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Entrevista al presidente de la nueva CaixaBank

José Ignacio Goirigolzarri: "La crispación política ni crea puestos de trabajo ni salva vidas"

"Estaré hasta que los accionistas piensen que puedo ser útil"

José Ignacio Goirigolzarri: "La crispación política ni crea puestos de trabajo ni salva vidas"

José Ignacio Goirigolzarri: "La crispación política ni crea puestos de trabajo ni salva vidas" JOSÉ LUIS ROCA

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José Ignacio Goirigolzarri: "La crispación política ni crea puestos de trabajo ni salva vidas" Gemma Martínez / Jordi Cuenca

Mañana por la tarde, como cada lunes, José Ignacio Goirigolzarri (Bilbao, 1954), asistirá a clases de Filosofía en la sede de CaixaBank en Madrid, junto a dos compañeros con los que durante dos horas estudiará las aportaciones a la ética de pensadores como Kant, Ross o Brentano. Goirigolzarri espera mantener esta rutina que ya seguía en Bankia ahora que cambia de banco y que está en plena fusión, "porque la vida no es un tema de tiempo sino de prioridades" y porque "la capacidad de estructurar los problemas que te da la filosofía es total".

Con esta base, el directivo vasco, contrario al "buenismo" que defiende que la pandemia hará mejor a la sociedad española, podrá pilotar la integración número 85 de la historia de CaixaBank. La operación crea un grupo con más de 640.000 millones de euros en activos y cuotas de mercado cercanas al 25 %, que afronta ahora la unificación informática, comercial y laboral. Esta última, que podrá afectar a unos 8.000 empleados según distintas fuentes, se realizará de una única vez y se primará la voluntariedad, siguiendo la política de la entidad financiera que pasa a estar controlada por Criteria-Fundación Bancaria La Caixa y por el Estado a través del Frob. 

En la recámara, Goirigolzarri tampoco se olvidará de su Athletic de Bilbao, "el único equipo que va a ganar dos Copas del Rey en el mismo año" el próximo abril.

— El martes será ratificado como presidente de CaixaBank, el primer banco por activos en España, con 67 años, 20 más de los que tenía cuando fue nombrado consejero delegado de BBVA. ¿Soñó alguna vez con que llegaría a lo más alto del sistema financiero español, sobre todo tras salir después del banco vasco por diferencias con el entonces presidente Francisco González?

— Ni por asomo. Como usted bien sabe, cuando dejé BBVA no tenía ninguna intención de dedicarme al mundo bancario ni de desempeñar un puesto ejecutivo. Lo tenía muy claro. Me inclinaba por otras aficiones, otros intereses. Y, además, fui feliz durante aquel tiempo. Después, las cosas fueron por un camino que no esperaba en absoluto, cuando en 2012 tomé la decisión de incorporarme a Bankia en el marco de su nacionalización. Pero ni en ese momento hubiera imaginado que en 2021 estaría en CaixaBank. Pura ciencia ficción. Pero en esta vida nunca sabes. Lo que hay que tener es capacidad y flexibilidad y esto creo que es predicable también para las empresas. La gente habla de resiliencia, pero se necesita cierta flexibilidad.

— Isidre Fainé dice que usted es el mejor banquero de España, igual que Gonzalo Gortázar, número dos de CaixaBank. ¿Está de acuerdo?

— Él siempre ha sido muy cariñoso y generoso conmigo. Yo, la verdad, nunca he pensado en esos términos y menos ahora. Aunque agradezco la generosidad de Isidre. Comprenderá que a estas alturas palabras como dignidad y gobierno no me afectan demasiado, tengo que reconocerlo.

— ¿Su presidencia tiene fecha de caducidad? ¿Influirá la edad?

— Me incorporo con gran ilusión a CaixaBank y no puedo andar pensando en eso. Defiendo lo que siempre he pensado. Si estás comprometido con un proyecto, tienes la obligación moral de estar ahí mientras el consejo de administración y los accionistas confíen en ti. El día que cambien de opinión, te vas a casa encantado. Estaré hasta que piensen que puedo ser útil, en una fase tan bonita. Lo haré con fuerzas y con ganas, porque si no las tengo, me echarán ellos.

— ¿Su permanencia puede estar vinculada de algún modo a la presencia del Estado en el capital?

— No. Como sabe, el Estado, a través del Frob, ha modificado la fecha límite para salir del accionariado hasta 2023. La decisión es suya, lógicamente. Como siempre digo, los gestores lo que tenemos que hacer es trabajar mucho, lograr buenos resultados y dar valor. El accionista es quien decide cuándo sale, a qué precio y en qué condiciones. Desde esa perspectiva, no tengo información. Pero en el corto plazo no está encima de la mesa. 

— ¿Cómo es ahora su relación con el Gobierno de coalición, usted que fue nombrado por el PP en Bankia y que siguió con la izquierda?

— La convivencia es muy fácil, tanto con el PSOE como con Podemos. La gente puede pensar lo que quiera y puede inventar historias. Cuando me incorporé a Bankia con el PP la única condición que puse es que no hubiera injerencias políticas y dije que iba a ser muy estricto con eso. Se comportaron de forma impecable. Cuando cambia el gobierno, a la vicepresidenta Nadia Calviño le hice el mismo planteamiento. Han sido absolutamente impecables también. Es justo decirlo y estoy muy contento. Como yo no tengo ningún tipo de connotación política, vivo muy feliz con todos. 

— CaixaBank tiene su origen en Catalunya, donde actualmente se intenta formar un gobierno independentista.

— Me conoce bien y sabe que no me gusta hablar de política, porque los directivos de empresa no tenemos sabiduría en este campo. Debemos dedicarnos a gestionar nuestras compañías. Son los ciudadanos los que deciden con sus votos y los políticos elegidos, los que forman los gobiernos. Nosotros, desde el punto de vista empresarial, debemos adaptarnos a esa realidad, de la mejor manera posible, y desarrollar nuestra actividad en ese entorno. No es un tema que me preocupe.

— ¿La crispación tampoco?

— Eso sí y llevo mucho tiempo diciéndolo. La crispación ni crea puestos de trabajo ni salva vidas. Sería muy bueno que lográramos acuerdos transversales mucho más amplios en términos de unidad para enfrentarnos con suficiente fortaleza a una crisis extraordinaria, sanitaria, política y económica. Es importante de cara a los fondos europeos. Todo el mundo habla de los proyectos, que deben ser acordes a las exigencias de Bruselas, pero no podemos olvidar que paralelamente hay un requerimiento en términos de reformas complejas que necesitan consenso. En la medida en que existan o no esas reformas estaremos poniendo en cuestión el futuro de la economía española y la calidad de vida de los ciudadanos. Me parece que todo lo que sea invocar acciones que nos unen tiene un gran valor. Todo lo que sea invocar lo que nos divide es inadecuado. 

— Está usted al frente de un banco donde la mayoría de la cúpula procede de CaixaBank y su equipo más próximo de Bankia no le acompaña. ¿Se siente solo?

— Efectivamente, las personas que formaron conmigo el primer comité de dirección de Bankia ya no están. Fuimos muy felices esos años. Pero la vida tiene sus momentos y no han querido seguir. Lo entiendo perfectamente. Yo lo siento mucho desde el punto de vista personal, porque son amigos, y desde el profesional. Tienen muchísima valía. Pero no, no me encuentro solo. Voy a formar parte del equipo de CaixaBank como siempre me ha pasado en la vida y en muy poco tiempo. Tenemos retos por delante vinculados a la rentabilidad, la tecnología y la reputación.

— ¿La rentabilidad es el más acuciante?

— Es el más obvio para toda la banca. Llevamos muchos años con rentabilidades por debajo del coste de capital. Esto se debe sobre todo a cinco años con tipos de interés negativos. Con la pandemia, los vamos a tener mucho más tiempo, puede que hasta 2025. Ante ello hay que tomar decisiones importantes, como avanzar en el proceso de consolidación. Esto te ayuda avanzar en el segundo reto: la retroalimentación del cambio de hábitos con la revolución tecnológica. ¿Por qué te ayuda? Te da músculo y masa crítica para hacer inversiones estables en innovación y en tecnología, que las vas a necesitar de forma muy importante en el futuro ante los formidables competidores que estás teniendo y que crecientemente vas a tener, los que vendrán para romper el status quo.

— ¿La reputación no mejora con la pandemia?

— Sufrimos mucho como sector a partir de 2008, con un impacto tremendamente negativo. Ahora todo ha cambiado. La banca esta en una posición de liquidez y de capital de gran fortaleza y ha podido estar al lado de las familias y de las empresas. Pero tenemos que mejorar mucho todavía, trabajando mucho y comunicándolo mejor. Cuando voy de lo macro a lo micro, cuando voy a CaixaBank, veo que tenemos una oportunidad maravillosa de desarrollar un proyecto que sea rentable. Pero también tenemos una oportunidad fantástica para hacer una banca cercana, sostenible e inclusiva. Una banca que esté cerca de sus clientes y esté cerca de la sociedad, por historia, y por la relación con la Fundación La Caixa, que a mí me parece que es una combinación ciertamente notable. Tenemos una posición de partida y lo que debemos hacer es profundizar en esa posición. Creo que es la mejor aportación que podemos hacer a la sociedad.

— Hablaba usted antes de la consolidación. ¿Prevé más fusiones?

— Existen unas corrientes de fondo que te conducen a mayores niveles de consolidación. Prueba de ello es que nosotros estamos metidos en este lío. Lo creemos y estamos ahí. Dicho eso, hablamos por nosotros. Aquí cada uno de los agentes tiene que valorar si esas corrientes tienen la importancia que nosotros le damos y si es el momento oportuno. Yo sí creo que esas tendencias existen pero no me atrevo a decir si de la potencia vamos a pasar a la práctica. Y tampoco me atrevo, mucho menos, a dar consejos a nadie.

— ¿Llegarán las operaciones corporativas transfronterizas y participará CaixaBank?

— Yo las veo muy complicadas. Aquí al final lo que ocurre es que tenemos una regulación y unos marcos legales que hacen que las sinergias no existan. Si estás en tres países y debes te- ner un servicio de atención a la clientela diferente en los 3 países, ahí no hay sinergias. Si estás en 3 países y tienes que tener relaciones con los bancos centrales de los 3 países, que te piden distinto tipo de información y distinto tipo de contabilidad, tampoco hay sinergias. Al final, ¿qué es lo que pasa? No existen sinergias y lo que tienes es un riesgo de implementación muy fuerte. Cualquier fusión, incluida la nuestra, tiene un riesgo de implementación. Cuando ya le empiezas a meter emoción de distintos países, lógicamente el mercado no está ahí apoyándote. El mercado ve valor en la consolidación doméstica, pero no en la consolidación transnacional. Mientras no se dé un cambio en esas condiciones, no se van a producir.

— A medio plazo tampoco?

— No se sabe. Como en Europa funcionamos como a tirones. De repente se da una situación tensa y se avanza… pero en estos momentos veo este tema bastante ralentizado, como el Fondo de Garantía de Depósitos europeo. 

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