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Amenaza a la recuperación

Crece el temor a una inflación elevada hasta primavera

Los analistas ven riesgos de que el repunte de precios se acentúe pero sin desbocarse| El encarecimiento de la energía presiona a las empresas, que repercuten los costes al consumidor y paran producción

Extracción de petróleo en Texas (EEUU).

"Les diré que la inflaciónnuestro enemigo número uno, si no se combate, destrozará nuestro país, nuestras casas, nuestras libertades… y hasta nuestro orgullo nacional". Estas palabras del presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, pronunciadas en 1974 en un país que sufría por la crisis del petróleo, reflejan el pánico que la subida de precios puede causar entre los políticos. Ford lanzó en ese momento un programa para combatir la inflación, que llegó a estar por encima del 12%, limitando el gasto público a la vez que pedía a la población que cambiara de hábitos para ahorrar. El fracaso de Ford fue absoluto y el republicano dejó una inflación altísima a su sucesor Jimmy Carter, que solo pudo combatirla a golpe de subida de tipos de interés cuando Paul Volcker llegó a la Fed en 1979.

Hoy, con la pandemia de la Covid bajo control, los precios empiezan a dispararse. ¿Se dirigen EEUU y otras economías, como la europea y la española, hacia la reedición de los horribles años 70? La mayoría de políticos, banqueros centrales y economistas afirma que no, que es una inflación temporal que no puede ser catalogada como enemigo número uno, como creía Ford, ni que tampoco obliga a subidas de tipos de interés para combatirla. Pero cada vez son más las voces que ven riesgo de que el repunte de precios se acentúe y dure como mínimo hasta la primavera de 2022 por culpa de los precios de la energía, que ya fueron los causantes de la crisis del petróleo y que ahora puede que solo se moderen con el final del invierno.

Actualmente en España el índice de Precios de Consumo (IPC) está en el 4%, con datos de septiembre. Esta cifra adelantada, de confirmarse este jueves por parte del INE, es la mayor tasa de los últimos trece años. Excluidos los componentes más volátiles (energía y alimentos frescos), la inflación subyacente es del 1%. El IPC español está por encima del de la Eurozona (3,4% en septiembre) y algo por debajo del de EEUU (5,3% en agosto). En Alemania está previsto que ronde el 4,1% en septiembre, la cifra más alta en 29 años.

El alza de los precios en casi todos los países puede estar alterada por lo que los expertos llaman efecto base, es decir, se comparan las cifras actuales con los niveles deprimidos de hace un año, en pleno confinamiento por el covid. En cualquier caso, nadie duda de que existe un desajuste entre la demanda y la oferta de bienes y servicios en todo el mundo. La demanda se frenó en seco con las férreas restricciones y después se recuperó rápido apoyada en parte con los estímulos públicos a la economía. Mientras, la oferta se redujo drásticamente con el confinamiento y no reaccionó tan rápido al sufrir por el encarecimiento de los costes energéticos (petróleo y gas natural) y de las materias primas (productos básicos y metales), así como por la aparición de cuellos de botella que estrangulan las cadenas de suministro, tanto en la producción como en el transporte. Todas estas variables pueden frenar la recuperación de la economía, un proceso que afectaría tanto a empresas como a consumidores y a las propias administraciones públicas.

La clave está en si la demanda y la oferta volverán a alinearse, como sostienen los bancos centrales, permitiendo así que la inflación se aproxime al 2% en España. Carles Manera, consejero del Banco de España y catedrático de Economía Aplicada de la Univesitat de les Illes Balears, es optimista porque la inflación actual no es fruto de «un calentamiento de la demanda debido al consumo de los hogares que tense los precios al alza» sino por los mayores costes de la oferta (sobre todo energéticos). Manera confía en que estos se corregirán. Más negativo se muestra Rafael Pampillón, catedrático de Economía Aplicada y profesor de IE Business School, que tiene pocas dudas de que se va a producir el efecto segunda ronda. Así es como se denomina al proceso por el que las empresas empiezan a repercutir los mayores costes en sus precios finales al consumidor. «Esto también alimenta el proceso inflacionario», indica el académico, en línea con lo que ya han avanzado algunas patronales en España.

Otra pregunta que está en boca de muchos es si los datos de inflación pueden llevar a un ajuste de expectativas que se refleje en las negociaciones salariales. «Parece improbable. El vínculo entre la inflación salarial y la de bienes y servicios se ha vuelto débil con el tiempo. Las empresas parecen haber encontrado soluciones (cambios en productividad o inversiones en capital y maquinaria) que reducen la influencia de los salarios», sostiene Oscar Jordà, vicepresidente de la Reserva Federal de San Francisco y profesor de economía de la Universidad de California en Davis.

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