Comenzamos el año 2021 con un nuevo propósito: ahorrar. En este artículo daré mi particular visión sobre la importancia de destinar una parte de los ingresos al ahorro, un hábito que se ha ido perdiendo con el tiempo. Analizaré como nos ayudará en el medio y largo plazo.

En los últimos 40-50 años el destino de una parte del sueldo se guardaba en la hucha para imprevistos o realizar una inversión. Había dos motivos relevantes. Cuando se solicitaba un préstamo a las entidades financieras (ya fuera para adquirir un vehículo o una vivienda) exigían que buena parte de la inversión fuera con aportación de ahorros. A esta exigencia iba unido un tipo de interés aplicado al préstamo muy elevado. Entre los años 70-80 llegaron a alcanzar un 20%, a partir de entonces fue descendiendo hasta el 5% a finales de los 90. Ambos hechos te empujaban a que el ahorro formara parte de tú presupuesto familiar porque era condición necesaria para realizar una inversión.

En un escenario de tipos de interés bajos y menor exigencia de ahorro en la concesión de préstamos, hace más asequible la financiación al consumo en detrimento del ahorro.

Este cambio de tendencia no es bueno para nuestra economía domestica, principalmente por 3 razones.

En primer lugar, debemos ahorrar para los imprevistos diarios. Una avería en el coche, el calentador de casa, una derrama, etcétera. Es cierto que hoy en día podemos aplazar la mayoría de nuestras compras pero no podemos financiar todo aquello que se nos presenta. El coste económico es muy alto. Las compras aplazadas con tarjetas suelen tener unos intereses elevados que se camuflan al ser cantidades pequeñas. Si destinamos una pequeña parte de nuestros ingresos a cubrir los gastos imprevistos, ahorraremos por la reducción en gastos financieros.

En segundo lugar, para nuestro futuro. Pongamos en contexto la situación económica actual. Las arcas de la seguridad social se encuentran en una situación deficitaria (sus ingresos son menores que los gastos). Y no es de extrañar puesto que la población activa (los trabajadores y autónomos que cotizan) va disminuyendo. Cada vez que nos golpea una crisis pasamos un periodo de recuperación económica lenta y, en el camino, se pierden miles de puestos de trabajo. A esta situación, se une una población más longeva. Nuestros mayores gozan de mayor esperanza de vida, una situación que alegra a todo el mundo salvo a las arcas de la seguridad social (sus ingresos disminuyen y los gastos en pensiones y ayudas aumentan). No hay cambios económicos ni estructurales (para aumentar el empleo significativamente) que sugieran un cambio de tendencia en los próximos años. Esta incertidumbre debe hacernos pensar, ¿será la prestación futura la misma que reciben hoy los pensionistas? (o incluso menor). Hay que tener en cuenta que el coste de la vida sube (con los 100 euros de hoy no te compras lo mismo que hace 10 años). Nuestros ahorros nos ayudarán a mantener el nivel de vida pasado, será el complemento a una pensión que, como he mencionado, desconocemos su importe.

En tercer lugar, por la importancia de tener una vivienda digna y libre de cargas antes de la jubilación. A comienzos del siglo XXI, el plazo de concesión de los préstamos hipotecarios creció hasta llegar a los 40 años. Cuando uno se jubila sus ingresos se reducen. Si somos capaces de anticipar esta circunstancia, procuraremos llegar a ese momento sin tener que hacer frente al pago de préstamos y evitar tener dificultades económicas. Si en lugar de comprar un inmueble hemos optado por vivir de alquiler, debemos prever el coste que supondrá mantenerlo puesto que la evolución del precio del mismo no deja de subir. En algún momento debes valorar si voy apartando una parte relevante de mis ingresos para poder seguir pagando el alquiler o si es momento de invertir en vivienda.

En España, a diferencia del resto de Europa, hemos sido propensos a destinar nuestros ahorros a inversiones inmobiliarias y, en menor medida, a planes de pensiones. Bien para disfrutar de una segunda residencia (en la playa, en el pueblo de la infancia, …) o para rentabilizar mi dinero en forma de alquiler. El arraigo hacia la posesión de un inmueble en nuestro país ha sido siempre grande, algo que las generaciones venideras empiezan a cambiar. Ya no tienen esa necesidad de posesión, son conscientes que tarde o temprano heredaran de sus padres o porque simplemente prefieren destinar sus ingresos a vivir la vida de otra forma. En cualquier caso, ante la previsible disminución de ingresos, ya hemos visto la importancia de jubilarse con una vivienda libre de cargas.

Estas tres cuestiones nos tienen que hacer reflexionar sobre la importancia del ahorro. Debemos incorporar ese hábito. Si somos capaces de reducir caprichos, podemos destinar un 10% de nuestro sueldo al ahorro. Evidentemente, si a penas nos llega para los gastos esenciales (casa, comida y consumos básicos) no podemos pensar en ahorrar pero a lo largo de la vida se presentan muchos cambios personales y económicos que debemos saber leer para tener en cuenta esta circunstancia. Si contamos con un presupuesto y nos ceñimos al mismo, será más fácil controlar los gastos no esenciales.

Recuerde que a sus ahorros le puede sacar rentabilidad pero es conveniente ir de la mano de un asesor financiero, que entienda sus necesidades presentes y futuras, para que la evolución de su inversión viaje sin sorpresas.