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The lost generation

THE LOST GENERATION

Cuando escuché por primera vez la expresión The Lost Generation, que fue en el extinto Bachiller de los años ochenta, he de decir que se generó un interés especial en mí. Fue en clase de Literatura.

La Generación Perdida, en el ámbito literario, se utiliza para referirse al grupo que alcanzó la mayoría de edad en el contexto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y, en un ámbito más amplio, a los nacidos entre 1883 y 1900. El término viene a definir a la situación de desorientación, falta de rumbo, errante y errática de los supervivientes de la Gran Guerra.

Fue el célebre escritor Ernest Hemingway quien hizo mundialmente famoso el término al usarlo en la novela Fiesta, en el año 1926. Aunque el término se debe a otra gran escritora de dicha generación, Gertrude Stein.

En esta generación de escritores se encuentran, entre otros, John Steinbeck (Las uvas de la ira), Ernest Hemingway (El viejo y el mar), John Dos Passos (1919), William Faulkner (Mientras agonizo) y Francis Scott Fitzgerald (El gran Gatsby ). ¿Les suenan verdad?

Pues haciendo un recorrido menos poético se está utilizando, de nuevo, este término para hacer referencia a los millennials en España. Y no por sus condiciones literarias, sino por la grave situación de desempleo que está azotando a estos jóvenes nacidos entre mediados de los años ochenta y finales de los años noventa del siglo pasado y que en estos momentos están entre los 25 y 35 años.

Para ilustrar el alcance del problema voy a aportar unos datos. La agencia europea Eurostat ha publicado datos recientes donde España se sitúa a la cabeza del paro juvenil en la eurozona, con un 37,7%. Este dato contrasta con la media de la zona euro, que en paro entre menores de 25 años se sitúa en un 17,2%.

Pero, ¿cuál es el motivo por el que los millennials están siendo los más afectados por esta situación? Fácil respuesta: llueve sobre mojado. En los inicios de su vida laboral, año 2008, se encontraron con una crisis económica que duró muchos años. La dificultad de acceso al trabajo que encontraron fue enorme. Cuando su edad avanzaba y empezaban a tener cierta estabilidad, ya con una edad madura (de 25 a 35 años), se encontraron con la crisis económica derivada de la pandemia del covid-19.

A esta generación le ha ocurrido algo parecido a lo que le sufrió al personaje interpretado por Leonardo Di Caprio en la película El renacido (2015), magníficamente dirigida por el mejicano Alejandro González Iñarritu. Después de recibir un primer zarpazo de un gigantesco oso recibe otro y otro… Y otro.

Y aunque es cierto que las estadísticas nos dicen que lo jóvenes más preparados, más formados, tienen más posibilidades de encontrar empleo, lo cierto y verdad es que muchos de ellos se sienten frustrados al no poder desarrollar en el ámbito profesional aquello para lo que se han preparado y estudiado.

Hace unos días vi en televisión como un licenciado universitario, con dos másteres, relataba que su mejor trabajo había sido el de camarero (de forma temporal), percibiendo poco más de mil euros. Y es aquí donde se desvela el segundo de los problemas. No solo no hay trabajo, sino que el existente es precario y alejado de la preparación de los jóvenes. Cuando encuentran una actividad laboral en «lo suyo», suele ser como becarios, por cortísimo periodo de tiempo y, por tanto, mal remunerados. Esto los lleva a buscar cualquier otro tipo de trabajo menos cualificado, pero que les permite, al menos, no depender de sus familiares o de las ayudas públicas.

Desde que comenzó la pandemia, se han destruido un millón de empleos. De ellos, el 53% fue de menores de 35 años. Por otro lado, cuando comenzó la anterior crisis, la de 2008, los jóvenes de entre 25 y 29 años tenían un sueldo anual, con el IPC actualizado, de unos 19.400 euros de media. En 2017, esa misma franja de edad ganaba de media 16.400, un 15% menos. Lo mismo ocurre en el siguiente tramo, de 30 a 34: los casi 23.000 que ganaban de media se han reducido a 20.000 euros (menos del 15%).

Según el profesor José Ignacio Conde-Ruiz los efectos de las crisis económicas en España tienen dos consecuencias: en primer lugar, los primeros afectados son los trabajadores con contratos temporales, que se extinguen, y, en segundo lugar, se dispara el paro juvenil.

Sin embargo, la actual crisis tiene diferencias importantes con la de 2007-2008. Según Conde-Ruiz: «En la anterior, muchos jóvenes estaban en la construcción, o en sectores donde ya no iba a haber futuro. Ahora es distinto, no tienes que sustituir un sector por otro, porque el turismo y la hostelería van a volver, y cuando llegue la recuperación tendrán otra vez expectativas de trabajo. El problema es que seguirá siendo igual de precario, pero no solo para los jóvenes, también para los inmigrantes, las mujeres o los parados de larga duración».

Y es que esta generación, la millennial, se encuentra con una segunda crisis y un problema de precariedad, con 30 años o más. En una etapa donde quieren ser padres, tener independencia económica. Y su situación económica no se lo permite.

A estas edades, el impacto de la precariedad no es igual que a los 20 años. Ya con 30 años los jóvenes quedan marcados, lacerados. Pueden llegar a pensar que no hay futuro para ellos. Los problemas psicológicos se pueden unir a los económicos y los primeros son mucho peores y persistentes.

Creo que la generación millennial está más que preparada para tomar el relevo de mi propia generación. Que tienen no solo la obligación, sino el derecho a hacerlo. Deben ganar el futuro, pero es igualmente obligación del resto de la población (los mayores) y de nuestros empresarios, dirigentes políticos, empresariales y sociales poner los medios para conseguir que haya un futuro para ellos. Se lo han ganado.

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