Trabajar 40 horas semanales ya no significa dejar de ser pobre. Ser pensionista tampoco. Hay quien percibe unos ingresos cada mes, pero continúa perseguido por problemas que no debería tener.

Paco y su mujer son pensionistas, y viven ahogados por una deuda de 2014 que la caja de ahorros no les perdona. En la etapa más oscura de la crisis financiera tuvieron un tropiezo y propusieron abonar 200, en lugar de los 300 mensuales de la cuota. Pronto se recuperaron económicamente. Pero el banco nunca quiso ceder ni un poco y la batalla legal llega hasta hoy. Pueden perder su casa por una deuda de 14.000 euros (25.000 con los intereses)

Esta situación arrastra a muchas familias valencianas. Así lo denuncia José Luis González, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que se muestra muy preocupado por estos casos. Familias que pueden pagar, pero pueden caer al abismo por deudas del pasado que las cajas de ahorros no perdonan. Por eso reclamaron a la Generalitat Valenciana -y de paso a los bancos- “deudas blandas” para estas familias como la de Paco, que puede pagar. Pero la banca no perdona. 

El caso de Paco -que prefiere mantenerse en el anonimato- es el de muchos otros. Él y su mujer hacían frente a una hipoteca de 300 euros hasta el año 2014, cuando la crisis les obligó a dejar de pagar. “Teníamos que comer y hacer frente a otros gastos, así que propusimos a la entidad abonar 200 euros, era todo lo que podíamos”, explica. Pero el banco no aceptó.

La situación se alargó varios años en los que pidieron asesoramiento a la PAH, que les aconsejó dejar de abonar para que ese dinero no se lo comieran los intereses que se generaban. Tienen la capacidad de pagar los 14.000 euros que restaban desde hace años, pero el jefe de riesgos de la entidad que les atendió nunca cedió en los plazos y les denunció por vencimiento anticipado. Ahora los intereses suman 25.000 euros de deuda

La hipoteca acabó el 31 de mayo de 2021, pero los juicios vienen de mucho antes. El juzgado de primera instancia dio la razón a Paco y a su mujer, y ahora será la Audiencia Provincial la que decida en una sentencia que todavía no se conoce. Ambos ya consiguieron que el Tribunal Supremo abonara los gastos hipotecarios que su entidad le negaba. Paco explica que si la sentencia acaba siendo desfavorable se acogerán a la moratoria de un año del Gobierno. Todo ello después de un viacrucis con un abogado de oficio que a penas les ayudó ni mostró interés en el caso.

Cuando ni tener una nómina ni ser pensionista son sinónimos de poder pagar una casa. LOYOLA PÉREZ DE VILLEGAS MUÑIZ

Toda la vida trabajando 

Paco explica que ha trabajado toda su vida, primero de autónomo y después en una empresa que le descontó la nómina de la Seguridad Social durante muchos años. “Al final me ha quedado una pensión bajísima”, cuenta. Aunque consiguió asesorarse y mediante servicios sociales ha logrado que se la suban hasta casi 800 euros, y los 400 de su mujer por desempleada mayor de 55 años. 

Ahora mismo ofrecen seguir pagando doscientos. “Con los 45 de gastos de escalera cada mes, cien euros de una derrama, luz, agua y gas que han subido una locura y los medicamentos para el cáncer que me suponen más o menos 60 a 70 euros al mes. Esa es la situación. Hemos intentado mil veces renegociar la deuda pero no quieren”. Él está en tratamiento en el Instituto Valenciano de Oncología (IVO) y relativiza los problemas, al lado de su salud y la de su mujer ya nada le parece tan grave.

"Intentamos no pensar mucho en ello, si no te ahogas tú solo". Cuando se le pregunta por qué cree que el banco no ha accedido a renegociar la deuda a un cliente de toda la vida contesta que es porque "los bancos están para ganar dinero y punto". Recuerda cómo cambió el trato cuando dejó de tener los bolsillos llenos; "pasaron del 'buenos días señor Paco' a mandarme a la cola directamente".

Guarda todo el papeleo en un maletín azul con cremallera, así lo tiene organizado. Cada burofax que mandó a la entidad pidiendo que les dieran un respiro, y cada demanda que tienen entre manos por impago, aunque Paco puede pagar. "Lo último que me dijeron es que vendiéramos la casa y pagáramos la deuda. Claro ¿Vendo la casa y que hago? ¿Vivir debajo de un puente a mi edad? A un matrimonio de 80 y 65 años no les va a alquilar nadie", lamenta. "Solo pedíamos un crédito que poder pagar", remarca.

"¿Justo o injusto?"

Amparo también tiene nómina y trabajo fijo. Tampoco quiere hacerse visible, pero su caso es de esos que no le pasa a nadie pero en realidad le ocurre a todo el mundo. Cobra el sueldo mínimo y tuvo que empadronar a su hijo en su casa para poder alquilar una vivienda. "Tienes que demostrar unos ingresos de casi 2.500 para que te den un alquiler", lamenta.

Como no tenía otra, lo hizo. Pero ahora se ha dado de bruces con la realidad, que supera los requisitos para poder pedir una ayuda al alquiler. Es decir, lo mínimo para que alguien te alquile una casa en València es más que los requisitos que piden para las ayudas al alquiler. Y Amparo se ha quedado fuera. "Yo no entiendo cómo las solicita la gente, deben de ser solo personas con alquileres antiguos pero ahora mismo deben quedarse fuera muchas personas", lamenta.

Sin empadronamiento de su hijo no hay vivienda, y sin vivienda no hay ayudas. Pero para acceder a un alquiler supera los requisitos que fija conselleria para las ayudas al alquiler. Es un laberinto burocrático en el que Amparo se siente atrapada. No quiere más de lo que le corresponde. Tiene un trabajo de 40 horas pero no escapa de la pobreza, y para reclamar las ayudas que le permitan aliviarse, resulta que supera los requisitos. Un círculo vicioso. Por eso, cuando envió un correo a este periódico quejándose de su situación el asunto rezaba lo siguiente: "¿Justo o injusto?".