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La empresa que templa a Sánchez y Ayuso

Grupo Fulton lleva el mantenimiento de las instalaciones térmicas de La Moncloa y la Comunidad de Madrid

Luis Romero, propietario de Grupo Fulton,el pasado jueves | Germán Caballero

Después de darse duro en el ruedo de la política, el socialista Pedro Sánchez y la lideresa de los populares en Madrid, Isabel Díaz Ayuso, regresan a sus despachos en el Palacio de la Moncloa y en la Real Casa de Correos de la Plaza del Sol, respectivamente, y comparten un pequeño secreto: los ánimos, si están alterados, se los templa la misma empresa. Se llama Grupo Fulton y acaba de conseguir el contrato de mantenimiento de las instalaciones térmicas del Complejo de La Moncloa por un valor estimado de 1,2 millones de euros y una duración de hasta cuatro años. El proyecto, al que optaban diez empresas, abarca la climatización, calefacción, ventilación, agua caliente sanitaria, cámaras frigoríficas y cuadros eléctricos, entre otros servicios. Previamente, ya había logrado la misma contrata en la Presidencia de la Comunidad de Madrid, aunque con un presupuesto de 1,5 millones en un año con opción a tres prórrogas.

Un abogado, un perito y un empresario constituyeron Fulton en 1966 en València como una empresa de instalaciones de climatización, un servicio entonces incipiente en la sociedad española del tardofranquismo. La firma dio un giro en su trayectoria en 1999, cuando llega a su accionariado, con la compra del 60% del capital ‑-el 40% restante lo adquiere dos años después-, Luis Romero, que acababa de vender el 30% en otra firma de este subsector ‑-Rochina-, de la que era director general, por discrepancias con sus socios. El empresario tiene 68 años y llegó a València desde Ciudad Real con nueve, impulsada la familia por un padre ferroviario que había pedido el traslado. Romero pasó por la Universidad, pero no acabó los estudios de ingeniería. La llamada de la empresa le llegó antes. «Cuando entro en Fulton, esta se dedicaba sobre todo a climatizar viviendas, pero pensé que ese camino tenía poco recorrido, porque no aporta nada de valor añadido colocar aires acondicionados en una casa y, además, el negocio queda al albur de burbujas como la que luego explotó», recuerda, antes de añadir que «decidimos dedicarnos a segmentos con mayor tecnología e innovación» dentro del campo de la climatización, como las instalaciones de gas, de baja y media tensión eléctrica, automatismos, frío industrial, filtración (en los quirófanos el aire debe ser puro), salas blancas para laboratorios, salas para elementos que se fabrican para satélites, laboratorios de aeronáutica donde a los motores se les provoca temperaturas muy elevadas y luego bajadas muy rápidas para ver cómo reaccionan a situaciones críticas… «Eso es lo que nos da la diferenciación», afirma Romero.

La apuesta no le ha ido mal. Cuando llegó a Fulton, la firma tenía 14 trabajadores. Ahora la plantilla supera los 450 y la facturación en 2020 alcanzó los 48 millones de euros, tras un crecimiento interanual del 12%. Sin facturas por la pandemia. El propietario del grupo asegura que esta crisis, al igual que la de 2008, la ha pasado la compañía sin problemas relevantes porque no reparte dividendos y, en consecuencia, su balance «es fuerte y con músculo suficiente para no tener que pedir dinero a los bancos». La firma está presente en toda España, con delegaciones en Madrid, Andalucía y Castilla y León. De Cataluña se salieron «porque no funcionaba. Allí nadie toma decisiones, los pagos a las empresas están paralizados». En 2003, la compañía creó Fulton Servicios Integrados, que se dedica al mantenimiento de hospitales, como los de Poniente de Andalucía o el General de València, y edificios singulares como el Palacio de La Moncloa. También tiene contrato con la Universitat Politécnica de València, la mayoría de cárceles de Andalucía, la Escuela Superior de Policía de Ávila y 157 residencias en Castilla y León.

De cara al futuro, ‑y después de que fracasara en su experiencia exterior en Colombia y Argelia, Fulton hace una apuesta firme por el trabajo como contratista del Estado. «Hasta ahora nos subcontrataban los constructores y nos apretaban mucho. Así que decidimos convertirnos en contratistas para hacer la obra y la instalación. Así somos más competitivos», afirma Romero, quien apunta que en un contrato como el de La Moncloa la única particularidad respecto a otros está en los protocolos de seguridad: «No puedes cambiar a un empleado de un día para otro, por ejemplo. Es algo que pasa también en los centros penitenciarios». Y es que la firma puede decirse que empotra a sus empleados. Por ejemplo, en la residencia del presidente del Gobierno tiene trabajando de forma permanente a unas 15 personas. En la sede del BOE, otras cuatro. «Van allí todos los días. Es donde tienen su centro de trabajo», aunque la nómina la pague Fulton.

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