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Las firmas con sede en Ucrania ya sufren las consecuencias: de cierres indefinidos a visitas para evaluar daños sobre el terreno

Tescoma clausura su centro logístico y sus diez tiendas, mientras su medio centenar de empleados se refugia de los bombardeos, y la gerente de Rocapiel viaja al país para analizar la situación de sus fábricas

Ciudadanos de Odesa, donde se ubica el almacén de Tescoma, acumulando sacos para atrincherarse DPA vía Europa Press

La guerra que se ha desatado en Ucrania va a tener repercusiones negativas para el conjunto de la economía a nivel internacional, aunque hay algunos actores que lo van a notar de una manera mucho más intensa. Este es el caso de las empresas con sede en este país, que están sufriendo en sus propias carnes el conflicto bélico. En el caso de la provincia de Alicante, la compañía Tescoma, dedicada a la fabricación y comercialización de utensilios de cocina, ha visto cómo su centro logístico y las diez tiendas que tiene repartidas por toda la región se han visto forzadas a cerrar, mientras que sus trabajadores, al igual que toda la población, han tenido que huir o atrincherarse en sótanos y garajes. También la firma Rocapiel, especializada en pieles y cueros para el calzado, cuenta con fábricas en Ucrania, lo que ha propiciado que la gerente se haya desplazado hasta allí para conocer sobre el terreno la situación. Aunque en estos momentos la principal preocupación está centrada en la suerte que puedan seguir los trabajadores, ambas firmas temen pérdidas económicas cuantiosas. Mientras tanto, las empresas alicantinas que exportan tanto a este país como a Rusia están sufriendo una auténtica avalancha de cancelaciones de pedidos, en un panorama, ahora mismo, marcado por la incertidumbre.

El gerente de Tescoma España, Carlos Baño, explica que la empresa cuenta con un almacén dedicado a la distribución en la ciudad ucraniana de Odesa, a escasa distancia de la frontera con Rusia, así como con diez tiendas repartidas por todo el país. “A la vista de la situación tan complicada que se ha generado, no ha habido otro remedio que cerrarlo todo”, señala. Los cerca de medio centenar de trabajadores de la compañía en el país están tratando de salir del mismo o, directamente, se han refugiado en sótanos o garajes, para intentar evitar los ataques y bombardeos de las tropas rusas. “No se creen lo que está pasando. Es evidente que había tensiones, pero en ningún caso se esperaban que pudiera producirse una invasión”, enfatiza Baño.

Las consecuencias económicas para la firma, añade el empresario, va a ser cuantiosas. Según sus palabras, “la facturación anual en Ucrania ronda los seis millones de euros y la de Rusia todavía es más importante. Además, es más que probable que, tal y como está la situación, tanto las tiendas como el centro logístico puedan acabar arrasados”. En cualquier caso, Baño tiene claro que lo que está ocurriendo supondrá “un desastre para la economía en general”.

En el caso de Rocapiel, firma con sede en Elche y afiliada a la Asociación Española de Empresas de Componentes y Maquinaria para el Calzado y la Marroquinería (AEC), la gerente se ha desplazado a Ucrania para conocer de primera mano la situación de las fábricas y almacenes. Se trata de una compañía que importa a España pieles y cueros y que, por tanto, se va a ver afectada de forma muy directa por el conflicto.

Pero las consecuencias no alcanzan tan solo a las empresas que tienen sede en Ucrania, sino también a todas aquellas que exportan tanto a este país como a Rusia, y que están viendo cómo están cancelándose todos los pedidos. Este es el caso de la firma José Ferrández, almacenista de tejidos para el calzado, ubicada también ene Elche, cuyo gerente, del mismo nombre, explica que cuenta con dos clientes muy importantes en este país, con los cuáles no han podido contactar desde que ha estallado la guerra. “No sabemos lo que está pasando y, de momento, no les hemos podido servir la mercancía que nos habían solicitado”, explica.

También del sector textil, aunque, en este caso, fabricante, es la empresa Comersan, con sede en Cocentaina. El CEO, Jorge Sanjuan, explica que las ventas a la región, vinculadas a tejidos de alta decoración, no suponen un porcentaje demasiado elevado, aunque está convencido de que todavía irán a menos como consecuencia de la devaluación del rublo.

La juguetera Miniland, de Onil, exporta muñecas y artículos de puericultura por valor de 40.000 euros a Ucrania y de medio millón a Rusia, “por lo que -lamenta- sí se trata de una cantidad significativa para nosotros”, destaca su director general, Rafael Rivas. El problema es que, a raíz del conflicto, tanto los pedidos como los pagos pendientes han quedado congelados.

La compañía de fertilizantes Atlántica Agrícola, de Villena, también cuenta con clientes en la región. Desde la empresa lamentan tanto los efectos que la guerra está teniendo sobre la población como la incertidumbre generada a nivel político y económico.

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