estarán prohibidos bastoncillos, vajillas de picnic o pajitas de plástico virgen pero este ya no es el temor principal. Los objetivos a medio y largo plazo son más preocupantes. 

En 2025, las botellas PET -botellas de agua- deberán incorporar como mínimo un 25% de plástico reciclado, objetivo que se extiende a todo tipo de plástico de botellas para 2030. «Hablamos de que en cinco años habría que cuadruplicar la capacidad actual de producción de material reciclado» de la UE, añade Verdejo. Los recuperadores y recicladores trabajan en un sector con grandes pérdidas de materia prima y dificultades para recuperar envases muy sucios, pequeños o de materiales poco agradecidos. «Lograrlo con el PET es posible, pero en polietileno es pasar del 0 al 25%», matiza, en referencia al material con que se hacen los botes de champú o detergente

Además, en nuestro país se propone añadir en la transposición de la directiva un gravamen especial -la fiscalidad ambiental es baja según la Comisión Europea y cabe tasar más la contaminación- que pone los pelos de punta a los fabricantes de envases: el impuesto al plástico. Deberán pagar 0,45 euros por cada kilo de recipientes de este material no reutilizable por el comprador -como vasos de yogur o tarrinas de queso o sobrasada- que se introduzca en el mercado, una medida que recaudará, según estimaciones del Ministerio de Transición Ecológica, más de 700 millones de euros al año. El objetivo es lastrar al plástico virgen y hacer más competitivos los nuevos materiales, todavía muy caros. «El anteproyecto excluye de la tasa a los materiales reciclados para intentar impulsarlos. Son más caros que el virgen, pero ni hay disponibilidad, ni todo está aprobado», recuerda Cristina Monge, secretaria general de Avep (Asociación Valenciana Empresarios de Plásticos). 

Además de la presión legal, el sector recibe nuevas exigencias de sus clientes, los distribuidores, cuya tolerancia al exceso de plástico y sobreenvasado se somete a un escrutinio sin precedentes. Los grandes supermercados transmiten a sus proveedores la necesidad de poder ofrecer productos más sostenibles. «La legislación marca objetivos y los compradores están obligando moralmente a la distribución a posicionarse, pero ella sola no puede ir por delante ni anticiparse a la ley», recalca Monge.

Hay más factores que aprietan al sector. Se le pide que sustituya el material virgen con plásticos reciclados y biobasados que, hoy, son más caros y escasos que el nuevo y, como sostienen los productores, no tienen las certificaciones de seguridad alimentaria de su predecesor. «Hay muchas iniciativas de materiales pero a la hora de preservar la seguridad se crea un embudo y se cierran las posibilidades. Hay materiales que son compost ables, pero hay algunos otros que tienen un comportamiento distinto si el alimento es húmedo o seco», explica José Luis Olmedo, director gerente de ITC packaging.

Legisladores, distribuidores y compradores miran a los fabricantes. Estos levantan el pulgar, pero hacen un gesto de aviso con la otra mano. Su plan es cumplir, pero va a ser difícil y va a ser caro. «Sí, vamos a ver encarecer la cesta de la compra y máxime si introducen el impuesto al plástico», admite la representante de Avep.