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Las criptomonedas se hunden: ¿Quién no quiere que triunfen?

Empresarios, inversores, economistas y autoridades se han posicionado en contra de los activos digitales por su volatilidad y por los riesgos que puede entrañar su falta de regulación

Warren Buffet es uno de los inversores en bolsa más conocidos y exitosos del mundo. Reuters

En 2009 un misterioso informe publicado en internet empezó a dar forma al sueño de crear una moneda digital que se alzase como alternativa al sistema financiero actual. Había nacido Bitcoin. Más de 13 años después, las criptomonedas han dejado de ser algo residual. Con la pandemia llegó su apogeo, con una popularización y aceptación social cada vez mayor. Sin embargo, en las últimas semanas el mercado cripto se está precipitando al vacío, un desplome del sector que ya se ha comparado a la caída de Lehman Brothers que en 2008 precipitó la crisis financiera global. Así, cada vez hay más voces contrarias a la adopción de estos activos que alertan de sus riesgos, no solo económicos, sino también sociales.

Si el magnate tecnológico Elon Musk, director de Tesla y en camino para ser el próximo propietario de Twitter, se ha convertido en una de las voces más favorables al uso de divisas digitales como Bitcoin, su némesis es, sin duda alguna, el magnate empresarial Warren Buffet. Uno de los hombres más ricos del mundo, este prolífico inversor de 92 años ha descartado apostar por estos activos, pues considera que, a diferencia de una granja o apartamentos de vivienda, “no producen ni aportan nada”. “Si me ofreces todo el Bitcoin del mundo por 25 dólares no lo aceptaría porque ¿qué haría con él? Tendría que venderlo de nuevo”, explicó el pasado abril.

El sueño originario de las criptomonedas es ser una alternativa al dinero tradicional, permitiendo el pago entre dos partes sin la necesidad de intermediarios como las instituciones financieras, algo posible (aunque no de forma eficiente) gracias al Blockchain. Hay quienes ven en esa promesa tecnolibertaria la voluntad de avanzar una agenda política que debilite la capacidad del Estado para controlar la recaudación de impuestos. Sin embargo, ese objetivo es aún utópico. “Las criptodivisas nacen como contrapunto al poder de los bancos centrales (...) pero el sector sabe que no se usarán hasta que se regulen", apunta el doctor en telecomunicaciones José Luís Muñoz, director del máster en Blockchain de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). La dificultad para usarlas como vía de pago hace que actualmente su principal uso sea como activos de inversión para hacer dinero y especular.

Volatilidad y riesgo

Uno de los motivos del rechazo de las criptomonedas es su volatilidad. El valor del dinero –sea físico o digital—se basa en un consenso social. Cuando intercambiamos una moneda de un euro por una barra de pan, lo que le da valor a la moneda no es su aleación metálica estampada de iconografía europea, sino la confianza de los usuarios en ella. Y esa confianza se sustenta en el respaldo de los gobiernos, de las autoridades monetarias y de los inversores. La de las criptomonedas es una fe ciega sin una red que pare los golpes.

Además del creciente bombo y expectación que despiertan, el valor de las criptomonedas emana originalmente de dos promesas: su escasez –Bitcoin está limitada en 21 millones de unidades—y su sistema descentralizado. Ya en 2013, el premio Nobel de Economía Paul Krugman mostraba su escepticismo: “El dinero debe ser tanto un medio de intercambio como un depósito de valor razonablemente estable. Y sigue sin estar claro por qué Bitcoin debería serlo”. Tras alcanzar su pico histórico en noviembre, su valor se ha desplomado más de un 50% desde entonces. Con más de 10.120 activos en circulación, el mercado de las criptodivisas se encuentra en plena sangría.

Estafas y elusión de impuestos

Ese sistema descentralizado significa que las criptomonedas operan en un entorno falto de leyes, bancos centrales y autoridades fiscales. Un salvaje oeste donde la fiebre por el oro es digital. Es en este entorno que han proliferado todo tipo de robos y estafas. Los delitos con criptomonedas se dispararon un 79% el año pasado hasta mover más de 14.000 millones de dólares, un aumento en paralelo a su creciente adopción. Sin regulación alguna, las víctimas de esos fraudes están totalmente desprotegidas. “Las familias vulnerables pagarán el precio”, ha apuntado Krugman. El director ejecutivo del gigante financiero JP Morgan Chase, Jamie Dimon, ha dicho que son un “fraude”, que “no valen nada” y las ha comparado con una burbuja que tarde o temprano “estallará”.

Otros han señalado que, sin supervisión alguna, las criptomonedas atraen a los grupos criminales porque facilitan el anonimato y prácticas como blanqueamiento de capitales y la elusión de impuestos. Eso es lo que ha hecho que gobiernos como China, Turquía o Colombia hayan prohibido su uso. Otros países, como Estados Unidos o los miembros de la UE, han optado por potenciar esta tecnología amparándola bajo un paraguas de regulación.

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