En este artículo quiero abordar la importancia que tiene elegir correctamente las condiciones económicas de un préstamo hipotecario que, por su importe, suele ser una de las inversiones más importantes de nuestra vida. 

La mayoría de las personas ha solicitado un préstamo para la compra de una vivienda o acabará haciéndolo. Salvo que tengas liquidez suficiente para poder pagarla al contado, te interesará saber lo que más le conviene a tú bolsillo. 

El principal destino de un préstamo hipotecario suele ser el de la compra de un inmueble (vivienda, locales, naves,…). Para el ciudadano de a pie, suele ser la compra de su casa. La palabra préstamo hipotecario hace referencia a que la vivienda tiene una carga y ésta responde en caso de insolvencia. Es decir, que, si no puedes pagar el préstamo, el prestamista (normalmente el banco) puede quedársela para cobrar la deuda.  

Supongamos que encontramos la casa perfecta para nosotros y queremos comprarla. Hemos hecho la visita al inmueble y nos ha convencido. El precio asciende a 200.000 euros. Posteriormente, acudimos a nuestro banco y lo primero que nos dice es: «¿Qué cantidad de ahorros va a aportar sobre el precio de compra?». Actualmente, ronda el 20%, en nuestro ejemplo ascendería a 40.000 euros. En segundo lugar, nos solicita toda la documentación necesaria para el estudio del préstamo. En esos momentos nuestra cabeza empieza a echar humo sacando números de si podré o no asumir la compra y nuestro gestor nos dice: «Va querer usted una hipoteca, ¿a tipo fijo o variable?».

Lo primero que debemos saber, antes de decidirnos, es cómo se compone el tipo de interés de un préstamo: 

Por un lado tenemos el tipo de interés al que se referencia el préstamo. En la actualidad el más común es el Euribor. Es el tipo de interés aplicado a las operaciones entre los bancos europeos, es decir, que los bancos se prestan dinero entre ellos a un tipo de interés medio (Euribor) y este tipo es el que nos aplicarán en nuestro préstamo hipotecario. 

Por otra parte, tenemos el diferencial que la entidad nos aplica. Un porcentaje «fijo» que nuestro banco nos cobra. Aunque inicialmente es fijo, puede reducirse según los productos contratados con cada banco. Por ejemplo, si en el momento de la firma del préstamo hipotecario el Euribor de referencia está al 3% y tenemos un diferencial del 1%, el interés que se aplica a nuestro préstamo será un 4%. Ahora bien, normalmente los préstamos hipotecarios revisan el tipo de interés Euribor de forma periódica (semestral, anual…). Por lo tanto, si en el momento de la revisión el Euribor ha disminuido al 2% y mantenemos el diferencial del 1%, pasaremos a pagar el 3%. 

Esta última parte es importante para la toma de decisión entre tipo de interés fijo o variable. Si echamos la vista atrás, nuestra historia reciente nos muestra la evolución de tipos en los últimos años. En pleno boom inmobiliario el Euribor medio de 2008 ascendió a 4,5% y en enero de 2020 fue negativo, concretamente el -0,25%. Para dar más claridad a los hechos, veamos un ejemplo de cómo afecta esto a un préstamo hipotecario de 160.000 euros a 30 años en ambos casos. En 2008 nuestra cuota mensual del préstamo a un tipo de interés aplicado del 5,5% (el Euribor del 4,5% + 1% de diferencial bancario) era de 908 euros, pero en 2020 el tipo de interés aplicado ha disminuido al 0,75% (Euribor -0,25% + 1%) así que nuestra cuota es de 496 euros. La diferencia de cuota de un periodo a otro son 412 euros. Importante, ¿verdad?

Sin embargo, si nuestra elección fue tipo de interés fijo implica que durante toda la vida del préstamo mantendremos una cuota constante. Vamos a poner de ejemplo que el tipo de interés que nos ofrece la entidad financiera es del 2,30%, lo que implicaría una cuota constante de 615 euros durante la vigencia del préstamo (para los mismos 160.000 euros a 30 años).

Entonces, ¿qué tipo de interés elijo? Por desgracia, no hay una respuesta clara para esta cuestión, pero sí podemos dar unas pistas para que cada uno tome la mejor decisión. Es importante entender la situación económica, ya que afectará al interés que nos ofrezcan, y el horizonte temporal del préstamo (el plazo). Desde la crisis de 2008, el tipo de interés de referencia -Euribor- se reduce con la intención de reactivar el consumo (de esta forma, se abaratan los préstamos). Como la recuperación económica ha sido lenta, el Euribor ha ido cayendo. Terminamos 2019 con buenas perspectivas económicas, pero en 2020 el maldito bicho nos vuelve a colocar en la casilla de salida. Por lo tanto, no se espera que el Euribor suba a corto y medio plazo. Ante esta situación podríamos pensar que nos conviene más un tipo de interés variable, pero es clave situar el horizonte temporal: ¿A qué plazo voy a solicitar el préstamo? Si hablamos de 15 años, parece lógico que con la información que disponemos hoy optáramos por un tipo de interés variable, pero si el plazo es de 30 años (el más común) y, dado que los tipos de interés fijo están literalmente por los suelos, podemos pensar que mantener una cuota fija evitará sobresaltos en un futuro. 

Conclusión: esta situación suele ser puntual en la vida de una persona, pero puede ocasionar unos gastos económicos significativos entre una u otra elección. Por este motivo, es muy importante recibir asesoramiento profesional adaptado a las circunstancias personales y económicas para tomar la mejor decisión posible.